El Universo, su conciencia cuántica y tu cerebro. Pedro Blanco Naveros
amigos, en la que se prolongó la sobremesa, (vivía en aquel entonces en la bella ciudad de San Cristóbal de la Laguna, en un segundo piso de un edificio de cuatro plantas), nada más acostarme para recuperar fuerzas para el día siguiente, casi adormilado vencido por el cansancio, empecé a oír un ruido como si alguien estuviese hurgando en la cerradura de la puerta de acceso a la calle, por lo que preocupado, me levanté sigiloso y me acerqué al lugar de donde procedía el ruido y efectivamente era notorio, que alguien que se encontraba al otro lado estaba golpeando la puerta con golpes no muy fuertes pero sí insistentes.
Miré por la mirilla y cuál fue mi asombro que observé lo que parecía un perro de buen tamaño sentado sobre sus nalgas, arañando la puerta con una de sus patas delanteras.
Decidí abrir la puerta aunque con algún recelo y a media apertura, un bóxer marrón oscuro me lanzó al aire un aullido lastimero, tenía un gesto de dolor en su cara, por lo que le abrí la puerta de par en par y fue entonces cuando al ponerse de pie y penetrar resueltamente en mi vivienda, advertí que cojeaba y la causa era que tenia la pata derecha visiblemente partida.
Le di un poco de agua y tendí una manta sobre el salón y con solo una pequeña indicación se tumbó de lado sobre la manta sobre su pata sana, con lo que me facilitó que pudiera hacerle un vendaje de emergencia encima de la fractura, aguantando estoico el dolor sin hacer ningún amago de querer morderme. Le eché otra manta por encima y me fui a dormir, hasta que a primera hora ayudado por un familiar lo llevamos en brazos a mi coche y lo llevé al veterinario.
Hizo falta una pequeña intervención quirúrgica para reducirle la fractura y compartió conmigo su convalecencia totalmente integrado en la familia. Cuando estuvo restablecido lo adoptó un gran amigo mío y siempre que el bóxer me veía, incluso transcurrido mucho tiempo, festejaba con gran alegría nuestro encuentro. Siempre pensé que debió pillarlo algún vehículo cerca de mi domicilio, lo que le produjo la lesión y sintiéndose herido, al verme llegar me siguió como pudo, guiándose más bien con su olfato, para pedirme auxilio.
Tampoco puedo olvidar, mientras navegaba por el mar de Alborán con unos amigos en una motora de unos 8 metros de eslora, la presencia de un delfín, muy frecuente su presencia en aquellas aguas, que aparentemente herido, se acercó a nuestra embarcación cuando estaba detenida mientras nos preparábamos un refrigerio, era evidente que estaba herido y que pedía ayuda, presentaba un enrollamiento muy tenso de hilo de nylon de pesca alrededor de medio cuerpo, que le atravesaba en gran parte la piel exterior y culminaba con un gran anzuelo que tenía clavado dentro de su boca.
Uno de mis acompañantes, médico de profesión, sin pensárselo dos veces, con ayuda de otro tripulante lo izó asiendo entre los dos sus aletas anteriores y lo depositaron en la plataforma anexa a la bañera posterior de la embarcación. Una vez allí, el médico con unas tijeras muy finas fue cortando todo el nylon que oprimía al cetáceo, mientras los demás le íbamos echando agua de mar en cantidades pequeñas por las abiertas heridas, hasta que sólo quedó el temible anzuelo. El médico siguió con su trabajo, como si supiese con certeza que el delfín no le iba a hacer ningún daño, y así fue, después de dos minutos angustiosos extrajo completo el gancho asesino, ante la pasividad total del animal, que sí expresó más de un quejido a lo largo de la laboriosa operación.
Una vez libre del lacerante aparejo, el delfín hizo varias cabriolas y piruetas sobre el agua y navegó a nuestro lado al reanudar nuestra marcha, como unos quince minutos, luego desapareció en el fondo de la inmensa mar. Aquello resultó ser un encuentro increíble entre el hombre y el segundo animal más inteligente del planeta, por delante incluso de los grandes simios, según numerosos investigadores al respecto, que se basan al afirmarlo, en el gran cerebro que poseen, (superior en tamaño incluso al de los seres humanos), en su lenguaje, su auto-reconocimiento en un espejo, uso de herramientas, capacidad de aprendizaje, etcétera, siendo famoso el delfín bautizado como K-Dog, entrenado por la marina estadounidense para encontrar minas y trampas submarinas, que mediante saltos espectaculares mostraba la posición exacta donde se encontraba el dispositivo buscado.
