La izquierda legal y reformista en Colombia después de la Constitución de 1991. Jorge Eliécer Guerra Vélez
ad m-19 pudo participar en las diferentes comisiones, logrando ubicar algunas de sus propuestas en la nueva Carta. Fue en ese momento cuando manaron las divergencias encubiertas por la precipitación con que se armó dicha coalición. Una de las más notorias se dio alrededor de la reforma a las Fuerzas Armadas. En particular, quienes no provenían del m-19 le reclamaron a quienes sí por la moderación y actitud consensual en un tema que gran parte de la izquierda consideraba vital. Visto por Villarraga y Plazas, la idea que defendió el sector del m-19 fue “golpear, ante todo, a las castas políticas más regresivas y llama a un amplio acuerdo para citar a las elecciones parlamentarias. Esto lo jalonó la ad m-19 en alianza con el Movimiento de Salvación Nacional y se impuso con el concurso del liberalismo y del Gobierno”.53 Otra divergencia se debió a la pusilanimidad para oponerse al neoliberalismo, que preparó Barco y aplicó Gaviria. La Asamblea fue propicia para que sus defensores elogiaran los cambios en América Central y del Sur. Allí o allá el denominado viraje económico se yuxtapuso a las reformas constitucionales (un caso aparte es el de Chile), en Colombia, en cambio, este fue total y el de carácter político apenas de un cuarto.
Luego de que los tres copresidentes homologaron el texto, el cenáculo Constituyente aprobó la creación de la Comisión Especial Legislativa. Conocida como el Congresito, e integrada por miembros de las fuerzas participantes, preparó con los comisionados del Gobierno central, los poderes públicos regionales o locales, la dirigencia empresarial, los jefes partidistas y los líderes sociales la entrada en vigor de la nueva Constitución. La mayor crítica que recibió fue el haber legislado en medio de una paz parcelada; aunque cierto, a sus opositores les faltó ser imparciales en el momento de determinar las responsabilidades del sistema político que continuaban sosteniendo. El Congresito debió mucho de su ineficacia al hecho de que entre algunos de sus integrantes los compromisos con sus respectivas colectividades partidistas condicionaron sus determinaciones titubeantes en el momento de innovar los hábitos osificados, justamente por las prácticas de aquellas.
El país real se antepuso a quienes se habían entusiasmado con el país soñado a raíz de la aparición de la ad m-19, y una vez que perdieron hálito los anhelos depositados en la Asamblea Constituyente. Aquellos que se erigieron representantes de esa porción ciudadana que se sentía huérfana del Estado debieron invertir la interpretación simplista de la reacción colombiana, que estimaba que no eran más que contestatarios. A su favor, la izquierda legal y reformista contaba con ese liderazgo de buena parte de sus dirigentes y que no surgió ni con la Asamblea Constituyente ni con el Congresito ni con la creación de la ad m-19, sino que tuvo lugar bien atrás: entre otras, en la dirección de una facción o partido clandestino, la jefatura de un comando o grupo guerrillero, el impulso u orientación de un movimiento social, la responsabilidad sobre una seccional o sindicato. En lo que sí resultó trascendental la coyuntura constituyente fue que sirvió de pórtico a la carrera política de muchos de aquellos líderes, pues, ya con las elecciones parlamentarias de marzo de 1991, se convirtieron en profesionales de la política, lo que les implicaba, de acuerdo con Daniel Gaxie, “consagrarse todo el tiempo a esta nueva actividad. Es abandonar el medio inicial para destinar toda la energía a un nuevo universo social regido por sus propias leyes”.54 Para una izquierda hasta entonces excluida, en parte por su resolución a no aspirar al poder por medio de sufragio universal, el hecho de ser coautora de la Constitución patentizaba una aquiescencia a la democracia y la no distorsión de la política,55 como continuaría justificándolo ese otro segmento que permaneció armado.
Es sinuoso evaluar qué aspectos de la Constitución fueron fruto de la oficiosidad de los delegados por la ad m-19, la up, el prt u otros movimientos y partidos de ese campo. Someramente aparecen: el derecho a una educación universal, gratuita, y la libertad de instrucción; el reconocimiento a las organizaciones y los movimientos sociales en el fortalecimiento de la democracia; la no reelección presidencial, o de los parlamentarios tras dos periodos consecutivos, la interdicción del cúmulo de mandatos;56 la no extradición de nacionales; la creación del Fondo de Solidaridad y Emergencia Social; la acción de tutela, la creación de la Corte Constitucional y de organismos de protección de los derechos humanos; el reconocimiento pleno a las denominadas minorías (indígenas, afrocolombianas, rom y raizales) y la creación de una circunscripción nacional para el Senado y otra especial para la Cámara, incluida una para quienes residen en el exterior. Y, algo generalmente desdeñado, la búsqueda de mecanismos tendientes a la reconciliación con los grupos que permanecían en armas. Aunque la gran conquista política, o al menos en el papel, fue el título iv, o “De la participación democrática y de los partidos políticos”, en los capítulos ii, “De los partidos y movimientos”,57 y iii, “Del Estatuto de la Oposición”.
