El libro de las mil noches y una noche. Anonimo

El libro de las mil noches y una noche - Anonimo


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casaremos jamás. Hemos elegido este oasis en medio del desierto para vivir en él tranquilamente nuestra vida, lejos de todo cuidado". Dije: "¡Necesito a tu hermana por esposa, o de lo contrario, gracias al filo de mi espada, cuéntate con los muertos!"

      "Oídas estas palabras, el joven saltó hacia el fondo de su tienda, y me dijo: "¡Guárdate, miserable, que desconoces la hospitalidad!

      Luchemos, pero a condición de que el vencido quedará a merced del vencedor". Y descolgó su alfanje y su escudo, mientras que yo corría en busca de mi caballo, saltaba a la silla y me ponía en guardia. Y el joven montó en su caballo, y se disponía a emplearlo cuando su hermana apareció con los ojos arrasados en lágrimas, y se abrazó a sus rodillas, recitando estos versos: ¡Oh hermano mío! ¡He aquí que por defender a tu hermana te expones al peligro de la lucha y a los golpes de un enemigo que desconoces! ¿Qué puedo hacer sino pedir al Ordenador de las victorias que triunfes y me guarde intacta de toda mancha, conservando para ti sólo la sangre de mi corazón? ¡Pero si el feroz Destino te arrebata, no creas que ningún país me verá viva, aunque sea el más bello de todos los países y se acumulen en él los productos de toda la tierra! ¡Y no creas que te sobreviva un instante! ¡La tumba encerrará nuestros cuerpos, unidos en la muerte como en la vida!

      "Cuando el joven oyó estos versos de su hermana, se le llenaron de lágrimas los ojos, se inclinó hacia la doncella, levantó un momento el velo que le cubría la cara, y la besó entre los ojos. Entonces pude ver las facciones de la joven, tan bellas como el sol que aparece surgiendo de una nube. Después el joven contuvo un instante su caballo, y recitó estos versos: ¡Tranquilízate, ¡oh hermana mía! y mira los prodigios que va a realizar mi brazo!

      Si no combato por ti, ¡oh hermana mía! ¿para qué quiero armas y caballo?

      Y si no lucho para defenderte, ¿para qué quiero la vida?

      Si retrocedo cuando está en peligro tu hermosura, ¿no será señal para que las aves de rapiña se lancen sobre un cuerpo desde ahora sin alma? ¡En cuanto a ese que se dice formidable, y nos pondera la firmeza de su ánimo, le voy a dar delante de ti un golpe que le perforará desde el corazón hasta los talones!

      "Después se volvió hacia mí, y me dijo: ¡Y tú, que deseas mi muerte, verás cómo a tu costa realizo una hazaña que llenará los anales del porvenir! ¡Porque después de componer estos versos, voy a arrancarte él alma antes de que puedas advertirlo!

      "Y precipitando su caballo contra el mío, del primer golpe lanzó mi espada a lo lejos, y sin darme tiempo para espolear mi caballo y huir al desierto, me levantó de la silla como quien levanta un saco vacío, me lanzó cual una pelota por el aire, y me recogió al vuelo con la otra mano. Y así me sostuvo con el brazo tendido, como quien sostiene en un dedo un pájaro domesticado. Yo no sabía ya si todo aquello era un sueño, o si aquel joven de mejillas sonrosadas era un genio que vivía en aquella tienda con una hurí. Y lo que después pasó me hizo suponer que debería ser eso.

      "Efectivamente, cuando la joven vió el triunfo de su hermano, se precipitó hacia él, le besó en la frente, y se colgó muy dichosa del cuello de su caballo, al cual guió hacia la tienda. Y una vez allí, descabalgó el joven, llevándome debajo del brazo como quien lleva un paquete. Y me dejó en el suelo, me mandó poner de pie, y cogiéndome de la mano me hizo entrar en la tienda. Pero en vez de aplastarme la cabeza con el pie, le dijo a su hermana:

      "Desde ahora es el huésped que está bajo nuestra protección. Tratémosle con dulzura".

      Y me hizo sentar en la esterilla, y la joven me puso detrás un cojín, para que descansara mejor; y fué a colgar en su sitio las armas de su hermano, y a traerle agua perfumada para lavarle la cara y las manos. Después lo vistió con un ropón blanco, y le dijo: "¡Que Alah, ¡oh hermano mío! haga llegar tu honor al límite más alto, y te ponga como un lunar en la faz gloriosa de nuestras tribus!"

      Y el joven contestó: ¡Oh hermana mía, de la raza de los Bani-Thalaba! ¡Me has visto combatir por tus ojos!