Otro ejemplo notable le ocurrió a un familiar cercano, era invierno y nevaba en Madrid, cuando nada más iniciar su comida de mediodía oyó ruidos en el cristal de una ventana exterior, se trataba de un periquito que golpeaba el cristal con su pico mientras luchaba contra los copos de nieve que le iban cayendo. Nada más ser abierta la ventana el periquito levantó el vuelo y se introdujo para siempre en la vivienda y nunca se escapó al exterior pese a vivir en situación de semilibertad, con una jaula con la puerta siempre abierta, de la que podía entrar y salír cuando le apeteciera.
Son otros ejemplos a incorporar a las numerosas y curiosas investigaciones que se están llevando al efecto y estoy firmemente convencido de la dignidad que merece el reino animal no humano, que comparte con nosotros este planeta.
Al margen de disquisiciones en torno a las necesidades alimentarias, en las que el ser humano ocupa la cima de la pirámide, siendo el máximo depredador de todas las especies conocidas, no propongo que nos convirtamos de la noche a la mañana en veganos, pero sí que recapacitemos acerca de nuestras relaciones con nuestros vecinos y compañeros de travesía y seamos capaces de eliminar cualquier procedimiento que lleve crueldad e indiferencia no sólo a los mataderos respectivos y a las granjas de producción, sino de primar instalaciones y procedimientos que velen por el bienestar animal y su trato ético, haciéndolo extensivo a los centros de investigación que usan a los animales para sus experimentos científicos, así como terminar de una vez con las reminiscencias medievales de muchos pueblos y culturas, que acostumbran a celebrar sus festejos con maltratos y matanzas en ciertos casos, de aves, de perros, de toros, de cerdos, etcétera, para que sirvan de jolgorio y espectáculo de sus ciudadanos.
Es evidente que se hace necesaria una reglamentación mundial que regule toda esta problemática y vincule a los países a cumplirla y al igual que existe una Declaración Universal de los Derechos Humanos, (DUDH), adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948 en París, que en 30 artículos recoge los derechos humanos que se consideran básicos, que plasmados luego en pactos y en tratados internacionales, son obligatorios su cumplimiento para los Estados firmantes, no estaría de más una declaración de los derechos de los integrantes del reino animal, no humanos, que complemente las corrientes de pensamiento de los movimientos de liberación animal y los consideren sujetos de derecho, sin confundirlo con el derecho animal que se enseña en numerosas facultades de derecho de muchos países, en donde incluso existe jurisprudencia al respecto, siendo el objeto de derecho, la naturaleza legal y biológica de los animales. No debemos olvidar que son anteriores en el filo a los seres humanos y que todos venimos del mismo origen, de la espuma burbujeante de los coacervados o yéndonos aún más lejos, de las fluctuaciones cuánticas que se producen sin cesar en lo que llamamos la nada.
Como caso más reciente, citar el ejemplo de “Cecilia”, una chimpacé residente en un zoo de Mendoza, (Argentina), que quedó sola al morir sus dos compañeros de jaula, lo que le provocó un estado depresivo con la agravante de que en su jaula nunca daba el sol. “Afada”, una asociación por los “Derechos de los Animales”, solicitó un habeas corpus, que es el procedimiento que se utiliza solo para defender a seres humanos, al considerar que comparativamente podría serle de aplicación a la chimpacé.
La jueza del caso María Alejandra Mauricio, ha sentado un precedente insólito al declarar a Cecilia como “sujeto de derecho no humano”, y no como mero objeto, propiedad de alguien, dando lugar a una jurisprudencia de reconocimiento a los derechos animales inusual por el momento.
En su sentencia, ha ordenado el traslado de la chimpacé a Säo Paulo, (Brasil), a un centro de protección de primates, (GAP), para que pueda convivir con sujetos de su propia especie.
“Si atendemos a su bienestar no será Cecilia quien estará en deuda con nosotros, sino nosotros, que deberemos agradecerle la oportunidad de crecer como colectividad y de sentirnos un poco más humanos”, recoge textualmente la jueza.
Después de este último relato, podemos concluir que vamos por buen camino.
La inteligencia cerebral
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