Todos fueron culpables. Lilian Olivares de la Barra
días Copiapó pareció paralizarse en torno a la tragedia. Un drama que golpeó directamente a Simón Pacajes no sólo porque ocurrió en la mina donde trabajaba, sino porque Carlos Mamani, uno de los 33 atrapados, era primo suyo.
Los únicos que ganaron fueron los comerciantes que se instalaron a proveer a la multitud de periodistas que desde todas partes del mundo llegaron a reportear la noticia, incluyendo la cadena de televisión árabe Al Jazeera.
Copiapó se había convertido en el epicentro donde todos miraban, especialmente el Presidente de la República, Sebastián Piñera, que no cesó en buscar todas las ayudas y los apoyos necesarios para salvar a los mineros sepultados en vida.
La madrugada del 13 de octubre de 2010 se produjo el más grande y más exitoso rescate de la historia de la minería a nivel mundial. El momento lo vieron más de mil millones de telespectadores y se convirtió en el evento con mayor cobertura mediática, sólo superado por el funeral de Michael Jackson en 2009 y por la misión del Apolo XI en 1969.
Mery y Simón estaban aún más contentos que casi todos en Chile, porque se había salvado su primo. Pero ese mismo día supieron que la compañía San Esteban, dueña de la ahora famosa mina de oro y cobre, no volvería a funcionar. Nuevamente, el padre de Paola quedaba cesante.
La noche se les vino encima. Los niños seguirían bajo las medidas de protección dispuestas por el tribunal, mientras la situación económica de los padres no repuntara. Mery Canqui partió a Arica a buscar trabajo con la intención de no volver hasta conseguir el dinero suficiente para recuperar a sus hijos. La relación no andaba bien con Simón: ambos se culpaban por la dispersión de la familia.
La audiencia de revisión de la medida quedó fijada para el 10 de noviembre de 2010. Un mes antes, el PIB Horizonte informó al tribunal que habían tomado contacto con Mery en Arica, y que se le sugirió regresar a Copiapó. También entrevistaron a Simón, quien se mostró dispuesto a hacer todo por recuperar a los niños. Por lo mismo, decidió participar en el PIB Horizonte, donde debía asistir a terapia y a sesiones de orientación.
Mery escuchó los consejos del Programa Horizonte y volvió para seguir luchando por sus hijos.
Durante una larga sesión con la asistente social Gladys Ariela Hube, Simón le contó que añoraba ver a su hija, pero que cada vez se le hacía más difícil porque la guardadora de la niña no lo dejaba acercarse.
Precisamente esa tarde, Gladys Hube iría a visitar a Paola. Simón le pidió acompañarla. Le dijo que sólo quería saber cómo estaba su hija, que no quería molestar. A lo mejor podría saludarla.
Cuando llegaron donde Leonor, la mujer los recibió de forma poco gentil.
—¿Está la niña? —preguntó la asistente social.
—Él —respondió Leonor mirando a Simón— no tiene nada que hacer aquí. Y usted no tiene autorización para hacer visitas a mi casa, ni controlarnos.
—Mire, no queremos molestarla, usted está en su casa, pero sí debo ver a la niña.
Gladys Hube debió imponerse. Le pidió a Simón Pacajes que esperara afuera y entró a la casa de Leonor.
—¿Y el resto de la familia? —consultó la asistente social. Cuestión que de inmediato frenó en seco Leonor Villalobos:
—Usted no tiene por qué meterse, su deber es sólo ver a la Paola así que limítese a eso.
Eran las 18:40 horas de ese día de visita, en agosto. Llegó al patio de la casa y vio a Paola con las manos en una batea lavando ropa. La niña llevaba una polera de manga corta y la asistente social recuerda que el atardecer estaba helado. Pero lo que más la inquietó fue que Paola tenía la ropa y los zapatos mojados.
Gladys Hube enfrentó a la cuidadora:
—¿Por qué la niña está lavando ropa? Esa no es una tarea para una menor. Usted tiene que preocuparse de cuidar y proteger a Paola, no pedirle que haga trabajos de adulto.
—Yo le estoy enseñando a hacer tareas de mujeres —rebatió Leonor, abiertamente ofuscada.
La asistente social le preguntó, por qué la niña había faltado a las visitas con su familia en el centro Manantial y a sus actividades en el PIB Horizonte. Leonor Villalobos le contestó que Paola había estado resfriada.
BROTES DE PRIMAVERA
La primavera sacó a flote, ese año 2010, los sentimientos guardados en el alma de Paola. En una conversación con la psicóloga Carolina León, del PIB Horizonte, la niña le confesó que se sentía abandonada por sus padres y que no quería volver con ellos hasta que estuvieran bien.
—¿Qué significa que estén bien, Paola?
—Que tengan una casa segura para nosotros, para que podamos estar con mis hermanos… Mis hermanos no me quieren, pelean conmigo. Mi papá me reta porque me echa la culpa cuando peleo con la Mirza.
—¿No quieres vivir nunca más con tus padres, Paola?
—Sí, pero que no me vuelvan a abandonar…
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