Refugiados ambientales. Teófilo Altamirano
y mineras necesariamente afecta y afectará la calidad del agua y del aire, lo que a su vez afecta la salud de la población. En los últimos años, esta situación crea conflictos a los que haremos referencia de inmediato.
2. Conflictos medioambientales
Además de las causas de la migración ambiental analizadas hasta aquí, añadimos los conflictos ambientales. Estos se producen cuando las grandes y medianas corporaciones internacionales —que tienen su sede principal en países ricos— no llegan a acuerdos con las poblaciones locales afectadas por la exploración y explotación de hidrocarburos, gas, madera, recursos mineros, productos agrícolas y de exportación, así como por la construcción de fábricas y empresas de servicios en las ciudades. Estos conflictos son mayores en países que se abrieron a la inversión extranjera y que son economías de exportación de materias primas. Estas empresas, casi en todos los casos, se establecen en zonas pobladas por indígenas y campesinos o en zonas urbano-populares en las ciudades.
En el primer caso, la experiencia histórica nos muestra que estas empresas actúan casi como enclaves económicos; es decir, como pequeños Estados dentro de un Estado. Una vez que agotan la materia prima, dejan la «basura». En la actualidad, por influencia de organizaciones globales, regionales, nacionales y de la propia población, cambiaron su manera de operar. Aun así, los conflictos persisten porque todavía se opera con modelos antiguos que tienen dificultades para adecuarse al medio ambiente y las poblaciones locales. Cuando los conflictos llegan a situaciones extremas, la alternativa es una migración forzosa al interior del país y, a veces, fuera de este.
La degradación ambiental, por ejemplo —sobre todo aquella que es resultado del impacto de la actividad extractiva en el agua y el aire—, es la razón más común de las causas del conflicto. Toda actividad extractiva —sea de petróleo, gas o recursos mineros— afecta en mayor o menor grado a la calidad del agua y esta, a su vez, a la agricultura, la ganadería y la salud de la población, además de degradar la calidad de la tierra. Este proceso puede llevar años, por lo cual la población local no lo siente de inmediato; sin embargo, luego de un periodo mediano, empieza a sentir los efectos, que en general impactan en la salud. Cuando esto sucede, se produce el conflicto y la población migra a ciudades cercanas, a donde están sus familiares o a otros lugares más seguros.
En el caso de la gran agricultura de exportación, los pequeños y medianos propietarios son afectados por ella, puesto que no pueden competir con los grandes agricultores o se les pagan precios por debajo de sus costos de producción.
La agricultura comercial requiere de grandes cantidades de agua, en particular cultivos como arroz, espárragos, frutas y pastos. Por ello, en la actualidad se habla del estrés hídrico debido al gran consumo de agua para la gran agricultura y ya se desarrolla una lucha por dicho recurso entre los campesinos e indígenas, así como los grandes productores agrícolas. Cuando el conflicto se agrava debido, en parte, a la política del Estado que favorece a la gran agricultura de exportación —además que la legislación también favorece a los grupos de poder económico—, el resultado es el conflicto y, como consecuencia, algunas familias migran forzosamente. En las ciudades ocurre algo similar con la población urbana popular cuando se empieza a construir fábricas en terrenos privados. Las grandes compañías —muchas veces en contra de la oposición de los propietarios— pagan precios por debajo del costo, ocupan terrenos del Estado y, con el permiso de este, construyen los centros comerciales y fábricas que emiten gases tóxicos dañinos para la salud. Todos los pobladores afectados tienen entonces que salir a otros lugares y se convierten en desplazados ambientales intraurbanos. Es cierto que en algunos casos se les ofrece alternativas de vivienda y comercio; sin embargo, hay que dejar constancia que los costos familiares, emocionales y culturales de estos desplazamientos no se han registrado y analizado suficientemente, en parte porque no son tangibles o no se pueden cuantificar.
Como se puede notar, el desplazamiento forzoso por razones climáticas es un hecho tangible, observable y medible que además deja secuelas emocionales. Afecta a las poblaciones pobres que viven en países vulnerables y, dentro de ellos, a zonas también vulnerables. Sin embargo, este proceso no afecta a todos por igual y tiene orígenes diversos. Asistimos a una era en la que la civilización humana está acorralada entre el deterioro ambiental, la desertificación y el aumento del nivel del mar.
