Naraligian. Tierra de guerra y pasión. F.I. Bottegoni

Naraligian. Tierra de guerra y pasión - F.I. Bottegoni


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desmontó de su caballo y acercándose al joven le volvió a decir.

      —¡Nos dejarás pasar, o tendremos que sacarte a la fuerza del medio! –Ruguen parecía totalmente sacado de sus cabales –¡Tenemos que irnos, y tú no te corres!

      —Sir Ruguen –dijo este colocando su mano en el hombro del caballero –no es bueno pelear entre nosotros, y menos sabiendo que perderás. –dijo sonriéndole.

      Ruguen tomó su espada y colocó la punta en el pecho del ciudadano. Este pasó su mano sobre el frío acero, el cual se partió en varias partes. Ponizok, quien miraba el conflicto desde su caballo, rio. Los demás caballeros incluyendo a Filead lo siguieron.

      —¿Cómo te llamas? –preguntó el príncipe descendiendo de su caballo –¿O acaso no tienes un nombre?

      —Me llamo Nimbar mi señor –dijo el mago arrodillándose –he venido a suplicarle que me permita acompañarlo en su viaje.

      —¿Cómo es el nombre de tu casa? –dijo Igalín a Nimbar, quien permanecía arrodillado.

      —No tengo mi señor –Nimbar miró a los ojos al caballero –vengo de la Torre de la Hermandad, donde me criaron desde que era un simple niño.

      —¡Perteneces a la hermandad de la magia! –dijo feliz el príncipe –¡Eres un hechicero! –Nimbar asintió con la cabeza –¿Por qué deseas acompañarme? –preguntó tomando por el hombro al mago.

      —Desde que era un niño siempre he deseado servir a algún señor o rey de los reinos. Mi mentor me dijo, que un poder oscuro se alzaba sobre toda Naraligian, y que en este reino se concentraba más. El me pidió que lo ayudara a usted, mi príncipe.

      —Dime Nim tienes experiencia en combates –el príncipe le giraba en torno al joven, quien se había parado erguido –¿prefieres usar una espada o simplemente un puñal?

      —Ninguno de los dos, mi joven príncipe –afirmó el mago –se usar una espada, pero prefiero usar la magia antes que el acero.

      —¿Tienes caballo o simplemente piensas seguirnos corriendo? –dijo sonriendo Poni.

      Nimbar dándose vuelta se dirigió hasta un sector apartado de la calle de donde tomó un caballo color pardo. Este montó en él, cuando vio que Ponizok lo hacía. Ahora todos juntos devuelta iniciaron su vuelta hacia Minathan donde lo desconocido los esperaba. El mago tomó de la silla de su corcel una espada, con la empuñadura dorada. Este se la entregó a ser Ruguen, quien la tomó con desprecio.

      —Temo que he destruido la suya, Sir Ruguen –dijo apenado Nimbar –por eso le doy la mía, la cual me fue regalada por mi maestro. Espero que no me guarde rencor por lo sucedido.

      Sir Ruguen miró al príncipe quien le devolvió la mirada con el ceño fruncido, como si le dijera que no respondiera lo que tenía pensado.

      —Será un honor llevarla conmigo en este viaje –dijo sonriendo el caballero –cuando acabe esta travesía se la devolveré.

      El camino era largo, lo bueno era que ellos iban al galope por las grandes llanuras cercanas a Filardin. Ahora el príncipe era quien guiaba al grupo. Nimbar a su lado trataba de seguirle el paso. Todo estaba en paz. El hechicero le contaba al príncipe todo lo que sabía sobre la magia y le explicaba que ningún mago de su legión habría cometido tal ataque contra su reino.

      Después de cuatro días de haber galopado. La pequeña compañía se encontró con un grupo de extraños personajes en las cercanías de la ex ciudad de Minathan. Estos llevaban puestas armaduras livianas de acero negro. Poni no reconoció el emblema que llevaban sobre el pecho, una calavera con una corona. El capitán Filead apresurando la marcha se acercó a este grupo.

      —¡Quién lo diría! –dijo uno de los hombres a sus compañeros –era de esperarse. El rey Alkardas envía a su propio hijo a investigar lo que aquí sucedió.

