La izquierda legal y reformista en Colombia después de la Constitución de 1991. Jorge Eliécer Guerra Vélez
tradicionales “renovaron” el Congreso con nuevas caras, aunque curtidas en la política a nivel regional y local, la ad m-19 perdió reciamente en razón de ese acuerdo de los asambleístas. Ausentes del debate parlamentario y concluido el certamen constitucional, fue descolorido su protagonismo para animar el movimiento al cual adhirieron. Las elecciones regionales y locales del 8 de marzo de 1992 corroboraron el atasco (véase tabla 2.1). Las alianzas ocasionales le sirvieron de componendas burocráticas, pero no de afianzamiento, y las que estableció con representantes de las elites lo perjudicaron. Los balances, la reconciliación nacional y la consolidación de la democracia pasaron a un segundo plano para una militancia más urgida en conocer el cómo sus directivas asumirían la crisis y proyectarían el avenir de la ad m-19. Concerniente a otras fuerzas de la izquierda, la situación no fue por lo tanto mejor. Si buscaron a nivel local o regional conseguir lo que les era huidizo, a nivel nacional los resultados mostrarían la amplia ventaja de los partidos del régimen. Algo verdaderamente prodigioso es que, pese a los riesgos, la up presentó candidatos y algunos resultaron elegidos.
Tabla 2.1 Elegidos por la izquierda en las elecciones locales del 8 de marzo de 1992
Partido o movimiento político | Alcaldes(Inscritos – elegidos) | Concejales(Inscritos – elegidos) | Diputados(Inscritos – elegidos) |
Alianza Democrática m-19 | 87 – 1 | 705 – 251 | 62 – 17 |
Unión Patriótica – Partido Comunista Colombiano | 35 – 12 | 198 – 106 | 28 – 10 |
Ejército Popular de Liberación – Frente Popular | 2 – 0 | 8 – 46 – 5 | 1 – 0 |
Partido Social de los Trabajadores | 8 – 0 | 18 – 2 | 7 – 0 |
Alianza Nacional Popular | 1 – 1 | 10 – 5 | 4 – 3 |
Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario | 0 | 16 – 5 | 0 – 0 |
Total partidos o movimientos de izquierda | 133 – 14 | 961 – 459 | 102 – 31 |
Total nacional | 3333 – 1024 | 14 434 – 8185 | 1149 – 492 |
Fuente: elaboración propia con base en los datos de la Registraduría Nacional del Estado Civil.
El respaldo que frente a otras organizaciones de izquierda legal y reformista tuvo la ad m-19 no correspondió con una primacía en el juego electoral ni con un anclaje a nivel nacional. Descontando la Alcaldía de Barranquilla, que obtuvo por medio de una alianza con fuerzas locales, sus verdaderos logros fueron una Alcaldía en el departamento de Sucre y 251 concejales y 17 diputados repartidos principalmente en Atlántico, Antioquia, Santander y Nariño. Por su parte, la up pasó de 11 a 12 alcaldes con respecto a las elecciones de 1990, además cerca de la mitad de las listas que ofertó para los concejos municipales y las asambleas departamentales salieron compensadas. En lo que atañe al epl-Frente Popular, la Anapo, el moir y el pst, sus lucros fueron módicos.80
A partir de 1992 la ad m-19 recurrió a un discurso populista y al clientelismo, lo cual precedieron dos imputaciones desde la base. La una contra las actitudes conciliadoras del grupo parlamentario y otros dirigentes; algo que Navarro reconoció: “en general, actuábamos sobre unos ejes ideológicos alternativos, pero políticamente dejamos de ser una piedra en el zapato, dejamos de ser rebeldes”.81 La otra contra la estructura vertical que hizo curso y la importancia que asignaba a las clases medias respecto a las pobres. Para algunos las dificultades se debieron a que las filiaciones históricas permanecieron intactas pese al llamado de disolución en un solo agrupamiento, comenzando por quienes originaron la idea y provenían del m-19. Ni la sujeción a preceptos ideológicos, que pudieron completarse con las deliberaciones, ni la riqueza debida a esa diversidad de experiencias primaron en la ad m-19; al mejor estilo militar, la orden la daban los dirigentes más renombrados. Otros estipularon que el problema radicó en la llegada de grupos y figuras sin pasado guerrillero, sindical o ligado a organizaciones sociales con trayectoria; vistos como meros oportunistas, desconocedores de toda una historia de la izquierda cargada de abnegación, y por momentos de sangre. Esta posición produjo en ciertos dirigentes medios o militantes también de la izquierda o pertenecientes a colectividades políticas y sociales moderadas el sentimiento de haber sido aislados por quienes venían de las guerrillas. Quizás una de las mejores síntesis la proponen Socorro Ramírez y Luis Alberto Restrepo:
