Entre justicia y tiempo. Victor P. Unda
que tenía en la tienda de abajo. Para mí fue extraño ver cómo trataba a su propio hijo de esa forma, aunque entendí que podía decirle cualquier cosa.
Sus palabras fueron claras y, una vez en la mesa, Rick no tuvo otro remedio que buscar la forma de explicar de qué se trataba su trabajo. Mi madre, que se había sentado sin anunciarse, saltó de la mesa y me dijo si yo estaba listo para saber toda la verdad. En realidad, estaba tratando de despertar y, cuando mencionó eso, no pude entender a qué se referían.
—¿Qué? ¿Qué verdad? La verdad que mi padre tiene dos trabajos —dije, por decir algo.
Mi padre comenzó a explicar algo sobre la guerra, al principio no entendía qué estaba diciendo, en realidad no estaba tomando mucha atención, pero tenía entendido que estaba pasando en el país.
—Seguimos en las mismas, la situación se está agravando más. Ayer recibí una orden, estoy cien por ciento seguro de que esta misión que me dieron será afuera del país, y creo que una de las más largas —dijo el papa.
—Deberíamos de irnos todos juntos esta vez —dijo la abuela desde el otro lado de la mesa.
—Esta misión es muy peligrosa —respondió mi padre, insistiendo que esta vez era muy, pero muy peligroso—. No quiero que a nadie les pase algo. No, no, absolutamente, no —volvió a hablar Rick.
Yo me quedé helado como estatua en la mesa, como un múcaro. Pero pregunté qué estaba pasando, que no entendía nada y, unos instantes después, mi padre confirmó lo que la abuela había dicho el otro día. De inmediato quise saber por qué estábamos viviendo en Brooklyn, creo que fue mi única pregunta. Al principio él no quería decir nada, pero no tuvo otra opción y se paró en frente de todo para explicarme.
—La mama y la abuela saben por qué estamos aquí, mi trabajo con el gobierno tiene mucho que ver con la necesidad de reclutar y solucionar casos importantes que la agencia necesita. Esto tiene que ver con el alistamiento de algunos agentes secretos que la agencia precisa aprobar antes de que salga del país. Mi experiencia en el área me permite realizar este tipo de selección, por eso estamos aquí —dijo mi padre con una seriedad que me dejó helado.
En ese momento no dije nada más, me quedé boquiabierto y, callado por algunos segundos, me paré de la silla y me volví a sentar en ella por el nerviosismo que sentía al escuchar de su boca esa noticia. En realidad, no sabía qué estaba haciendo, cuando él seguía hablando sobre la nueva misión a España, más tarde a Francia y finalmente a Marruecos. Podía haber gritado en esos minutos de confusión, pero no lo hice. Mi cuerpo quedó en una posición de descanso y sin movimiento. Fui incapaz de decir algo, realmente me quedé mudo como un búho, y terminé escuchando a la familia hablar de los planes, esos mismos que hicieron años atrás, antes de que nos mudáramos a Brooklyn, pero esta vez fue diferente, pude conocer con más claridad lo que estaba pasando. Sabía que ahora era parte de esas misteriosas conversaciones y de los planes de la familia que, en el pasado, mi madre hablaba a escondidas con mi padre. En ese momento comencé a sentirme orgulloso de lo que mi padre hacía, un agente de los Estados Unidos, eso sonaba mejor que las películas de cine, cuando Rick y yo íbamos a verlas a escondidas de mi madre, que estaba en desacuerdo.
En ese momento salté de la mesa y, en forma de broma, dije que ahora podía ir al cine con mi padre y ver esas películas de Sherlock Holmes.
Mi madre se puso a reír y concluyó diciéndome:
Don’t push it.
—Familia, nadie se debe enterar dónde yo trabajo, y menos hablar de esto. Este es un secreto que vamos a guardar a toda costa, a nadie —dijo mientras me miraba a los ojos tratando de mostrar lo importante que era. Yo de alguna forma quería contárselo a mis amigos, ya que me sentía orgulloso de él, pero esto podía ponerlo en riesgo, y no tuve otro remedio que guardar el secreto.