      —Mi nombre es Ponizok Greywolf, príncipe heredero al trono –dijo el príncipe tomando su espada –exijo saber quiénes son ustedes y por qué vienen armados a mis tierras.

      Cuando Sir Ruguen, el más viejo de su guardia, observó el blasón que estos portaban, desenfundó su espada. Los demás caballeros lo siguieron al igual que los otros.

      —Son hombres de la casa Lenger, mi señor –Ruguen apartó al príncipe de la situación actual. Este lo miró enojado. –Caballeros del reino, protejan al príncipe.

      Uno de los enemigos que fue a atacar al príncipe, fue detenido por Nimbar, quien con sus manos lanzó un rayo de luz que atravesó el pecho del algiriano. Los demás formaron una media luna enfrentados a los hombres de Fallstore. Uno de ellos avanzó y se presentó ante Ponizok quien lo miraba con odio. Era un hombre de baja estatura, con ojos marrones anaranjados. Su nariz tenía la forma de un gancho de asalto.

      —Saludos oh gran Ponizok Greywolf, hijo de Alkardas Greywolf, príncipe heredero al trono de Fallstore –este sonrió de forma burlona al joven. –Mi nombre es Redorn, capitán de las fuerzas de Algirón y he de pedirles que se retiren, antes de que tengamos que llevarlos detenidos –señalando a Poni.

      Nimbar se colocó entre el joven príncipe y los que querían tomarlo por la fuerza. Los hombres de Algirón, lo miraban mientras se reían. No lograban entender como un hombre desarmado los enfrentaría. El mago con un movimiento de sus manos creó una oleada de viento que empujó a los enemigos, quienes cayeron como árboles talados.

      —Si se meten con Ponizok Greywolf, se están metiendo conmigo. –este se apuntaba con su dedo índice, para decirles a quien se refería –Lo que implica que tampoco se meterán con los compañeros y amigos de este.

      —¿Quién eres? ¿y de dónde eres exactamente? –Redorn extrajo un puñal de su armadura –responde así sabré a quien mandarle la noticia de tu muerte.

      Nimbar lanzó un haz de luz blanca, el cual dio en el corazón del capitán algiriano. Este cayó de bruces sobre el pasto verde. Con su último respiro, volvió a preguntarle al mago, quien le respondió que no sería necesario ya que el viviría, pero lo bueno de eso era que él sabía de donde venía el capitán.

      Los sobrevivientes de Algirón comenzaron una rápida huida hacia el Norte. Los caballeros que venían con Ponizok los siguieron hasta que acabaron con todos y cada uno de ellos. Quemaron a los muertos para evitar que la peste los destruyera, como ya lo había hecho tiempo atrás. Suerte que, gracias a sus plegarias, Faler, su padre protector, les brindó la cura con la cual la combatieron.

      —¿Desde cuándo los algirianos se aventuran tan al Sur? –preguntó Sir Morwund, a sus compañeros, quienes trataban de encontrar algo entre las vestimentas de los enemigos, que les pudiera responder a ese interrogante.

      Sir Igalín, quien buscaba en la armadura del hombre que había sido atravesado por la magia de Nimbar, halló en ella un trozo de papel viejo y amarillento, el cual decía:

      Volvemos.

      »Mis queridos hermanos de sangre como de nación.

      Hoy vengo a decirles que nuestro tiempo ha regresado.

      Pronto todo volverá a ser como nos lo habían prometido.

      Y para que vean que lo que digo es cierto, he destruido

      una de las ciudades del reino de los lobos. Su amada

      Minathan ha sido incendiada por mi fuerza.

      Es hora de que todos los naraligianos sientan otra vez

      la ira de Algirón.«.

      El señor de la oscuridad eterna.

      —¡No puede ser posible! –dijo Sir Igalín entregando la carta al capitán Filead –el reino de Algirón volverá a levantarse en contra de los demás reinos. El ataque a Minathan solo fue una demostración de su poder total.

      —No entiendo esto –dijo Filead mostrando lo escrito en el papel –este documento fue firmado por el señor de la


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