En lo orgánico los resultados de esta etapa de la vida de la ad m-19 fueron: i) la configuración gradual de una organización electoral, sin la experiencia y fortalezas de los partidos tradicionales, sin un discurso coherente para sostener en los espacios de representación, con lo cual se acrecentaron las semejanzas con los partidos tradicionales; ii) el aplazamiento indefinido del Congreso fundacional que debería haber discutido y adoptado un programa, integrado una dirección nacional colectiva, definido la estructura orgánica y la naturaleza de partido o movimiento, a pesar de los seminarios nacionales y los foros ideológicos que se realizaron durante 1991; iii) la formación de direcciones nacionales, más hipotéticas que reales y con poco arraigo en la militancia, integradas por los constituyentes, primero, y los congresistas después; iv) la progresiva erosión del liderazgo interno de Antonio Navarro, a pesar de que mantenía proyección política nacional.82
Esta síntesis no dista de reflexiones aquí ya expuestas. Si se disiente, es con el aparte iii. Las fuentes consultadas sugieren más bien que la dirigencia de la ad m-19 no supo maniobrar la buena reputación de la que gozaba entre la militancia ni la relación con las jefaturas regionales; en concreto, lo que le faltó fue la ratificación legal de sus funciones. En cuanto al discurso incoherente y la ausencia de un programa, de ello no cabe duda; algo que no comparten Adolfo Álvarez y Hernando Llano, quienes replican a la que estimaron la tesis que se propagó entre los intelectuales: “al contrario, precisamente por ser una preocupación muy sentida en la práctica política de varias de las formaciones llegadas a ella […], se produjeron importantes tesis y consensos políticos […] que en síntesis se podrían tipificar como una propuesta social democrática para Colombia”.83 Indudablemente hubo esfuerzos por construir una estructura que recogiese y tramitase las diversas proposiciones, pero el proyecto socialdemócrata fue el deseo de un reducido sector; en últimas, todo se supeditó a las resoluciones del Congreso diferido, y no a los arrebatos tras cada seminario o foro político.
Finalizando 1992 va a ser palpable el descalabro de otra tentativa por el poder del Estado para una fuerza de izquierda. Al mismo tiempo, quienes manifestaron afición por la afirmación de la ad m-19 en el sistema político volcaron su interés, como el resto del país, a unos índices de homicidios exagerados. La violencia afligió, entre otros, a excombatientes del epl que residían en zonas rurales; en ese caso, la responsabilidad la tuvieron tanto miembros de la fuerza pública en concierto con grupos paramilitares y de narcotraficantes como la facción que continuó en armas bajo el mando de Francisco Caraballo y las farc. La rutina sociopolítica colombiana retomó su curso con el desangre sin intervalo y dos partidos dueños de la burocracia estatal. La expectativa de un cambio del sistema bipartidista, cuyas fuerzas eran más complementarias que antagonistas, comenzó a fenecer. Si pese a lo intangible de sus efectos la Constitución fue una proeza, y si la concepción de Colombia como Estado social de derecho se impregnó también del espíritu de la izquierda legal y reformista, las propuestas de sus delegatarios con miras a la transformación social no tuvieron la temeridad esperada puesto que privilegiaron la moderación y la avenencia.
Muchos simpatizantes y militantes de izquierda, incluyendo los combatientes de la crs que se aprestaban a desmovilizarse, estimaron sin identidad a la ad m-19 y se abstuvieron de depositar en esta sus aspiraciones políticas. Hacia 1993 la disgregación quedó reflejada en el cambio de percepción de la opinión; a un año de la elección presidencial, el respaldo a la candidatura de Navarro se desplomó a 12.5 %, bien lejos del 70 % que recogió al finalizar la Asamblea Constituyente. El dirigente trató tardíamente de encauzar el rumbo en el Foro Ideológico Nacional, en febrero de 1994. Allí varios asistentes le pidieron que más bien encabezara la lista al Senado y constituir la que sería la bancada opositora al régimen, aprovechando la dispersión de listas. La decisión de Navarro, que se colige con los resultados del 29 de mayo,84 mostró que la ad m-19 nunca superó el badén ideológico y político que paliaron sus primeros logros electorales (véase tabla 2.2). A nombre de Compromiso