Videojuegos. Rafael Rodríguez Prieto

Videojuegos - Rafael Rodríguez Prieto


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su relevancia un poco más, el último gran bombazo participativo de videojuegos para espacios públicos fue Dance Dance Revolution. La cumbre de un fenómeno esencial en los arcades: el agolparse delante de la máquina para ver jugar a gente más experta que uno mismo. El carácter exhibicionista de este juego fue la clave de su éxito. La mecánica era simple: cuatro botones direccionales en los pies para que el jugador los pulsara al ritmo de la música, según aparecían flechas en pantalla. Ello permitió verdaderas demostraciones de habilidad que atraían a mirones alrededor de las máquinas. Su simple sistema de juego, además, fue el precursor de éxitos posteriores de juegos de habilidad y sincronización como Guitar Hero.

      No incluir la saga Pokémon en esta lista sería una osadía. ¿Por qué incluir estos títulos para Gameboy Color, que introducían un nuevo héroe ajeno a la famosa serie de animación? Seguramente por la maestría con la que Nintendo preparó una secuela de este estilo «anticuado» cuando el siglo XX agonizaba. La compañía japonesa pareció contentar a todos los incondicionales (y además ganar jugadores nuevos) con las versiones Oro y Plata de este juego que, además incluía nuevas mecánicas de minijuegos y, sí, un enfrentamiento con Ash, el protagonista del juego original. Seguramente sea la última entrega en aportar nuevos pokémon que los no fanáticos de la saga recuerden.

      De vez en cuando llegan a los videojuegos ideas realmente novedosas que revolucionan el mercado y generan ventas masivas inesperadas. Tras dominar la estrategia en PC con SimCity y posteriores juegos derivados (Sim Earth, Sim Ant…), Will Wright volvió a encontrar el camino del éxito con una idea en apariencia simple: un simulador de la vida. Sin aventuras espaciales. Sin ejércitos medievales. Sólo el día a día, sin condiciones de victoria. Una idea, que como suele ocurrir casi siempre, tiene su antecedente en el poco conocido Little Computer People de 1985 y que el propio Wright ha citado como principal influencia.

      Un juego absorbente, aunque a menudo frustrante, cuya mecánica ha ido ajustándose poco a poco, creando una franquicia que continúa en la actualidad, pero que ya desde su primera encarnación consiguió ganar en reconocimiento de marca incluso al frenético Diablo 2, el programa que popularizó el juego online. Todo ello a pesar de lo complejo que podía llegar a ser que tu personaje no se deprimiera constantemente por su trabajo, la suciedad de su piso o su lamentable vida social. Vamos: como creado a medida de la mayoría de jugones.

      Heredero en mecánica del ya nombrado Dance Dance Revolution, este juego consiguió algo que parecía difícil: que miles de hogares invirtieran dinero en un periférico, un hecho que se había probado no siempre con éxito en el pasado (especialmente recordado es el fracaso del Shadow of the Unicorn (1985) para Spectrum y su extensión de memoria). La sensación de sentirse una estrella del rock, posiblemente uno de los sueños más populares entre los jóvenes de todo el mundo junto a tener un pase VIP a la Mansión Playboy, fue la clave de un éxito que generó numerosos imitadores, como el popular Rock Band o el más de nicho DJ Hero, y muchos más vídeos de youtubers que demostraban tal habilidad y maestría del juego que muchos se preguntaban si no era más práctico directamente aprender a tocar una guitarra de verdad.


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