Conexiones de la salud global. Diana Benavides Arias
humano-animal-ecosistema. Para intentar dar respuesta a este interrogante se plantea un modelo de articulación (figura 1). Este parte del territorio como imperio biogeográfico (para el contexto de las agrociencias sería el trópico, particularmente el neotrópico), pero incluye la dimensión sociocultural de los humanos que habitan dicho territorio. Por lo anterior, los dos principales pilares que sustentan este territorio serían la nueva ruralidad y la agricultura tropical, que gracias a sus contextos y problemáticas locales, regionales y su efecto global surgen los otros pilares, que son la bioeconomía y la innovación. Como ejemplo de la articulación entre la agricultura tropical y la innovación aparecen la agricultura sostenible y, más recientemente, la agricultura climáticamente inteligente (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, 2017). El modelo postula que las interfaces se pueden abordar de manera transversal en el territorio neotropical, considerando sus características inherentes, como sus condiciones climáticas y ambientales y de desarrollo, en las que la interfaz como tal puede ser considerada como innovación. A continuación se desglosan cada uno de los pilares de las agrociencias y su posible relación con las interfaces ecosistema-humano-animal.
FIGURA 1
MODELO DE ARTICULACIÓN DE LAS AGROCIENCIAS CON LAS INTERFACES ECOSISTEMA-HUMANO-ANIMAL
Fuente: Soler-Tovar (2015).
Ahora bien, según la RAE (2017b), el territorio se puede definir como:
[...] porción de la superficie terrestre perteneciente a una nación, región, provincia, etc. || Campo o esfera de acción || Circuito o término que comprende una jurisdicción, un cometido oficial u otra función análoga. || Terreno o lugar concreto, como una cueva, un árbol o un hormiguero, donde vive un determinado animal, o un grupo de animales relacionados por vínculos de familia, y que es defendido frente a la invasión de otros congéneres.
Por otro lado, autores como Geiger, citado por Valbuena (2010), lo definen como el “área (incluyendo tierras, aguas y espacio aéreo) siempre con la posesión de una persona, organización, institución, estado o país”. Este autor describe el territorio como un conjunto de tradiciones geográficas, que van desde lo físico hasta la social (figura 2), y, por ejemplo, la primera, considerada como la superficie terrestre, incluye la “interfase” (mírese que el autor usa la palabra con s, lo cual es inadecuado) entre litosfera, atmósfera e hidrósfera.
FIGURA 2
TRADICIONES GEOGRÁFICAS QUE CONFIGURAN EL TERRITORIO
Fuente: Soler-Tovar (2015).
No obstante, lo anterior no abarca plenamente las múltiples dimensiones del concepto de territorio. En este sentido, Llanos-Hernández (2010) postula al territorio como:
[...] concepto teórico y metodológico, que explica y describe el desenvolvimiento espacial de las relaciones sociales que establecen los seres humanos en los ámbitos cultural, social, político o económico; [es además el] conocimiento que se construye en la(s) disciplina(s) social (es), tomando en cuenta que sus contenidos cambian conforme se transforman las relaciones sociales en el mundo. (p. 207)
Esto se ha resumido en el concepto de mundos relacionales. Adicionalmente, a las diferentes aproximaciones para conceptualizar el territorio se debe sumar la diferenciación entre este último y el enfoque, abordaje o perspectiva territorial, la cual se refiere “a una manera de tratar fenómenos, procesos, situaciones y contextos que ocurren en un determinado espacio (que puede ser demarcado o delimitado por atributos físicos, naturales, políticos u otros) donde se producen y se transforman” (Schneider y Peyré, 2006, p. 85).
Después de haber conceptualizado el territorio, es necesario explorar la articulación entre este y las interfaces. Sin embargo, al desarrollar la consulta documental en el contexto neotropical, solo se encuentra lo publicado por Gutiérrez, Granados y Piar (2007): “las relaciones entre hombres y animales han sido variadas y crecientes. A lo largo de la historia los animales han sido utilizados como protección para el hogar o el territorio” (p. 164). Esta visión es netamente utilitarista, se basa en la relación humano-animal, y está muy poco asociada a la intencionalidad del concepto de interfaces.
