El libro de las mil noches y una noche. Anonimo

El libro de las mil noches y una noche - Anonimo


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vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.

       Y CUANDO LLEGO LA 88ª NOCHE

      Ella dijo:

      Y Daul'makán contestó: "No le he recompensado aún en la medida que se merece. ¡Pero si quiere Alah, lo haré al regresar de la guerra!" Y entonces Scharkán pudo comprobar la veracidad de las palabras de Nozhatú, y rogó al gran chambelán que la saludase de su parte. Y el gran chambelán, cumplido el encargo, transmitió a Scharkán el saludo de Nozhatú, que pidió noticias de su hija Fuerza del Destino. Y al saber por Scharkán que estaba perfectamente, dió gracias a Alah por ello.

      Cuando todas las tropas estuvieron reunidas, los dos hermanos se pusieron al frente de ellas. Y Daul'makán se despidió de su joven esclava, después de haberla instalado como se merecía.

      Formaban la vanguardia del ejército los guerreros turcos, cuyo jefe se llamaba Bahramán, y la retaguardia los guerreros del Deilam (Provincia de Persia) cuyo jefe se llamaba Rustem. El centro iba a las órdenes de Daul'makán, el ala derecha la manda el príncipe Scharkán, el ala izquierda el gran chambelán, y el gran visir fué nombrado segundo jefe general del ejército.

      No cesaron de viajar durante un mes entero, descansando tres días a cada semana, hasta que llegaron al país de los rumís. Y los habitantes huyeron aterrados, refugiándose en Constantinia y comunicando al rey Afridonios la invasión de los musulmanes.

      El rey Afridonios mandó llamar a la Madre de todas las Calamidades, que acababa de llegar con su hija Safía, y había decidido al rey Hardobios a que se uniese con él para vengar la muerte de su hija Abriza.

      Y el rey Afridonios, apenas se presentó la Madre de todas las Calamidades, le preguntó pormenores de la muerte del rey Omar AlNemán, y ella se apresuró a relatárselos, y entonces el rey le dijo: "Y ahora que el enemigo se acerca, ¿qué debemos hacer, ¡oh Madre de todas las Calamidades!?" Y ésta dijo: "¡Oh gran rey, representante de Cristo en la tierra! voy a indicarte el plan que has de seguir para triunfar, y ni el mismo Cheitán, con todas sus malicias, podrá desenredar los hilos en que voy a coger a nuestros enemigos".

      En este momento de su narración,

      Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.

       Y CUANDO LLEGO LA 89ª NOCHE

      Ella dijo:

      "Y ni el mismo Cheitán, con todas sus malicias, podrá desenredar los hilos en que voy a coger a nuestros enemigos. Y he aquí el plan que hay que seguir para aniquilarlos:

      "Envía por mar cincuenta mil guerreros, que desembarquen al pie de la Montaña Humeante, donde acampan los musulmanes.

      Y envía por tierra a todo el resto del ejército, y de este modo se verán cercados por todas partes, y ninguno de ellos podrá escapar".

      Y el rey Afridonios dijo: "Verdaderamente, tu idea es una gran idea, ¡oh reina de las ancianas e inspiradora de las más sapientes!"

      Y aceptó el plan, y lo puso en ejecución en seguida.

      Y los navíos se dieron a la vela, y desembarcaron al pie de la Montaña Humeante los guerreros, que se apostaron silenciosamente detrás de las altas rocas. Y por tierra avanzó él resto del ejército, que no tardó en llegar frente al enemigo.

      Las fuerzas combatientes eran éstas: el ejército musulmán de Bagdad y el Khorassán comprendía ciento veinte mil jinetes mandados por Scharkán. Y el ejército de los impíos cristianos se elevaba a seiscientos mil combatientes. Así es que cuando cayó la noche sobre las montañas y las llanuras, la tierra parecía una hoguera, con todos los fuegos que la alumbraban.