Proclamada la Constitución, se afirmó la representatividad de la ad m-19, cuya oposición se circunscribió a un programa de gobierno diferido. En su favor dispuso de algo que Medófilo Medina advirtiera en un caso previo: “si se analiza la historia reciente incluyendo la coyuntura de surgimiento de la up, se puede concluir que la paz y el ejercicio del diálogo han conformado para la izquierda el campo de inversión con más alta rentabilidad política”.58 La nueva Constitución requeriría, además de debates o proyectos de ley, la sanción de las Altas Cortes, y que el Congreso y el Ejecutivo facilitaran el papel de la oposición. El freno a las controversias y propuestas que emanaban de la ad m-19 vino con la invitación que Gaviria le hizo a Antonio Navarro Wolff de integrar su gobierno de apertura;59 lo que paradójicamente, en una democracia sitiada por la violencia, actuó como un escudo para la dirigencia y contra los intereses nocivos dentro o fuera del establecimiento.
Los costos del entusiasmo
Como por doquier, la puesta del bloque soviético y la cesación de las dictaduras de América Latina condujeron a un sector de la izquierda colombiana a acondicionar su proceder y discurso.60 Las dirigencias restablecieron lazos con quienes abandonaron las pautas socialistas o comunistas, y se aproximaron a los movimientos sociales que irrumpían. El contexto no podía ser más favorable. Pero ¿cuán consciente fue de las realidades inéditas que se expresaban en las diferentes capas de la sociedad? Aguardando que se visara la Constitución y poder fijar sus prioridades, a la ad m-19 le llegó otra coyuntura electoral. Borrón y cuenta nueva, la Asamblea Constituyente, con la aprobación del Gobierno y las jefaturas bipartidistas, convino renovar el Congreso.
Tras la irrupción de Esperanza, Paz y Libertad, Bernardo Gutiérrez, con relación a la ad m-19, declaró: “nosotros vamos a ingresar decididamente y vamos a trabajar por acercar allí a los trabajadores, a los campesinos, a los estudiantes, a los profesionales, a las mujeres y a todas las gentes progresistas, patriotas y honestas de nuestro país”.61 Perteneciente a esa generación que no fue la que fundó el epl ni se aferró al axioma “el poder nace del fusil”, Gutiérrez, quien objetó que para superar las controversias los diferentes movimientos debían renunciar a sus especificidades construyendo un verdadero partido, tuvo que someterse a la voluntad mayoritaria. Con 34 votos contra 20, primó la posición de participar en la ad m-19, pero con independencia de las diferentes fuerzas y preconizando una orientación socialista frente a una de centroizquierda promovida por quienes encabezaban la alianza. Como argumento, la exformación maoísta se declaró capaz de adelantar un proyecto político en las zonas que estuvieron bajo su influencia.62 Las diferencias revelaron una división por arriba, impensable bajo la admonición del desaparecido pcc-ml, que se profundizó con las renuncias de Jaime Fajardo, quien se vinculó a la ad m-19, y del propio Gutiérrez, que en un típico ejemplo de transfuguismo fue a parar al Partido Liberal.63
Sin peso en la ad m-19, quienes permanecieron en Esperanza, Paz y Libertad cedieron a la presión. Severamente Antonio Navarro les dijo: “el problema de la Alianza son ustedes, pues no se disuelven y donde voy me los encuentro con banderas, camisetas y grupos de activistas propios del epl. Como si la ad m-19 fuera un frente de izquierda, reclamando participación de grupo, sin entender que la gran mayoría de la gente quiere es al m-19”.64 En una reunión antes de las elecciones la dirigencia de Esperanza, Paz y Libertad emplazó a la ad m-19 a aproximarse a las bases populares y a clarificar su programa. Allí, en calidad de invitado, y confortado con una opinión cercana al 70 %, Navarro expuso: “nuestro propósito es construir un partido muy amplio, en ascenso político, neutralizando sectores y manteniendo con toda claridad