Naraligian. Tierra de guerra y pasión. F.I. Bottegoni

Naraligian. Tierra de guerra y pasión - F.I. Bottegoni


Скачать книгу
–Nadie puede volver de la muerte, es totalmente imposible que la persona que escribió esta carta sea el antiguo rey de la tierra del Norte.

      —Mi señor, es posible que un ser pueda ser revivido, pero, solo una persona con gran poder podría hacerlo. –Nimbar, miró a Ponizok quien estaba tratando de procesar esta información –Pero no hay nadie en esta tierra que pueda lograr tanto poder.

      —¿Quién afirma que no fue uno de tus compañeros, de la Torre de la Hermandad? –dijo Ruguen tomando por su chaleco de cuero al mago –Podría ser que después de años tratan de tomar Naraligian con su magia.

      El mago soltándose del caballero, prendió sus manos fuego, las llamas parecían no hacerle ningún daño, pero con eso él pensaba hacerlo. Poni agarró el brazo de este, quien, al verlo, apagó sus manos. Sir Ruguen, estaba convencido de que este sujeto tenía algo que ver con el ataque al reino. Pero, si fuera así ¿por qué entonces no ayudó a las tropas de Algirón?

      —Juro por los cuatro dioses, que mis hermanos no tuvieron nada que ver en esto. –dijo Nimbar acomodándose el chaleco –Nuestra misión en esta tierra es la de proteger a sus habitantes, no de iniciar una guerra, la cual acabaría con todo lo que respira y camina.

      —¡Basta de esta pelea absurda! –el príncipe se colocó en medio de los dos, quienes bajaron la cabeza, cuando este los miró. –Alguien o algo, destruyó la ciudad norteña del reino de mi padre. Nos fue encargado, ver que lo que pasó fuera cierto, y también hallar al culpable, para llevarlo a Filardin, donde enfrentará la justicia del rey.

      Todos volvieron a montar, y callados continuaron su viaje. Tomaron el Camino Escarchado, el cual los dejaría justo a la entrada de la ciudad fortaleza. Un par de horas tardaron en llegar hasta lo que antes fue el gran arco de piedra. Este indicaba a los viajeros, que en las proximidades se encontraba Minathan.

      El príncipe recordó que esta ciudad había sido construida por Rothakan Greywolf quien la edificó como medio para proteger el Este, en caso de que el enemigo viniera por ese lado. Poni tuvo la gran suerte de haberla visitado una vez, cuando su padre, lo llevó por todo el reino para que todos los lores que le habían jurado lealtad, conocieran al que sería el heredero al trono. También que él pudiera entablar alguna relación con los hijos de estos.

      Cuando al fin estuvieron frente al gran agujero en donde estaban las grandes puertas de madera y acero de la ciudad, todos descendieron de sus caballos y con espadas en mano avanzaron hacia el interior. Ya era de noche, por lo cual encendieron unas antorchas para iluminar el camino. Sus pasos hacían eco contra las paredes de oscuridad.

      —¿Quién sería capaz de provocar tal desastre? –preguntó Poni mientras tomaba del piso escombros de una de las casas –Espero poder encontrar al culpable de esto, y cuando lo haga, lo mataré con mis propias manos.

      —¡Ayuda! –gritó una voz.

      El príncipe miró en todas las direcciones para encontrar quien pedía auxilio. Los caballeros y Filead buscaron por todos lados, hasta que, entre un grupo de piedras y vigas de madera, encontraron a un hombre, todo raspado y en varias partes de su cuerpo tenía quemaduras. Sir Wandor quien era el más fuerte de los cinco caballeros, sacó al sobreviviente y lo colocó contra una de las paredes de la fortaleza. Filead le convidó agua de su saco. Este, aceptándola, tomó un sorbo para refrescarse.

      —Gracias, son muy amables –dijo el hombre, tratando de acomodarse de una mejor manera –creí que ya estaba muerto, que nadie me ayudaría. Perdí toda esperanza cuando vi que al que nos atacó no le bastó con solo quemar la ciudad, también atacó y mató a la mayoría de los habitantes del castillo.

      —¿Pudiste reconocer al atacante? ¿Tuviste la oportunidad de ver su rostro o algo de él? –pregunto Sir Igalín, quien miraba lo que antes había sido la gran Minathan.

