La izquierda legal y reformista en Colombia después de la Constitución de 1991. Jorge Eliécer Guerra Vélez
quehacer político.
En lo que toca al gran acontecimiento que significó la Constitución de 1991, ninguna de las fuerzas que para entonces conformaban el sistema político sabían qué cambios y obstáculos afrontarían, ni cuál sería el recibimiento por parte del soberano. Lamentablemente no todas las guerrillas llegaron a la cita con la paz. Por convicción, experiencia, o por falta de tacto, las farc, el eln y otros grupúsculos desecharon la invitación a participar en la Asamblea Constituyente —lo mismo hicieron otras fuerzas legales de izquierda—, dándoles argumentos a los detractores del régimen que estimaban que una reforma de esa índole no implicaba el fin de la inestabilidad del país. Aun así, la Asamblea contó con una gran participación de las fuerzas vivas del país, y el resultado estaba ahí. De la nueva Constitución eran coautoras algunas organizaciones y líderes de la izquierda legal y reformista. Su papel fue el de contribuir a ensanchar la oferta política, priorizar la paz, promover el reconocimiento de la pluralidad y fomentar la labor social que el Estado les adeuda a las grandes mayorías; al tiempo que el de custodiar la Constitución contra los reluctantes que ella tendría dentro y fuera del régimen.
Un ciclo se cierra y otro se abre con las elecciones parlamentarias y presidenciales de 1990. Extensión del proceso de descentralización iniciado por Betancur Cuartas y de apertura del régimen tras la aparición de la Unión Patriótica (up), dichos comicios generaron la idea, mucho más que en los de 1986 y 1988, de que el bipartidismo había entrado en crisis y que ante un erosionado sistema de partidos era urgente un nuevo contrato político. Este corrió por cuenta de dos movimientos de estudiantes universitarios, el uno ligado al liberalismo y el otro a la izquierda, más específicamente a las canteras del epl, con su llamado a claudicar la Constitución de 1886, a pesar del pírrico interés de los gamonales políticos. En las elecciones presidenciales de mayo, signadas por la sangre vertida de tres candidatos y la elevada abstención, la cifra relevante fue la de esos más de setecientos mil votos conseguidos por Antonio Navarro Wolff, que lo convirtieron por casi una década en el potentado de los territorios de la izquierda legal y reformista, y que situaron a la ad m-19 en un histórico tercer lugar. Para las elecciones de 1992 era notable la dispersión de dicho movimiento a falta de reglas claras que pudieron quedar resueltas de haber tenido lugar un primer congreso. Siendo así, los comicios de 1994 solo confirmaron los errores y las candideces; las posiciones ambiguas y la cuasi megalomanía en que fueron entrando algunos de sus dirigentes cerraron otra página de la izquierda legal y reformista.
1 Debe recordarse que la socialdemocracia de los últimos treinta años se caracteriza ya no solo por el reformismo y la acción parlamentaria que la distinguió luego de la escisión con el comunismo antes del crac de 1929, sino también por la aceptación y su no injerencia en el libre desarrollo del mercado. Si bien el ejemplo de los países nórdicos será el más aplaudido, son los ejemplos de Francia en la era Mitterrand (1981-1995), de Inglaterra con el arribo del New Labor inglés, en cabeza de Tony Blair (en 1997), y de Alemania con el Partido del Socialismo Democrático (psd), de Gerard Schröder (en 1998), los que sirvieron de referentes mundiales. Quizás el teórico representativo de esta corriente mejor conocida como tercera vía es Anthony Giddens.
Segunda parte
La búsqueda de la paz, factor de afinidad de las izquierdas
A pesar de las aprensiones que de la Constitución tuvieron la Corriente de Renovación Socialista (crs), la Unión Patriótica (up), el Partido Comunista Colombiano (pcc), o el Movimiento Obrero Independiente Revolucionario (moir), que estimó que la nueva Carta traslapó “la soberanía como de las áreas estratégicas de la nación en manos del gran capital”,1 ella fue el instrumento que facilitó la supervivencia y la notoriedad de fuerzas opositoras al bipartidismo, especialmente de izquierda. Dos décadas atrás se trató de una oposición “institucional”, la expresión es de Mauricio Archila, con mejor aceptación puesto que emanó en el liberalismo, con el Movimiento Revolucionario Liberal (mrl),2 el cual, explica Mauricio Botero, “contuvo durante años los cuadros que luego irían a la lucha armada”,3 ejemplo Camilo Torres Restrepo, quien perteneció a sus Juventudes; o en el conservatismo, con la Alianza Nacional Popular (Anapo). Esto en el marco del Frente Nacional, y que haría decir a Daniel Pécaut4 que finalmente no fue tan excluyente, ya que dio “la posibilidad para la izquierda de tentar fortuna, siempre y cuando lo hiciera bajo la bandera de un partido tradicional”.5 Solo que allí también se “nutrió” la izquierda armada, precisa Mauricio Archila. Y si el mrl se emancipó un breve lapso de su casa matriz o la Anapo llegó a ser censurada, las jerarquías partidistas y económicas no los rechazaron por completo, ya que aquellos buscaron mayor distribución de la burocracia y de la participación de otras fuerzas, no la revolución.
