La historia de nuestra muerte. Sheila Almontes

La historia de nuestra muerte - Sheila Almontes


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tenía mi pasado, mis traumas y vivencias que me hacían ser lo que era en ese entonces. Si hubiéramos hecho un comparativo de cómo estaba yo 5 años atrás, habríamos visto que era una persona completamente diferente: inestable, insoportable, inmadura, celosa y agresiva; pero la vida me había dado pequeños golpes que me obligaron a acudir con una psicóloga, la doctora Alicia.

      Por la noche, al retirarnos de la oficina, nos despedimos y me dijiste:

      —Oye, antes de que te vayas, ¿te puedo escribir de vez en cuando?

      —Claro, cuando gustes.

      —Para que me ayudes con mis traumas. —Reíste.

      —Si, te ayudaré.

      —Okey. Entonces, que pases una linda noche.

      —Gracias. Nos vemos.

      Cada quien se dirigió a su auto, nos fuimos a descansar; y, al menos yo, a pensar en lo mucho que empezabas a gustarme.

      Llegué a casa un poco fastidiada del tráfico. Decidí comprar mi cena en la calle e ir a comerla en mi casa. Por mi cabeza no pasaba nada más que cenar y ver una serie, cuando recibí un mensaje que decía:

      —Gracias por tu amistad y tus palabras. Me la pasé muy bien, según, trabajando.

      —¿Según? —respondí mientras me preguntaba a qué te referías—. ¡Si trabajamos mucho!

      —No te creas. Ya sabes, estamos para ayudar. Trabajaré en mis problemas emocionales y no respondo si termino conquistándote. Eres una personita muy especial. Tienes una magia que no sé describir.

      —¡Qué seguro! Pues trabajemos en tus problemas.

      —Estoy dispuesto. Descansa; linda noche.

      En ese entonces asumí que estaba comenzando una relación y que ambos estábamos dejándonos atrapar en el gusto por el otro. El principio de la relación más hermosa de mi vida y también la más corta.

      BUSCANDO AYUDA

      "un gran día" me escribiste aquella noche. Iba entrando a mi casa cuando me llegó el mensaje con una foto adjunta de cuando fuimos al Instituto Cumbres, era una foto tuya y mía de ese día, el gran día.

      —¿Cómo te fue en tu guardia, Gerardino? —respondí para iniciar una conversación. Para entonces yo te llamaba “Gerardino” y no por tu nombre correcto, sólo jugando.

      —¡Te burlas de mí! No llevo nada del día de ayer a hoy. ¡Nada!

      —No es burla. Bueno, un poco.

      Me platicaste que te acordaste de mí al comer unas golosinas, ya que cuando tocamos el tema de las redes sociales, te comenté que mi nombre en ellas es una asociación de "tortuga" –un animal por el cual tengo un gusto especial– con unos dulces.

      —Hoy me comí unas gomitas y con cada una me acordaba de ti.

      —¿Porque soy "Tortugomita"?

      —Sí, y porque también te gustan. Lo sé.

      —Sí, pero prefiero las rojas. Son las mejores. Oye y… ¿Sí te ríes? Es que te veo muy serio.

      —¡Claro! Ayer traía un relajo con tu jefe y Sergio —Un compañero del trabajo— pero… ¿me veo muy serio? ¿Enojón?

      —Sólo serio.

      —Tal vez porque estoy estresado y preocupado. No he vendido nada y tengo muchos compromisos.

      —Tú, tranquilo. Vas a vender. —Intentaba darte ánimos.

      —Sí, eso espero. Hablando de ventas, te invito a cenar quisiera pedirte un favor. ¿Aceptas?

      —Muchas gracias. Claro que sí, pero, ¿qué tiene que ver la cena con las ventas?

      —Nada, pero no sabía cómo decirte.

      Te encontré en el supermercado que acordamos y nos dirigimos a un lugar que me gustaba mucho, los burritos de pastor de ahí eran deliciosos. Comenzamos a platicar y te pregunté directo al grano:

      —Bueno, ya estoy aquí. ¿Para qué soy buena?

      —Pues mira, te voy a ser sincero. Te quiero contar toda mi historia. Como ya sabes tengo hijos, pero no sólo de una mamá, son dos hijos. Yo me casé a los 33 años, pero el mismo año en el que me casé, se embarazó la mamá de mi hija y ese año nos separamos.