      —No pude ver mucho, –respondió, mientras se rascaba la cabeza –lo único que recuerdo, fue una luz que venía del otro lado de los muros de la ciudad. Los hombres de la guardia, apresurados corrían hacia la puerta o a las murallas. Yo, por mi parte, quise ver lo que sucedía, pero cuando me acerqué al portón principal, este voló hacia donde me encontraba. Tuve suerte de poder esconderme en ese momento. –el hombre temblaba de miedo –Eso fue todo que lo vi. Un hombre vestido de negro, su rostro era alargado, y sus ojos brillaban en el medio de la noche. Varios guardias trataron de enfrentarlo, pero no lo lograron ya que él los mandaba por los aires, contra los muros o el adoquín de las calles.

      —¿Este hombre, llevaba algo como un anillo, bastón o un medallón que lo identifique? –dijo Nimbar mirando a los ojos del sujeto.

      —No llevaba nada. –el hombre quedó enmudecido por un momento, sus ojos se agrandaron como si hubiera recordado algo –Ahora que lo pienso, llevaba algo en su pecho, una especie de collar que tenía la forma de un cuervo sosteniendo a un hombre por los hombros.

      —¿Un cuervo dices? –dijo Nimbar –Ese animal no se usa en ningún estandarte, ni como un emblema, ya que simboliza la muerte. Por eso se acostumbra a enviar cuervos como mensajeros, cuando la noticia es mala. Es utilizado, por los que acostumbran a usar la magia negra, como los nigromantes.

      —¿Cómo te llamas? –preguntó el príncipe, mientras prendía una fogata para que se mantuvieran calientes.

      —Me llamo Lunebal, soy un simple panadero. –respondió llorando –¿Y su nombre mi señor?

      —Mi nombre es Ponizok Greywolf, ellos son Filead, Wandor, Igalín, Ruguen, Nódagan y Morwund. –señalando al capitán y a los caballeros, quienes saludaban cuando eran nombrados –Mi padre me envió con el fin de descubrir que ha pasado en este sitio. También tengo que encontrar a Dreimod Dunkoren, protector de la ciudad y vigía del Noreste del reino.

      —Lord Dreimod escapó, cuando la derrota era inminente mi señor. –Lunebal, trató de ponerse en pie, algo que le fue difícil por las quemaduras y raspones. –Huyeron hacia el Puerto del Lobo. Deben haber establecido un campamento allí, o tal vez Lord Félonen les ofreció refugio en la ciudad.

      —Mi padre enviará hombres, para poder reparar este lugar. –dijo el príncipe colocando su mano en el hombro del panadero –No dejaremos que alguien trate de intimidarnos destruyendo uno de nuestros fuertes. La reconstruiremos y la haremos más bella de lo que fue. Tu tarea es ir al Puerto del Lobo y notificar a Lord Dreimod que haber abandonado esta fortaleza a su suerte es imperdonable. Y dile también que, si le queda algún gramo de honor en su ser, entonces debería venir a ayudar.

      —Partiré a primera hora de la mañana, mi señor. –decía, haciendo una reverencia al príncipe, quien lo miraba serio. Este se mordía sus finos labios, como método para descargar toda la ira que sentía –Le daré su mensaje y volveré aquí inmediatamente. Estaría agradecido mi señor si pudiera brindarme un caballo, para evitar caminar por las heridas.

      Sir Ruguen extrajo de unos sacos pan y carne seca para alimentarse en la oscura y fría noche. Este lo trozó en partes iguales y le fue dando una porción a cada uno. Ponizok tomó la suya y comió un trozo de carne primero. Nimbar, colocó unas copas en el piso y sirvió aguamiel que había traído escondida en una de las alforjas del caballo. El mago tomó asiento junto al príncipe, quien parecía haberle cogido cariño.

      El viento soplaba entre los miles de huecos donde antes había casas y edificios. Su sonido era como el de una flauta. Poni se recostó sobre una antigua viga mientras ingería otro trozo de pan con carne. La música del viento y el sabor de la comida y la bebida en su garganta tranquilizaron sus penas y lo hicieron pensar en lo imposible y en todo lo que había conocido durante su juventud que ya no sería lo mismo.

      —Aún no comprendo este asunto de magia y odio. –Nimbar le dijo en voz baja al príncipe, quien le dio toda su atención –Nunca un nigromante se atrevió a levantarse contra las fuerzas de la luz y la paz. Si esto fue causado por uno de ellos, el líder de la hermandad de la magia, debería tomar acción inmediata en el asunto. Él es sabio y poderoso, él sabrá que hacer.

      —Este problema es nuestro y solo nuestro. –el príncipe bebió de


Скачать книгу