      "Y ella dijo: ¡Los relámpagos de tu cabellera esparcida por tu frente, te coronaban con su claridad como una aureola, ¡oh hermano mío!

      "Y replicó él: ¡He aquí los leones de las soledades infinitas! ¡Oh hermana mía! ¡Aconséjales que desanden lo andado! ¡No quisiera que la vergüenza los sepulte en el polvo que morderán sus dientes!

      "Ella contestó: ¡Oh todos vosotros! ¡Este es mi hermano Ebad! ¡Todos los del desierto le conocen por sus hazañas, por su valentía y por la nobleza de tus antepasados! ¡Retroceded ante él! ¡Y tú, beduído Hamad, has querido luchar contra un héroe que te ha hecho ver la muerte arrastrándose hacia ti como una serpiente pronta a lanzarse sobre su presa!

      "Y yo, viendo todo aquello y oyendo tales versos, me sentí muy confuso, y advertí mi insignificancia y cuánta era mi fealdad comparada con la belleza de aquellos dos jóvenes. Y vi que la hermosa joven traía una bandeja cubierta de manjares y frutas, y se la presentó a su hermano sin dirigirme una sola mirada, ni siquiera una mirada despreciativa, pues me consideraba como un perro, cuya presencia debía pasar inadvertida. Y a pesar de todo, yo seguía encantado, admirando su belleza incomparable, sobre todo cuando servía la comida a su hermano, sin cuidarse de ella para que a él no le faltase nada.Entonces el joven, volviéndose hacia mí, me invitó a compartir la comida, y respiré tranquilamente, porque ya estaba seguro de salvar la vida. Me alargó un tazón de leche y un plato de un cocimiento de dátiles y agua aromatizada. Comí y bebí con la cabeza baja, y le hice mil y quinientos juramentos de que sería el más fiel de sus esclavos y el más devoto entre ellos.

      Y me sonrió e hizo una seña a su hermana, que fué a abrir un cajón muy grande y sacó de él uno tras uno diez ropones admirables, tan hermosos los unos como los otros. Metió nueve de ellos en un paquete, y me obligó a aceptarlos. Y después me obligó a ponerme el décimo; ¡y ese décimo ropón, tan suntuoso y admirable, es el que en este momento me veis todos vosotros!

      "En seguida el joven hizo otra seña, y la hermana salió para volver muy pronto; y ambos me ofrecieron una camella cargada de toda clase de víveres y de regalos, que he conservado cuidadosamente hasta hoy. Y habiéndome colmado de toda clase de consideraciones y presentes, sin haber hecho nada para merecerlos, ¡al contrario!, me invitaron a usar de su hospitalidad todo el tiempo que quisiera. Pero yo, no queriendo abusar, me despedí de ellos besando siete veces la tierra entre sus manos. Después, montando en mi corcel, cogí la camella del ramal y me apresuré a emprender el camino del desierto, por donde había venido.

      "Y entonces, habiendo llegado a ser el más rico de mi tribu, me erigí en jefe de una gavilla de bandoleros salteadores de caminos. ¡Y sucedió lo que sucedió!

      "¡Tal es la historia que os había prometido, y que merece la remisión de todos mis crímenes, aunque no son, en verdad, muy leves!"

      Cuando el beduíno Hamad acabó su historia, Nozhatú dijo a los dos reyes y al visir Dandán: "Hay que respetar a los locos, aunque imposibilitándolos de hacer daño.

      Ahora bien; este beduído tiene irremediablemente perdida la cabeza, pero hay que perdonarle sus fechorías en atención a su entusiasmo por los bellos versos y a su memoria asombrosa". Al oír estas palabras, el beduído se sintió tan profundamente emocionado, que se desplomó sobre la alfombra. Y llegaron los eunucos y lo cogieron.

      Y apenas acababan de retirar el beduído, cuando entró un correo, y besando la tierra entre las manos de los reyes, exclamó: "¡La Madre de todas las Calamidades está a las puertas de la ciudad, pues no dista de ellas más que un parasange!"

      Al oír esta noticia, aguardada tanto tiempo, los dos reyes y el visir se estremecieron de alegría, y pidieron pormenores al correo. Y éste les dijo: "La Madre de todas las Calamidades, al abrir la carta de nuestro rey y ver su firma al final del pliego, se alegró extraordinariamente; y al momento hizo sus preparativos de marcha, e invitó a la reina Safia para que viniese con ella, lo mismo que cien de los mejores guerreros de los rumís de Constantinia. Y después me ordenó que me adelantara para anunciaros su llegada".

      Entonces el visir Dandán se levantó, y dijo a los dos reyes: "Es más


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