El don de la diosa. Arantxa Comes

El don de la diosa - Arantxa Comes


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      Primera edición.

      El Don de la Diosa. La huida.

      © 2019, Arantxa Comes

      © Onyx Editorial www.onyxeditorial.com

      © Diseño de portada: Munyx Design

      © Maquetación: Munyx Design.

      © Corrección: Nieves Villalón.

      ©Ilustraciones personajes: Ariadna Guillem (Arilicious).

      ©Ilustración mapa: Adrià Voltá.

      ISBN: 978-84-120160-6-2

      Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito del autor.

      Índice

       Primera parte

       EL MONSTRUO

       Segunda parte

       EL INCIDENTE

       Tercera parte

       LA DESAPARICIÓN

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      GLOSARIO (por orden alfabético)

      ANOMALÍA: ser que posee una parte del poder de la Magia.

      BIRBERRIO: instrumento de viento típico en la sociedad draiziana. Actualmente, ya no se utiliza para el entretenimiento, sino que su función es estrictamente militar: avisar del inicio de conflictos armados.

      DANÍAN: significa «guía» y «ser que dirige sin dominar». Máxima autoridad en Núcleo.

      DANORNIAM: significa «poder compartido con los demás y cedido a un ser valiente del pueblo». Es el derecho a guiar que ostenta el danían. No es hereditario, sino que cualquiera puede aspirar a él, siendo sucedido a quien más preparado esté. Es habitual que este poder se le conceda a un draiz.

      DRAIZ: especie racional que convive con los seres humanos.

      HARUM: significa «nacido entre dos mundos» y se les denomina así a los descendientes de la unión entre draizs y seres humanos.

      KALENTE: significa «líder». Son cinco y se encargan de dirigir los sectores más importantes de la ciudad: justicia, militar, artesanía, mensajería y erudición.

      LILAB: significa «pareja» o «compañía».

      LIMAN: significa «fortaleza» entre otras acepciones. Es el edificio central de la ciudad de Núcleo, cuyas primeras plantas están destinadas al servicio público (biblioteca, sala de reuniones, talleres…) y las últimas a las dependencias privadas de los líderes.

      MALÍ: significa «educadora».

      NELIM: significa «vida». Exactamente, la que se siente a través de las sensaciones, de los detalles… El sentimiento hacia los seres queridos o hacia uno mismo.

      SIENCO: significa «alianza».

      A Euge y Laura, por mantener vivas mis palabras y ser la fuerza que a veces me falta.

      A quienes combaten la desigualdad y no le dan la espalda al mundo, porque sois esperanza.

      El futuro nos tortura y el pasado nos encadena. He ahí por qué se nos escapa el presente.

      Gustave Flaubert

      Primera parte

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      EL MONSTRUO

      Hace 22 años

      El llanto del niño se convirtió en su sentencia de muerte. O más bien fue el fulgor dorado que envolvía todo su cuerpo como una membrana celestial. Berreaba y berreaba, extendiendo los bracitos hacia el cielo. Pero los otros no estaban convencidos ni de su propia existencia, así que prefirieron no arriesgar la nueva vida que latía bajo sus pechos por aquel extraño bebé.

      Se observaron las manos en un atisbo de curiosidad y terror. Efectivamente, eran sus manos. El joven las reconoció de inmediato por aquella cicatriz blanquecina y alargada que recorría parte de su pulgar. La joven, porque le faltaba el dedo meñique.

      Estaban vivos. Estaban allí.

      ¿Dónde?

      Allí era la única conclusión que eran capaces de razonar. Pero aquel detalle poco importaba, porque estaban vivos. Porque lo habían conseguido. La joven sonrió, sintiendo el barro reseco que manchaba su piel cuartearse en sus mejillas al ampliar el gesto. Él le respondió abriendo los brazos. Ella dio un paso con la intención de fundirse en un largo abrazo, cuando otro llanto, diferente al del bebé dorado, pero también de un recién nacido, se propagó desgarrado a lo largo de la pradera verde.

      Se volvieron hacia los lloriqueos, confusos y alerta. Cerca de ambos, un grupo de personas se observaban temblando, alejándose desconfiadas las unas de los otras. Algunos presentaban profundas heridas sangrantes, otros estaban completamente empapados y la mayoría de ellos se aferraban a sus propios cuerpos con la mirada aterrada y nerviosa puesta en todas partes.

      —Basil.

      El joven se volvió hacia su esposa, quien, al oír su propia voz, no pudo evitar llevarse las manos al cuello. Había sonado alto y claro. ¿Esperaba encontrarse con un sonido más gutural? ¿Tal vez muda? No solo estaba viva, sino que al parecer mantenía todos sus sentidos y facultades intactas.

      —Basil —repitió con más convicción.

      —Fiama —le respondió él, buscando en su interior el mismo valor que había encontrado la joven para levantar la voz.

      —Tenemos voz. Oh, por favor, ¡estamos vivos!

      Fiama rio sin contenerse y el resto, cada vez más próximo a ambos, se detuvo ante la estruendosa carcajada. Basil soltó una risita y luego miró al grupo de personas que seguían sin saber cómo reaccionar. Un adolescente, tal vez de dieciséis años, se giró hacia su acompañante, se llevó los dedos índices a la comisura de sus labios y estiró hasta formar una mueca horrenda que pretendía imitar una sonrisa. La mujer a su lado le revolvió el pelo y le contestó en un idioma que Basil no supo reconocer.

      —¿Hay alguien que hable mi idioma?

      En algún momento el bebé dorado se había callado, instante perfecto que el joven aprovechó para repetir la pregunta, aún más fuerte. Aquella insistencia provocó que varias personas huyesen veloces en direcciones distintas. Confusa, Fiama observó a la mujer que corría con un bebé en brazos —el que había acompañado con su llanto al dorado—. Sus ojos, del más puro gris, se enturbiaron como el agua sucia y, por fin, entendió.

      —Amor, ¿qué sucede? —Basil alzó una mano buscando reconfortarla, pero ella lo interrumpió.

      —Nuestro hijo…

      Hijo. La palabra clave que esclareció la confusión y terminó por despejar los restos de bruma que habían empañado cada uno de sus recuerdos. Sí, estaban vivos. Él y su amada Fiama. Pero aquello no era lo único importante.

      Lo importante era por quién estaban vivos.

      —¿Dónde está?

      El


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