Esa noche mi padre comenzó a planear y organizar nuestra llegada a España, en su cuarto no dejó entrar a nadie, estaba en un estado de concentración para poner todas las piezas juntas antes de partir. Calculo cada paso, ya que la situación en ese país no iba por un buen camino. Además, el país vecino y sus problemas políticos y sociales que Francia estaba teniendo lugar, podrían afectar también a su misión. En cuanto a nosotros, no teníamos nada en su agenda, solo irnos con él y tratar de vivir una vida normal, cosa que yo lo dudaba.
La mama, la abuela y yo nos hacíamos la idea de llegar a Madrid con recelos, aunque él todavía estaba confirmando con la embajada los últimos arreglos. Ese día no dejé de pensar cómo sería la vida en ese país, pero con el pasar de los días comencé a acostumbrarme más a la idea, lo mismo que la abuela que, por un lado, estaba ya preparando sus vestidos de verano que había guardado desde la última vez que pisó tierra en Puerto Rico, esto fue hace muchos años atrás.
Europa
De la misma forma, mi madre se organizaba para que todos estuviéramos listos antes de salir del país, pero esa noche el cielo se cubrió de rojo para todos nosotros, totalmente desganados, en el medio del dolor, ninguno de nosotros pudo detener a la naturaleza.
Dos semanas antes, mi padre confirmó la fecha para irnos a España, pero durante la noche del viernes, como a las 11 de la noche, después de que Rick nos explicara los últimos detalles del viaje, nadie se dio cuenta, ni siquiera yo, cuando pensé que no iba a dormir esa noche por lo exaltado que estaba. Aunque el cansancio me derrotó hasta caer levemente dormido entre las 2 y 3 de la madrugada, la abuela fallece.
Mi padre estaba muy afligido, y el resto de la familia, pero, por una parte, sentía una sensación de júbilo al saber que estaba con Dios. Todos pensamos que ella había tenido suficiente tiempo para ordenar su vida y dejar esta con la cabeza en alto. Ninguno negó el gozo de tenerla y disfrutar de su humor, de las peleas y tribulaciones que pasamos juntos, todas esas fueron suficiente para reconocer el impacto que nos marcó al conocerla. Para mí fue duro, ya que me había apegado mucho a sus mañas, a la comida, a los juegos de cartas, todos esos recuerdos agradables que fueron los más grandes de mi vida.
Por la mañana, la iglesia comenzó a realizar los preparativos para el funeral, y algunas personas del barrio que la habían conocido la fueron a ver por última vez esa tarde. El lugar no estaba muy lleno, fue muy íntima la velada, ya que ni el señor Saavedra se enteró de lo ocurrido inmediatamente. A veces la gente estaba muy ocupada, ya que el país estaba pasando por una situación muy difícil, después de la guerra que causó al país caer en una recesión, la vida no era fácil en las calles, y menos en los sectores más vulnerables de la sociedad. Pero para los más pudientes, que eran los que más gritaban, todavía se quejaban.
El presidente Franklin Delano Roosevelt trató de recuperar la fe en la gente, afirmando que lo único que deberíamos de temer era al miedo a nosotros mismos. Por supuesto, esas palabras alentaron a la mayoría del país, en especial a Rick, que trabaja para el gobierno. De la misma forma, yo me sentí optimista a los cambios que el país estaba tomando, y estaba seguro de que mi padre también.
Después del funeral de la abuela, yo vi a mi padre bien, pensé que lo había tomado con madurez la muerte de su madre, pero desde a poco comenzó a caer en la oscuridad, en realidad no sabía qué estaba pasando en su cabeza, ya que cada día atrasaba el viaje a España, cosa que puso nerviosa a mi madre.
Sin decir ninguna palabra, volvió al trabajo, como si nada hubiera pasado, mi madre y yo nos extrañamos mucho, ya que él no había dicho nada al respecto. Hasta que un día, ella no pudo más y le gritó tan fuerte para que despertara de ese tardío que lo había dejado incapacitado después de que la abuela falleciera. Semanas más tarde, comenzó a reaccionar y a tratar de volver a la realidad, pero fue muy difícil para él, los días y meses pasaban muy rápido, pero desde a poco nos dábamos cuenta de que estaba volviendo su cordura. Por otro lado, la agencia lo había destinado a quedarse en New York, después de lo ocurrido, no querían mandarlo en esas condiciones.
Pasaron años antes de encontrarse a sí mismo y, a mediado de los treinta, no había retroceso, casi todos estaban hablando de una guerra civil en España por parte de los nacionales en contra