El libro de las mil noches y una noche. Anonimo

El libro de las mil noches y una noche - Anonimo


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de su caballo Katul, los gritos de alegría surcaron el espacio, lanzados por millares de hombres y mujeres que le aclamaban por rey. Y el visir Dandán, a pesar de su avanzada edad, se apeó enseguida, y fué a dar la bienvenida y a jurar fidelidad al descendiente de tantos reyes.

      Después entraron en Bagdad, mientras la negra, subida en el camello y rodeada de una muchedumbre considerable, contaba una historia de entre sus historias.

      Y lo primero que hizo Kanmakán al llegar a palacio, fué abrazar al gran visir Dandán, el más fiel a la memoria de sus reyes, y luego a los jefes Rustem, Turkash y Bahramán. Y lo segundo que hizo Kanmakán fué ir a besar las manos de su madre, que sollozaba de alegría. Y la tercera cosa fué decir a su madre: "¡Oh madre mía! ¡Dime por favor cómo está mi amada prima Fuerza del Destino!"

      Y su madre contestó: "¡Oh hijo mío! no puedo contestarte, porque desde que te perdí no he pensado más que en el dolor de tu ausencia". Y Kanmakán dijo: "¡Te suplico, ¡oh madre mía! que vayas a saber noticias suyas y de mi tía Nozhatú". Entonces la madre salió y fué a las habitaciones de Nozhatú y su hija Fuerza del Destino, y volvió con ellas al gran salón en que las aguardaba Kanmakán.

      Y entonces fué el desbordamiento de la alegría, y se dijeron los versos más bellos, entre más de mil los siguientes: ¡Oh sonrisa de las perlas en los lábios de la amada, sonrisa bebida en las perlas mismas! ¡Mejillas de los amantes! ¡Cuántos besos conociteis, cuántas caricias sobre vuestra seda! ¡Carícias de la cabellera dehecha por la mañana, carícias de los dedos que hormiguean numerosos! ¡Y tú espada que brillas como el acero fuera de la vaina, espada sin reposo, espada de la noche…!

      Y como con auxilio de Alah su felicidad llegó al límite, nada hay que decir de ella.

      Desde entonces las desdichas se alejaron de la morada en que vivía la descendencia de Omar Al-Nemán, y fueron a caer sobre los que habían sido enemigos suyos.

      Efectivamente, el rey Kanmakán, después de pasar largos meses de dicha en brazos de la joven Fuerza del Destino, convertida en su esposa, reunió un día en presencia del gran visir Dandán, a todos sus emires y jefes de tropa y a los principales de su imperio, y les dijo: ¡La sangre de mi padre no está aún vengada, y ya han llegado los tiempos!.

      He aquí que he sabido que han muerto Afridonios y Hardobios de Kaissaria, pero la vieja Madre de todas las Calamidades vive aún, y según dicen nuestros correos, ella es quien rige y gobierna los países de los rumís.

      Y el nuevo rey de Kaissaria se llama Rumzán, y no se le conoce padre ni madre.

      "Conque ¡oh vosotros todos, guerreros míos! desde mañana reanudaremos la guerra contra los descreídos. ¡Y juro por la vida de Mahomed ¡sean con él la paz y la plegaria! que no volveré a nuestra ciudad de Bagdad hasta no haber arrancado la vida a la malhadada vieja, y vengado a todos nuestros hermanos muertos en los combates!" Y todos los presentes mostraron su conformidad. Y al día siguiente el ejército estaba en marcha para Kaissaria.

      Llegados ya al pie de las murallas enemigas y dispuestos al asalto, para llevarlo todo a sangre y fuego en aquella ciudad descreída, vieron avanzar hacia la tienda del rey a un joven tan bello que no podía ser más que hijo de un rey, y detrás de él a una mujer de aspecto respetable y con el rostro destapado. En aquel momento estaban en la tienda del rey el visir Dandán y la princesa Nozhatú, tía de Kanmakán, que había querido acompañar al ejército de los creyentes como acostumbrada a las fatigas de los viajes.

      Y aquel joven y aquella mujer pidieron audiencia, que les fué otorgada enseguida.

      Pero apenas habían entrado, cuando Nozhatú dió un gran grito y cayó desmayada, y la mujer también dió otro grito y cayó desvanecida. Y en cuanto volvieron en sí, se echaron una en brazos de otra, besándose, pues la mujer no era otra que la antigua esclava de la princesa Abriza, la fiel Grano de Coral.