      En aquel momento, el rey Afridonios y el rey Hardobios reunieron a sus emires y a sus jefes de ejército, y resolvieron dar la batalla al día siguiente: pero la Madre de todas las Calamidades, que los escuchaba, se levantó y dijo:

      "Las batallas sólo pueden tener resultados funestos cuando las almas no están santificadas. ¡Oh guerreros cristianos! antes de luchar tenéis que aproximaros al Cristo y purificaos con el supremo incienso de las defecaciones patriarcales".

      Y todos contestaron: "Benditas sean tus palabras, ¡oh venerable madre!"

      Pero he aquí en qué consistía este supremo incienso de las defecaciones patriarcales:

      Cuando el gran patriarca de Constantinia hacía sus defecaciones, los sacerdotes las recogían cuidadosamente en toallas de seda y las secaban al sol. Después las mezclaban con almizcle, ámbar y benjuí, pulverizaban la pasta, completamente seca, la metían en cajitas de oro, y la mandaban a todas las iglesias y a todos los reyes cristianos. Y este polvo de las defecaciones patriarcales servía de incienso supremo para santificar a los cristianos en todas las ocasiones solemnes, especialmente para bendecir a los recién casados, para fumigar a los recién nacidos y bendecir a los nuevos sacerdotes.Pero como las defecaciones del gran patriarca apenas bastaban por sí solas para diez provincias, y no podían sevir para tantos usos en todos los países cristianos, los sacerdotes tenían que falsificar aquel polvo mezclándolo con otras materias fecales menos santas, como por ejemplo, las de los otros patriarcas menores y las de los vicarios.

      Hay que tener en cuenta que era muy difícil distinguirlas. Por consiguiente, aquel polvo era muy estimado a causa de sus virtudes, pues aquellos sucios griegos, además de las fumigaciones, lo empleaban en colirios para las enfermedades de los ojos y en estomáquicos para los intestinos. Y éste era el tratamiento a que se sometían los reyes y las reinas más grandes. Todo esto contribuía a que su precio fuese tan elevado, que el peso de un dracma se vendiera en mil dinares de oro. Y he aquí lo relativo al incienso de las defecaciones patriarcales…

      En este momento de su narración,

      Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.

       PERO CUANDO LLEGO LA 90ª NOCHE

      Ella dijo:

      He aquí lo relativo al incienso de las defecaciones patriarcales. Pero en cuanto al rey Afridonios y a los cristianos, véase lo que ocurrió: Al llegar la mañana, el rey Afridonios, siguiendo el consejo de la Madre de todas las Calamidades, reunió a los jefes principales de su ejército y a todos sus tenientes, les hizo besar una gran cruz de madera, y los fumigó con el incienso supremo ya descrito y que estaba fabricado con defecaciones auténticas del gran patriarca, sin falsificación alguna. Así es que su olor era tan fuerte, que habríase matado a un elefante de los ejércitos musulmanes, pero aquellos puercos griegos ya estaban acostumbrados a él.

      Entonces la Madre de las Calamidades se levantó y dijo: "¡Oh rey! antes de dar la batalla a esos descreídos, es necesario, para asegurar nuestra victoria, que nos deshagamos del príncipe Scharkán, que es el Cheitán hecho hombre y manda todo el ejército. El es quien guía a los soldados y el que les da valor. Muerto él, caerá fácilmente en nuestras manos el ejército musulmán.

      Enviémosle, pues, el guerrero más valeroso de nuestros guerreros, para que lo desafíe a combate singular y lo mate".

      Cuando el rey Afridonios oyó estas palabras, mandó llamar en seguida al famoso guerrero Lucas, hijo de Camlutos, y con su propia mano lo fumigó con el incienso fecal.

      Después cogió un poco de aquella fenta, la humedeció con saliva, y le untó las encías, la nariz y las dos mejillas, le hizo aspirar un poco, y con el resto le frotó las cejas y los bigotes. ¡Y la maldición caiga sobre él!

      Porque aquel maldito Lucas era el guerrero más espantoso de todos los países de los rumís, y ningún cristiano entre los cristianos sabía lanzar como él la azagaya, ni herir con la espada, ni atravesar con la lanza.

      Pero su aspecto era tan repulsivo como grande era su valor.

      Su cara era extraordinariamente horrorosa, pues semejaba la de un burro de mala condición; pero mirado


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