      —Qué relación tan corta.

      —Sí. Pero en fin, ella se arrepintió y desapareció. Me fui a Estados Unidos, donde viví 5 años, trabajé en muchas cosas; entre ellas, en una cocina. ¿Recuerdas que soy chef igual que tú, tortuguita? También trabajé en un lote de autos. La vida allá es muy vacía. Me regresé por problemas emocionales. No pude tolerar estar solo allá. El ritmo de vida es muy diferente; y la gente, demasiado materialista, desde mi punto de vista. Y la verdad me estaba ganando la fiesta. Regresé a Toluca y empecé a vender casas. Fue ahí donde conocí a la mamá de mi segundo hijo; con ella estuve más de tres años, pero fue una relación muy mala.

      Yo conocía a la mamá de tu hijo, Arely. Trabajaba en el desarrollo con nosotros, sólo que en ese momento aún no sabía que se trataba de ella.

      —Fue una relación muy tormentosa. Me llevo bien ahora con ella por mi hijo, pero nada más. Cuando terminamos nuestra relación, comenzaba a cuestionarme por qué no buscar a mi primera hija, Rocío, por sugerencia de mi hermano Ella ya tendría nueve años. Me metió la espina de que tenía que verla y lo hice. Busqué y contacté entonces a mi ex pareja. Como ambos nos encontrábamos solteros, decidimos volver a intentarlo; y así fue que regresamos. La llevé a vivir a donde vivo actualmente, pero ella era muy celosa y todo el tiempo me estaba exigiendo dinero. Tú sabes que las ventas han estado bajas y no hubo mucha comprensión, igual que la primera vez. En cuanto se acabó el dinero, se le acabó el cariño. Un buen día llegué a la casa y estaban algunas de sus pertenencias envueltas en una sábana. Era poco, sólo ropa y algunas cosas extra, ella tomó el envoltorio y se fue. Me abandonó.

      Al verte platicar realmente me conmoviste. Tu piel morena, tus ojos café claro enmarcados por tus pestañas largas y rizadas, que en ese momento reflejaban el dolor que te causaba toda esa situación. Entendí entonces por qué tantos traumas. Entendí qué era lo que pasaba en tu vida, por qué creías que no habías amado. Sé que sí amaste, pero el dolor bloqueó el bello sentimiento. No elegiste bien. Te dejaste llevar por la vanidad y la necesidad de estar con alguien, sin fijarte en los sentimientos, los valores morales y sentimentales de tus ex parejas. También entendí que a ti tampoco te habían amado. ¡Es tan simple amar a una persona cuando la elijes bien! El problema cuando elijes mal y por impulso es que las consecuencias son devastadoras para tu corazón. Vi que querías entregar todo y hacer bien las cosas, pero simplemente tus pésimas elecciones de pareja no te lo habían permitido. Digo "pésimas" porque, a mi parecer, buscaste amar, pero te correspondieron con dolor, violencia e inmadurez.

      Hay detalles detrás de estas mujeres "oscuras" que hoy conozco, pero no perderé el tiempo en mencionarlo. Al conocer estos detalles entendí en qué parte radicaba el punto débil. Soy una persona observadora y empática. Sé que ningún ser humano es perfecto y que cada quien tiene su propia versión para cada situación. Tu caso me intrigaba cada vez más.

      —¿Qué pasó después? ¿Desapareció como la primera vez?

      —No, esta vez fue diferente. Me demandó. Solicitó el divorcio –desde la primera vez estamos casados– y pidió dinero, mucho dinero que no tengo. Pienso que sólo regresó para poder hacer retroactivo el dinero de esos 9 años. Soy el menor de 4 hermanos. Mi hermano Ernesto, que siempre ha visto por mí, fue quien me ayudó y me prestó una parte. Él representa mi caso, pues es abogado. Esa mujer me mandó golpear e incluso me metió a la cárcel por una noche. Ya es posible entrar a la cárcel sólo por incumplir en la demanda de pensión a un hijo. La peor noche de mi vida. Ahí dentro escuchas de todo, gruñidos, gemidos, gritos… es horrible. Estaba dentro de una celda con otro tipo que entró por un cargo


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