Diario de un escritor. Mario Escobar Velásquez

Diario de un escritor - Mario Escobar Velásquez


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viejo, peludo, pequeño, y estaba cansado de no dar más de sí. Se derrengó en una partecita de acera resguardada de pisotones, y dormía con su cansancio y con su hambre, abrazándose mutuos. No era hombre, sino perro, pero tenía la miseria humana. Más llamativo de la atención él que un mendigo.

      Debió perderse. Tenía gastadas las uñas de vagar, y sucio el pelo, canoso el hocico. Un can vulgarote, con mil razas mezcladas en él, ninguna de selección, y yo hubiera dado no sé qué por volverlo a su casa.

      Lo que noté en él, descollante, era un clara dignidad, vible. Cansada como él, echada. Una dignidad de pobre.

      Me empantanó la tarde.

        

      Cuando se es rijoso y sensual, uno siempre encuentra formas nuevas, modos, maneras. La no-sensualidad será entonces la costumbre.

      Se puede creer a veces que es imposible lo nuevo: pero lo hay. Se encuentra, no gratuitamente por supuesto, sino porque se lo busca.

        

      Todas las artes bellas narran, de una manera o de la otra. Pintura, talla, escultura, música, drama, cuento, novela, quieren contar cosas. Su esencia es hacerlo. Las pinturas del hombre primitivo cuentan de sus cacerías. La serie de cuadros sobre la familia real, de Goya, cuenta quiénes eran ese rey cornudo, esa reina fea y erotómana y ese par venue de Godoy.

      La piedad, de Miguel Ángel, también cuenta. Y la Quinta sinfonía de Beethoven me dice, y yo le entiendo, de un tránsito de una vida a otra.

      Todas cuentan, pero las letras lo hacen con mayor propiedad. Pintura y escultura son un momento, sin antes ni después. La música anda, pero no es suficientemente adecuada para los matices. Pero en las letras cabe el hombre entero, con todas las cosas suyas contradictorias: coraje infinito, y ridiculez, ternura, ira, derrota, fracaso, triunfo, defraudaciones que dio y recibió.

      Y es por eso la más difícil, la literatura. Una obra literaria completamente lograda es rara, porque en ella deberán confluir demasiados elementos, y ser armónicos.

        

      Las cosas peregrinas de la fama: en Martín Edén cita su autor a algo más de una veintena de escritores y ensayistas que le fueron gratos, y que eran famosos. Yo, que soy un gran lector, de eso no hay duda, y a menos de 70 años después de él, conozco a tres. Alguno de ellos, Marx, apenas como un nombre.

      Así, pues, ¿a qué inquietarse de famas que no se tienen, y que si llegan no se conservarán?

        

      Por unos días su rostro conmigo, nítido tanto como si lo tuviera al frente. Hoy amaneció borrado. Ausente. Para recobrarlo tuve la sensación de que hundido él en un estanque yo metía la mano y lo tanteaba. La de que iba saliendo con mi empuje, y aclarando. Solo su rostro a color.

      Ahora está afuera, en otra vez, y lo veo.

        

      Cancionar. Cancionar los amores tristes, las despedidas, los abandonos. Cancionar los recuerdos, el calor de una mano, una mirada, “el beso voraz, que no olvidarás mañana”, un pecho de mujer dúplice de belleza, “unas piernas como caminos”.

      Y luego de cantarlo todo, morir como la cigarra de la fábula, dejando apenas el forro, ido todo en el canto.

        

      No he podido imaginarme como él pudo escribir algunos buenos cuentos. Conversándolo se sabe que es soso como una badea. Que quiere aparecer brillante, pero que lo que le brota es opaco y seco como cemento. Y uno piensa que necesariamente se tiene que estar muy inseguro de sí cuando se tiene ese afán de aparecer inteligente.

      Y como todo eso es desequilibrio, de ahí mi duda.

