El libro de Lucía. María Lucía Cassain
que dominemos el carácter que, al contrario, este nos termine por dominar y he llegado a esta conclusión porque he visto muchas veces ánimos exacerbados que terminaron por crear situaciones que luego no tuvieron retorno.
La ira es el gran problema, o mejor dicho, el desmanejo de la ira, porque en realidad ese feo sentimiento puede invadirnos en cualquier momento, inesperadamente. Me ha ocurrido y allí fue muy buena la aparición de mis dos fieles amigas Prudencia y Paciencia (a quien incorporo aquí), ya que ellas fueron capaces de inspirar soluciones diría que tangenciales que, las más de las veces, resultaron las adecuadas para alejarme del abismo al que conduce casi inexorablemente la ira. Tal vez alguien que lea estas páginas pueda recordar algún consejo que le brindé cuando atravesaba una profunda crisis, hasta el punto de que le ofrecí prestarle un juego de esposas imaginario por si en su mente se cruzaba querer matar a alguien.
Mi abuelo
Y aquello de la raza hispana que descubrí en aquel viaje de estudios me recuerda a mi abuelo materno Joaquín Manuel García, a quien su familia en Asturias lo despachó para la Argentina junto a su hermano José, con solo 13 o 14 años de edad, para evitar que ellos, en ese tiempo posiblemente, fueran a luchar en la guerra de Marruecos. De esto me anoticié siendo pequeña y tal circunstancia me inspiró siempre un gran respeto. ¡Qué decisión extrema debió tomarse en esos momentos!
Esta situación por cierto eleva mi orgullo de esa descendencia porque muchas veces, sin la posibilidad de haberlo podido preguntar a tiempo por mi inmadurez, mi abuelo murió el día en que cumplí quince años, ya siendo una adulta, he pensado en la soledad y el desarraigo que debieron sentir mi abuelo y su hermano siendo tan jovencitos y sin embargo, pese a la todo lo que ahondado en mis recuerdos, no registro siquiera un lamento de aquella situación por la que debieron haber atravesado. Mi abuelo y su hermano José no pudieron regresar a España. Qué se puede decir…?
Viene a mi memoria que mi abuelo estudiaba un diccionario y con un lápiz escribía en hojas de cuaderno sueltas, con una letra hermosa. Yo tendría cuatro años y lo admiraba, me encantaba verlo estudiar y luego escuchar cómo transmitía sus conocimientos.
En mi poder tengo una foto que documenta estos hechos, mi abuelo sentado en un sillón de jardín y mi personita vestida de bailarina clásica con rodete a su lado, junto a mi hermano Enrique que lucía el traje de gaucho y más atrás Joaquín con esa inmensa sonrisa que lo caracteriza.
Aquel diccionario (que aún lo conservo) va a mudarse desde mi despacho en el Tribunal para ocupar próximamente un lugar privilegiado en la biblioteca de mi hogar, ya que ese libro es para mí la mejor expresión de un “autodidacta”, calificativo que también siento que me alcanza en muchos sentidos.
Y digo esto porque, a diferencia de mi actitud de enseñar siempre a quienes me rodearon en el trabajo y en mi casa, o de invitar a profundizar algún tema en forma conjunta, en reiteradas oportunidades sentí la soledad en aquel, la soledad del autodidacta porque hay muchas personas que no trasmiten sus conocimientos por temor a competir o ser superados por los otros y por ello debí resolver muchas situaciones asumiendo el riesgo de equivocarme. Por suerte no me fue mal.
También aprendí que, pese a ser un buen mentor y con el tiempo, a veces se producen desilusiones. Alguna vez escuché una frase tan procaz como aquella de que “no había que avivar giles”... con la que por supuesto nunca estuve de acuerdo y, sin embargo, frente a algún profundo dolor vino a mi memoria aquella frase. En fin, dolores del alma…
Hace días que no escribo, realmente estuve muy ocupada con mi trabajo, mi papá, mi marido, mi hija, mi nieta y además tuve que ir a un lugar para sacarme una foto para Obama, y dejarle mis impresiones digitales. Dicho sea de paso, me imagino y quiero creer que este hombre Barak sabrá quién fue Juan Vucetich, que nació en Croacia, se nacionalizó en la Argentina y contribuyó en la identificación de las personas, a lo largo de toda su vida. Se entiende que esto es un chiste, que sigo con los trámites del permiso para ir a Estados Unidos y el martes voy a la entrevista final en el Consulado y en ese momento me dirán qué resolvió Barak Obama respecto de mi persona.
