La vida instantánea. Sergio C. Fanjul

La vida instantánea - Sergio C. Fanjul


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con títulos como Pepe el de Marketing o Lola la de Recursos Humanos. Todo es idéntico a sí mismo y a lo que se podría esperar.

      Al anochecer paseo a Dako por las desvencijadas calles de Usera, barrio popular y populachero, obrero y desvencijado, ampliamente poblado de ciudadanos chinos, y me pregunto quién soy yo, quién es Sergio el de Cultura (seguro que este perro también se lo pregunta), y si el universo me estará brindando la oportunidad de vivir muchas vidas en una. O para volverme loco.

      5 de junio de 2017 · 110 likes

      Usera, barrio de enigmático dragón y trenza afrolatina, paraíso ribereño de ladrillo visto y toldo verde botella. Usera, barrio de cadera ancha y sabrosura, laberinto de plazas de trap bachatero, con bitches y con gunis, y outfit de mercadillo. Las gitanas venden cerezas en la esquina, los currelas crepusculares se aprietan cubalibres en infinitos grasabares de delirio. Aquí no hay rollitos primavera, aquí reside la Verdad más gastronómica del Oriente más lejano. Usera, tus muros se cubren de grafitis malos y pósters arrancados de fiestas caribeñas. Oh, döner kebab lujurioso, oh, fósil de orgullo obrero, oh, ciudad de los currantes, introdúcete en mis céntricas entrañas.

      Nosotros, Los Peligro, siempre hemos sido mucho de ir a patearnos los barrios periféricos, a ver si así nos proletarizábamos un poco, como aquellos jóvenes comunistas del antifranquismo que se venían por aquí y se metían en las fábricas a ver si encendían un foco de revuelta bolchevique. Ahora, decíamos ayer, nos hemos venido a vivir unos días, a cuidar al chucho, y la experiencia usereña cobra nuevas dimensiones, no por esperadas menos sugerentes.

      Es cierto que los centralinos nos venimos del centro a los barrios obreros un poco como los viajeros románticos ingleses se iban a Andalucía, en busca del prodigio exótico y populachero, como gentrificadores con contrato temporal, y vaya si lo encontramos, porque en estas calles hay alegría, aires aventureros, abuelas icónicas apostadas como francotiradores en Sarajevo, color colorido, basura, litrona, porro y buenrollismo. Hay para ver lo que queremos ver. La humilde paz.

      Además, ahora lo de los barrios como que está de moda: el amable Ayuntamiento anda con el asunto del reequilibrio territorial entre centro y periferia, tanto en lo económico como en lo cultural, la descentralización del mondongo, y diversos colectivos artísticos, arquitectónicos y así andan desarrollando iniciativas barriales. Curiosamente, casi toda la gente interesada en estas cosas que conozco no vive en los barrios destartalados del sur sino en las zonas turistificadas del centro (como nosotros mismos). Y no queremos mudarnos aquí y coger metros mañaneros.

      Pero a mí me flipa la historia de las asociaciones de vecinos de estos distritos sureños que durante el desarrollismo franquista y la Transi lucharon heroicamente para adecentar estos sitios cuando eran barrizales de chabolas sin agua corriente ni luz eléctrica en plena Edad de Oro del capitalismo socialdemócrata. Y lo consiguieron. Sin embargo, nada es lo que era: yo he entrevistado a la gente de estas asociaciones de solera y de bravío y siguen siendo los de antes, pero ya viejitos: la juventud y la inmigración que ya conoció cierto bienestar decidió pasar de todo, como es natural en tiempos individualistas y conformes.

      Por lo que merece la pena venirse a Usera, y a Villaverde, y a Carabanchel, y a la profunda Vallecas, es para comprobar que existe la injusticia económica y social (la gente que vive aquí tiene salarios menores y mayor desempleo, paradójicamente, también peores servicios públicos), y que no vivimos en un supuesto mundo sin clases tan de Fin de la Historia. Que toda esa mierda neoliberal del mérito y la igualdad de oportunidades es precisamente eso, una mierda.

      6 de junio de 2017 · 159 likes

      Una vez me dijeron que cada vez que dejas a un perro solo, por ejemplo cuando te vas a currar, él piensa que te vas para no volver jamás. No sé si es cierto, pero la sola probabilidad de que lo sea me rompe el corazón en cuatro cachos.