        

      Escurrirse es irse como el agua, deslizada a trocitos. Así se me ha ido en otra vez su rostro, desfijado.

        

      Cuando tengo días sin el descargue seminal, el semen me envenena todo, pero primero el cerebro. Me lo ahoga. Empiezo a ver oscuro, y me malgenio, y todo se malgenia conmigo. Me siento peor que con un millón de hormigas picándome. Nada me sabe a bien, y la cabeza me duele.

      Cuando puedo descargarme empiezo a ver otra vez pasable la vida que quise llegar a destrizarme de un pistoletazo.

        

      Pudiera servirme para pintar a uno de esos pájaros de café, que se pasan entero el día hablando y no dicen nada, creo. Por lo menos nada me dijo en ninguno de los cuarticos de hora que dediqué a oírle, y en los cuales él pavorrealiaba.

      ¿Cómo pueden, no solamente garlar por tantas horas, sino soportar la presencia de otros en todo ese tiempo?

        

      A veces dudo de ciertos espejismos, de que existan, sino dentro de uno mismo. Especialmente los referentes a los caracteres de los seres: los vemos porque los fabricamos adentros propios. Es decir que ya los espejismos son espejeados.

      ¿Cuántos así no edifiqué antes? Específicamente con mujeres: algunas al estilo de doña Dulcinea del Toboso, que no eran otra cosa que espíritus puros: ni siquiera orinaban.

      Todavía los construyo, a esos espejismos, con pechos insurgentes. Como espero demasiado de ellos, suelo defraudarme. Ellos no defraudan: les pongo lo mejor mío y pretendo que son como quedan. Pero en eso de “poner” está el espejismo: porque quiero ver puesto lo que no llevan.

      Pero nunca aprendo.

        

      Quizá los espejismos le convengan a la realidad. Cuando su estructura de pompa de jabón, es decir una nada de este y otra nada de agua y aire estalle en nadas, y solo quede una sucia chisgueteadura, esa nada estallada muestra la dureza de lo real: la belleza tangible de lo que sí está, y que la pompa reflejaba.

      Amar lo real es desoñar.

        

      “La obra alaba al hombre”.

      Proverbio irlandés

        

      “Apología, calumnia, nada significan: resbalan sobre los hechos”.

      Augusto Roa Bastos

        

      “Rápido de mente. Ojo de halcón. Andaba quieto. Comía parado. Las órdenes le llegaban viejas. Él estaba siempre un poco más adelante. Fue uno de mis mejores hombres, hasta que se convirtió en el peor”.

      Yo, el supremo, de Augusto Roa Bastos

        

      El pelo de mi niño, almagre a los reflejos. Cobre en hilos para puntas de oro. Brillos que fosforilan. Lacio. Suavecito pareciendo duro. Suelto semejando apelmaces. Como esculpido en bronces se ven los burilazos, las pátinas ocres, los óxidos bermejos, las trazas largas de miel rubia, los espejeos carmesíes. El pelo de mi niño, cambiante, cambiando del amaranto al cobre pulido. Pelo de estatua. Crin de centauro, madeja de tantas puntas, agujas amarillas, pajas de los trigos de Van Gogh, hilos de estrella. Lo miro y lo miro-miro hecho del lucerío de una llama bermeja, del color de una zorra jara. Casco, escudo, felpa, lugar para mis manos.

        

      Su manita moviendo adioses, cuchillo tan grande cavándome. Su manita, pico de cuervos y yo Prometeo devorado. Su manita agitándose suavísima, y cayéndome en avalancha de rocas heladas. Sequita, mojándome hecha ventiscas, granizadas, incontinencias de los lacrimales derretidos. Su dulce manita diciéndome adioses, quebrantándome.

        

      Es la ineficacia. La insignificancia que aspira, desengañada. Las ganas de obra, sin obra. Los cincuenta comités, las cien reuniones, los mil telefonazos. Es la inseguridad aparentando aplomo. La arrogancia hacia abajo.


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