El segundo pilar de las agrociencias es el de la nueva ruralidad, la cual surge en los nuevos escenarios en las Américas, donde, por ejemplo, el 40 % de la población rural en edad para trabajar ha estudiado menos de cinco años; al mismo tiempo, esta población tiene mayores índices de pobreza y sus ingresos laborales son reducidos en comparación con la población urbana con la misma edad, pero con más años de estudio (Comisión Económica para América Latina y el Caribe, 2010). Adicionalmente, la nueva ruralidad se conceptualiza como una necesidad ante la acentuación de desequilibrios en el medio rural, la necesidad de generación de ingresos y de combatir a la pobreza, el reconocimiento del potencial existente en el medio rural para el desarrollo y la creciente importancia del desarrollo focalizado en unidades territoriales (Echeverry y Ribero, 2002; Gómez, 2001).
La nueva ruralidad incluye como fundamentos básicos: el desarrollo humano como objetivo central del desarrollo; el fortalecimiento de la democracia y de la ciudadanía; el crecimiento económico con equidad; la sostenibilidad del desarrollo; el desarrollo rural sostenible más allá del enfoque compensatorio y asistencial, y el capital social como sustento de las estrategias de desarrollo (Echeverry y Ribero, 2002). Además, la nueva ruralidad y su relación con el territorio se caracterizan por la multifuncionalidad de la agricultura y el papel de los sujetos sociales, desde el enfoque de los sujetos rurales (Grajales y Concheiro, 2009).
Al intentar articular la nueva ruralidad con las interfaces en el neotrópico, no es evidente la posible articulación. De cualquier manera, Breilh (2010) plantea:
[...] mientras que en el campo apareció lo que hemos denominado la nueva ruralidad neoliberal caracterizada por una transnacionalización de la economía agraria y pérdida de soberanía; una marcada tendencia a la monopolización de tierra y agua, así como concentración de crédito; una intensificación tecnológica hacia una reprimarización productiva (es decir los vastos monocultivos para la agroexportación); una descomposición de las relaciones sociales ancestrales y comunitarias con la pérdida creciente de los patrones culturales y su diversidad; todo lo cual conlleva lo que se ha llamado una desagrarización del campo. (p. 96)
De lo anterior llama la atención cómo las interfaces ecosistema-humano-animal, influenciadas por la cultura y la diversidad inherente a los países del trópico, pueden ser afectadas negativamente por la nueva ruralidad neoliberal.
El tercer pilar es la agricultura tropical; se llama así no solo porque se ubica en el trópico, es decir, en la franja ubicada entre las latitudes 23,5° N y 23,5° S, sino también porque ofrece al mundo el 33 % de la tierra arable, el 25 % de los cereales, las frutas y vegetales y el 20 % de la carne. Por lo tanto, su importancia para alimentar al mundo es indudable y más aún en esta zona que reúne al 40 % de la población mundial (Centro Internacional de Agricultura Tropical [CIAT], 2013).
A pesar de las limitaciones que enfrenta la agricultura en los trópicos, es una vasta región considerada como un mundo lleno de promesas, donde la agricultura, con la ayuda de la ciencia moderna, puede contribuir sustancialmente a reducir el hambre y la pobreza (CIAT, 2013). En este sentido, por ejemplo, desde 1967 existe el CIAT, con una de sus sedes en Palmira (Valle del Cauca, Colombia). Entidades como esta buscan, con base en el desarrollo científico y la implementación tecnológica, impactar positivamente sobre los sistemas productivos agrícolas y pecuarios de dicha región.
El mejor ejemplo de cómo se articulan las interfaces con la agricultura tropical es la experiencia de entes multilaterales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el abordaje de enfermedades infecciosas compartidas entre humanos y animales de ocurrencia relativamente frecuente en el trópico. Este es el caso de la influenza, que involucra como principal factor de riesgo la exposición directa e indirecta a animales vivos o muertos o a ambientes contaminados.
Por otro lado,