Desde ya que Tolerancia 0 se volvería loca si le dijeran que no, pero no logro imaginarlo seriamente. Veremos qué ocurre.
Un fin de semana, el abandono y otras cosas
Hoy es sábado, estamos en casa, en familia, esperando a Mia (la nieta mayor) para ir a cenar, mañana me ocuparé de ver cómo le va en la escuela y si fuera necesario evalué en estos días contratar a una docente para apoyarla. La observo como bloqueada y lo bueno fue advertir, no obstante, que con atención y dedicación responde a las tareas, diría que, como ocurre con la mayoría de las personas, la respuesta positiva es al amor, a la atención que le dispenso, y qué placercito me produjo durante nuestro trabajo hace unos días su contracción a este.
Seguramente, seguiremos con los sinónimos y los antónimos y no sé con qué otras cosas, porque vamos descubriendo juntas lo que hay que estudiar y me causa mucha gracia en ese contexto la importancia que le da, al subrayado de los títulos y la elección de los colores (me recuerda a mi hija Lula cuando tenía su edad y aún también más grande) y seguramente yo tampoco fui ajena en mi niñez a esos detalles, que creo que hablan de la femineidad de las tres, lo que me encanta.
Enseñarle a Mia a amar sus útiles de la escuela es trasmitirle a su vez que esas cosas, llámense libros, cuentos, cuentas, pueden ser también herramientas y fuentes de placer en su vida y ni qué decir si logro que además aprenda a dibujar y a pintar, porque siento que, si fomento su creatividad, ella será el mejor recurso con el que podrá contar en el futuro, un espacio en el que encuentre un refugio para tanta desazón e inseguridad como la que sufre y la rodea.
Es tan chiquita, como lo fui yo, tiene tantas carencias que no se llegan a explicar y menos aún puede ella entenderlas, tiene esos agujeros que como a otros, léase mi Daniel como un ejemplo, le son imposibles de superar aun con el paso del tiempo y el amor que recibió, recibe y seguirá recibiendo, sin dudar.
No es sencillo para nadie, en ningún tiempo sentirse abandonado, ni siendo chico ni siendo grande, y esto que también forma parte de las injusticias de la vida son cosas que entristecen a Tolerancia 0.
Hablando de cuando era chiquita, con los chicos de la cuadra en la que vivía formamos un conjunto musical, tendríamos unos 9 o 10 años, en realidad solo cantábamos canciones folklóricas como las clásicas “sapo cancionero” o la “zamba de mi esperanza” y nos habíamos autotitulado como el conjunto Estrellita, con el que debutamos en el Club Social de Villa Sarmiento.
Mi hermano Enrique por su parte había formado otro conjunto, los Intihuasi, pero ese grupo, además, tenía bombo y guitarra para acompañarse y cantaba lo mismo que nosotros o algunas cosas más, lo bueno era que pasábamos muchísimas horas ensayando y eso nos hacía muy bien a todos, nos sentíamos importantes.
Siguiendo con lo artístico, cuando empecé a tocar el órgano le propuse a mi hija Lula hacer algo juntas, es decir, que yo tocara y ella cantara (fue un tiempo a estudiar canto) y, empezamos a ensayar el tema de la película Titanic que fue el primer tema que me enseñó mi profesora.
En ese momento le conté la historia de mi conjunto Estrellita y demás está decir que se mató de risa, por lo ridículo que le parecía el nombre y me propuso que, nuestro dúo se llame Estrellita y Estrellada, y por supuesto, se encargó de decir que yo iba a ser la segunda.
Bueno, no pudimos concretar nada porque yo me eternizo en algunas notas que me gustan, por cierto la dejo sin aire y entonces no puede cantar, y aquí terminó nuestra idea del dúo. Ella dejó de cantar y yo abandoné el teclado y ahora me cuesta un horror volver a recuperar la memoria de los dedos. En fin, como el Titanic, nos hundimos en el océano y no creo que ya podamos encontrar algún collar en sus profundidades, por lo menos juntas.
Este tema de tocar el órgano es una materia pendiente porque comencé el estudio con muchísimo entusiasmo. Mi profesora Victoria no pudo tener la mejor idea que enseñarme los temas de películas hermosas y famosas,