      Enseguida Grano de Coral se volvió hacia el rey Kanmakán, y le dijo: "¡Oh rey! ya veo que llevas al cuello una gema preciosa, blanca y redonda. Y la princesa Nozhatú lleva otra también. Recordarás que la reina Abriza tenía la tercera. Pues esa tercera hela aquí".

      Y la fielGrano de Coral, volviéndose hacia el joven que había entrado con ella, mostró, atada a su cuello, la tercera gema; y después, con los ojos brillantes de júbilo, exclamó: "¡Oh rey, y tú mi ama Nozhatú! este joven es el hijo de mi pobre señora Abriza. Y yo le he criado desde que nació. Y es él, ¡oh todos vosotros! quien a la hora actual reina en Kaissaria. Pues es Rumzán, hijo de Omar AlNemán. Por lo tanto, es tu hermano, ¡oh mi señora Nozhatú! y tu tío, ¡oh rey Kanmakán!"

      Al oír estas palabras de Grano de Coral, el rey Kanmakán y Nozhatú se levantaron y abrazaron al joven rey Rumzán, llorando de alegría. Y el visir Dandán también abrazó al hijo de su señor el rey Omar Al-Nemán, ¡téngalo Alah en su misericordia infinita!

      Después el rey Kanmakán preguntó al rey Rumzán, señor de Kaissaria: "Dime, ¡oh hermano de mi padre! ¿Eres rey de un país cristiano y vives entre los cristianos? ¿Eres también nusraní?" Pero el rey Rumzán alargó la mano, y levantando el índice, exclamó:

      "¡La ilah ill Alah, ua Mahomed rassul Alah! (1) Entonces la alegría de Kanmakán, Nozhatú y el visir Dandán llegó al límite más extremo, y exclamaron: "!Loor a Aláh, que escoge a los suyos y los reúne".

      Después Nozhatú preguntó: "¿Pero cómo has podido guiarte por el camino recto, ¡oh hermano mío! en medio de todos esos descreídos que niegan a Alah y no conocen a su enviado?" Rumzán contestó: "¡La buena Grano de Coral fué quien me inculcó los principios sencillos y admirables de nuestra fe! Ella se había convertido en una buena musulmana, al mismo tiempo que mi madre Abriza, durante los días que estuvieron en Bagdad, en el palacio de mi padre Omar AlNemán. ¡Así es que Grano de Coral ha sido para mí, no sólo la que me recogió al nacer y me educó, sustituyendo en todo a mi madre, sino también quien me ha convertido en un verdadero creyente, cuyo destino está en manos de Alah, Señor de reyes!"

      Oídas estas palabras, Nozhatú mandó sentar a Grano de Coral a su lado en la alfombra, y la quiso mirar desde entonces como a hermana. En cuanto a Kanmakán, dijo a su tío Rumzán: "Tío, a ti te corresponde, por derecho de primogenitura, el trono del imperio de los musulmanes. ¡Y desde este momento me considero fiel súbdito tuyo!"

      Pero el rey de Kaissaria dijo: "¡Oh sobrino mío! lo que Alah ha hecho, bien hecho está. ¿Cómo me atrevería yo a perturbar el orden establecido por el Ordenador?" En este momento intervino el visir Dandán, que dijo:

      "¡Oh reyes! lo más acertado es que reinéis alternativamente un día cada uno, siendo reyes ambos".

      Y ellos contestaron: "Tu idea es admirable, ¡oh venerable visir de nuestro padre!"

      En este momento de su narración Schehrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.

       PERO CUANDO LLEGO LA 144ª NOCHE

      Ella dijo:

      Y ellos contestaron: "Tu idea es admirable, ¡oh venerable visir de nuestro padre!" Y convinieron cómo había de ser la cosa.

      Entonces para festejar aquel día tan feliz, volvió sobre sus pasos el rey Rumzán y regresó a la ciudad, cuyas puertas mandó abrir al ejército musulmán. Después dispuso que los pregoneros publicasen que desde entonces el Islam sería la religión oficial de aquel pueblo, pero que a todos los cristianos se les permitiría perseverar en su error. Pero ninguno de los habitantes quiso seguir siendo descreído, y en un día solo, el acto de fe se pronunció por mil y mil nuevos creyentes. ¡Glorificado sea para siempre Aquel que envió a su Profeta para ser símbolo de paz entre todas las criaturas de Oriente y Occidente!

      Ambos reyes dieron grandes fiestas y banquetes con tal motivo, reinando alternativamente un día cada uno. Y así permanecieron durante algún tiempo en Kaissaria, en el límite de la alegría y de la satisfacción. (1) Acto de fe musulmán. Basta decirlo una vez para probar que es musulmán. Y nadie pensará pedir otras demostraciones. Respecto a la


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