Diario de un escritor. Mario Escobar Velásquez
la esencia del sentimiento más entrañablemente humano.
El primero es la forma, es decir, solamente palabras. Solo eso: melifluas palabras, armónicas un poco, cadenciosas mucho, pero a la postre un vacío del sentir humano lleno de palabras.
El otro es todo sentir: es la hondura de la poesía, con todo el dolor y el calor y el amor y la pus humana.
Al primero le dieron el Nobel de Literatura. Se pregunta uno el porqué si no lo tuvo antes el segundo. Porque el verdadero poeta es Vallejo: el otro es una puta lora.
Acabada la novela. No sé cómo vaya a llamarse. Y de inmediato me copa el vacío. La obra en ejecución pide todo lo de un escritor: sus días, sus ratos desvelados en la noche, sus sueños, y hasta sus actos de amor o de pasión. La obra es un camino hacia ella misma y el caminarlo la sola razón de ser de quien la escribe.
Cuando uno la termina, se pregunta de inmediato, carente ya de camino: ¿y ahora qué? ¿Qué quiero ahora?
El vacío es que no sé qué quiero. Ando buscándolo, pero todavía no lo hallo.
En otra vez el vacío de no estar escribiendo, que es como una culpa: se asemeja un poco a la asfixia. Deberé saber cómo empiezo con los cuentos de animales, y cómo planifico una otra obra mayor. Porque así no sé vivir.
La literatura que amo, y que procuro hacer, es esa que va por las almas y los caracteres y los actos de hombres y de mujeres. Una literatura de lo excelso y de lo ruin, cuyo entorno es de necesidad, o casi, como los personajes son. Cada acto es llevado de una razón, y esta es a menudo sorprendente.
Hacer ese tipo de literatura exige saber leer en las almas y en los actos. Es una sabiduría ese saber leerlas. Ve a través de los velos, de las máscaras, de las fachadas. Para el ojo experto de un escritor la gente va desnuda.
Larga conversación con mi amigo, el dejado de su mujer a la cual adoraba: aún él no sabe por qué ella lo dejó, ni conoce a su hija que nació después de que ella dejó el hogar.
Avanza entre líneas algunas cosas confusas, como una amiga de ella que es lesbiana.
Pero entre líneas se lee algo peor que eso: el largo dominio total que ella tuvo sobre él, tan completo que ella manejaba todo el dinero que él devengaba. Al parecer la sujeción de mi amigo era total, y eso en las mujeres dominadoras conduce al desprecio. Lo he visto en demasiadas veces. Ellas aman al que se les opone. Un desprecio merecido a veces y a veces no, pero siempre otorgado a los sumisos.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.