      Ahora andamos (decíamos anteayer) cuidando de Dako, el perdiguero andaluz residente en Usera. Dako es un perro de caza, de atlético casi praxiteliano, y cuando corre se monta en las ráfagas de viento, y es el Rey del Barrio, y se folla a lo que quiere (y eso que está castrado). Pero resulta que a mí convivir con bichos, cosa que nunca hice, siempre me llena la cabeza de dudas existenciales y frituras cerebrales, como me pasó cuando Rory y Assela me dejaron una temporada a la gata Irma, cuando yo vivía donde la Plaza Mayor con el Spiderman Gordo.

      Los animales domésticos me producen una extraña ternura por el mero hecho de no tener acceso al raciocinio, ya ves tú qué antropocentrismo me gasto. También porque su existencia está en nuestras manos, por eso lo más infame es maltratar a un animal indefenso, por mucho que vaya uno vestido de traje de luces y olé. Se me encogen un poco las entretelas al ver que entienden muy poco, que siempre están con las mismas historias de la pelota y el paseo, el pis comisariado, y me pregunto si no sienten soledad o se aburren cuando pasan tanto tiempo en casa o cuando su vida es un ciclo tan monótono y delimitado.

      Cosas de estas me contó Miguel Ibáñez, un psiquiatra perruno que fui a entrevistar en 2011 a su consulta en la Facultad de Veterinaria de la Complutense. Con una réplica del Perro semihundido de Goya colgada en la pared (ese perro patético se da cierto aire al perfil de Dako), me explicó que los animales también sufren de ansiedad y depresión, y que algunos se suicidan (aunque esto era objeto de controversia científica). Ibáñez trata a perros y gatos, pero también a otros animales (de hecho, tenía por allí, en las cuadras, a caballos con depresiones de caballo, como es natural).

      O sea, que a mí los animales como que me dan lástima de serie, supongo que por la falta de costumbre. El otro día hablé de esto en la radio y me dijo Jorge Riechmann (por seguir con el name-dropping), filósofo y poeta que teníamos de invitado, que lástima está muy feo, que mejor compasión. Y para mí lo que diga Riechmann va a misa (aunque lo de la misa no sea muy ecosocialista).

      En realidad, no sé por qué me encogen la patata, porque los animales deben de andar muy cerca de eso de vivir siempre en el momento presente, hic et nunc, persiguiendo la mariposa, olisqueando las esquinas, ladrando al vecino, como trato de hacer yo cuando medito o salgo a ponerme como Las Grecas. Por lo tanto, tienen más posibilidades de ser felices, porque la felicidad es eso, estar en el mismito segundo que transcurre.

      Yo creo que lo que me pasa es que los perros aburridos en sus domicilios me recuerdan a mí mismo, un freelance desamparado durante las temporadas de solitario trabajo casero, esos días en los que regresa Liliana al atardecer y yo la espero detrás de la puerta, dando brincos y agobiándola con mis patas para que me saque a dar un paseo y a hacer mis necesidades (que no voy a explicitar aquí). También porque, viendo a Dako, me doy cuenta de que los todopoderosos humanos estamos ante los enigmas de la vida y el universo tan perplejos como él ante una ecuación diferencial. Vamos, en la inopia.

      12 de junio de 2017 · 157 likes

      Ya hace varios días que andamos cuidando de Dako y todavía me pregunto si Dako es consciente de su propia finitud. Él anda por ahí, surfeando el tiempo de la manera que mejor le parece en cada momento. Le gusta ver cómo desplegamos el toldo del patio, y comer jamón del bueno, y vacilarnos con la pelota de tenis. Así es él. Le he intentado enseñar algunos de mis poemas, porque yo me he esforzado mucho por conocerlo y me gustaría que él hiciera también el esfuerzo de intentar conocerme a mí. Pero parece que no está interesado en la poesía. Dako lo que quiere es que lo saque por las calles proletarias, donde sigue siendo el Rey, donde los Ñetas le tiran besos y los anarcopunks le ofrecen cuartitos de trip. Tiene street credibility a full. Más que pasearlo a él, dicen mis amigos que me pasea él a mí, tal es su poderío, tal es su fuerza hercúlea: yo voy donde él me dice, donde huele mejor, donde mejor se hace pis. Yo recojo sus heces, él se pelea con perros gigantes que en realidad son molinos. Lo entiendo perfectamente, es la genética: poco puede hacer un freelancer asturiano contra un perdiguero andaluz.

      13 de junio de 2017 · 71 likes

      Lou Reed vino a Usera y le robaron la guitarra. Parece un chiste pero es verdad, sucedió aquí al lado,


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