Al aumento demográfico, se suma ahora los impactos producidos por el avance tecnológico, consecuencia de la competitividad entre bloques económicos como la Unión Europea, el Mercado Común Norteamericano y los países emergentes (como China, India, Australia, Brasil y otros países más pequeños del Pacífico sur). La tecnología basa su crecimiento en el aumento excesivo de la explotación de los recursos naturales. La expansión de los desiertos en el África subsahariana ya desplazó y seguirá desplazando a millones de personas en busca de agua y otros recursos. Este desplazamiento es —y seguirá siendo en el futuro— hacia el sur y el norte en el Mediterráneo, e incluso llegará a Europa. En el año 2006, en una conferencia de la ONU sobre desertificación y escasez de agua, se proyectó que para 2020 hasta sesenta millones de personas africanas emigrarían hacia Europa. Todos los días centenares de africanos salen hacia Europa en busca de refugio y muchos de ellos mueren en el intento de llegar al Viejo Continente; son pues, justamente, refugiados políticos, económicos y ambientales. Sucede de manera similar en los países centroamericanos, de donde salen miles de personas hacia EE.UU. Estos desplazados son más económicos que ambientales; sin embargo, en el futuro habrá desplazados ambientales, en particular del norte de México —que en la actualidad sufre de estrés hídrico— y Honduras, uno de los cuatro países del mundo más vulnerables al cambio climático, junto con Perú.
En la India, en el sector noroccidental, miles de personas abandonan sus tierras conforme la napa freática que proporciona agua para el consumo humano, de los animales domésticos y para la agricultura disminuye. De igual manera, miles de habitantes del occidente de China se están desplazando a zonas donde todavía no hay estrés hídrico. Asimismo, en Nepal y Bután, las poblaciones rurales se ven obligadas a desplazarse a las ciudades, a la India y a otros países petroleros árabes. En América Latina, en Brasil, la falta de agua ya afecta a 66 millones de hectáreas en el noreste. En el caso de las grandes ciudades en países de ingreso medio y bajo —como Yakarta, Nueva Delhi, Bombay, Lima, México, Sao Paulo, El Cairo, entre otras—, debido a las migraciones internas y al crecimiento vegetativo mayor, se han formado —y se seguirán formando— grandes poblaciones que viven no solo en el hacinamiento, sino en zonas que están altamente contaminadas por el carbono y los residuos sólidos. Además, por el calentamiento global, en estas ciudades el clima es más cálido y a esto se añade, por último, la falta de áreas verdes que proporcionen oxígeno y limpien el aire. Cuando las condiciones ambientales se tornan peligrosas para la salud y no hay un planeamiento ambiental por parte de las autoridades municipales y el gobierno central, los conflictos se incrementan. Otra razón para migrar a otras zonas más seguras es el desplazamiento intraurbano de la población. A esto se suma un factor cultural, porque salir de estas zonas es un signo de prestigio y orgullo. Luego de dos o tres generaciones, parte de esta población puede haberse movilizado a zonas de clase media-alta y hasta alta.
3. Tipos de migración climática
Hay tres tipos mayores y más conocidos de migración climática: estacional, temporal y permanente. De acuerdo a Oliver-Smith (2010), los autores que se mencionan a continuación calculan las siguientes cifras de migrantes en el mundo:
Nickolls, Marinova y otros, 2011: entre 50 y 200 millones para 2050.
El-Hinnawi, 1985: 50 millones hasta 1985.
ACNUR, 2008: 24 millones para 2010.
Myers, 2002: 200 millones para 2050.
Friends of the Earth in Africa, 2007: 200 millones para 2020 (citado en Oliver-Smith, 2010).
Los autores citados no hacen distinción entre si son migraciones estacionales, temporales o permanentes. Además, como se puede notar, no hay un estimado fijo. La mayoría coincide en estimar en aproximadamente 50 millones el número de los migrantes forzosos debido al cambio climático hasta la actualidad y en 250 millones para el año 2050. Las diferencias se deben, por