La izquierda asistió a las elecciones de 1994 con la Alianza Democrática m-19 (ad m-19), con una corajuda up, con el moir, aliado con fuerzas locales y a punto de la consunción por falta de militantes. Como se dijo líneas arriba, la Constitución también les abrió las puertas a fuerzas que reivindicaban aspectos de la identidad o la tradición ancestral, como las que representaban las comunidades negras e indígenas. Estas últimas participaron en la Asamblea Constituyente enviando tres delegados, uno de ellos a nombre del Movimiento Armado Quintín Lame (maql) que se había desmovilizado comenzando 1991.6 Aunque estos no representaban a los cerca de cien7 pueblos que bajo la clasificación de indígenas existen en Colombia. Con la candidatura a la vicepresidencia (figura eliminada en 1910, y restituida por la Constitución de 1991) del dirigente de la Alianza Social Indígena (asi)8 y miembro de la comunidad páez, Jesús Piñacué Achicué, Antonio Navarro le envió a la opinión el mensaje de que seguía al pie de la letra el espíritu de la nación pluriétnica y pluricultural consignada en la Constitución,9 pero aun así su aspiración presidencial naufragó.10
La decepción que tuvieron quienes enaltecieron la ad m-19 sin pertenecer a la izquierda fue menor a la de quienes declaraban a secas militar en este campo político-ideológico. Jactancioso de su liderazgo, Navarro no midió su negativa a encabezar una lista única al Senado, dejándole la operación de organizarse a quienes aspiraron al Congreso; en vano él buscó acuerdos mínimos que les permitiera a estos actuar mancomunadamente.11 Lo sorprendente no fue que la ad m-19 retrocediera en número de votos, sino que avalara doce listas, prueba fehaciente de su desbandada.
1 Entrevista a Jorge Robledo Castillo, senador 2002-, dirigente del moir, el 7 de febrero del 2008, Bogotá.
2 Creado en 1960 por Alfonso López Michelsen, presidente de Colombia de 1974 a 1978, hijo del expresidente Alfonso López Pumarejo (1934-1938 y 1942-1945). López Michelsen derrotó al conservador Álvaro Gómez Hurtado, hijo del expresidente Laureano Gómez Castro (1950-1951), y a la anapista María Eugenia Rojas, primera mujer candidata a la Presidencia, e hija del expresidente y general Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957). En 1997 López Michelsen promovió la idea de una nueva Constitución.
3 Mauricio Botero (El mrl, 1990), citado en Archila, Mauricio. Idas y venidas, vueltas y revueltas. Protestas sociales en Colombia 1958-1990. Bogotá: icanh y Cinep, 2005, p. 358.
4 Según González, Bolívar y Vázquez, Daniel Pécaut ha subrayado “el carácter pacificador y civilizador del Frente Nacional”, al tiempo que admite el “problema de articulación entre las demandas sociales y su representación política”, pero, precisan los autores, no hay que olvidar que ese pacto bipartidista lo que hizo fue “disociar al conflicto partidista del conflicto social”. Algo similar estima Francisco Leal Buitrago, igualmente citado por estos, y para quien el Frente Nacional logró la “desmilitarización del conflicto entre los dos partidos” sin un alcance en la sociedad en su conjunto (ver González, Fernán, Bolívar, Ingrid y Vázquez, Teófilo. Una mirada histórica del desarrollo político de Colombia como trasfondo de la violencia, pp. 289-294. En Violencia Política en Colombia. De la nación fragmentada a la construcción del Estado (pp. 259-314). Bogotá: Cinep,