Por el espejo. A. A. Salvatierra

Por el espejo - A. A. Salvatierra


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conocía lo que realmente pasaba y técnicamente no estaba en el mapa. Todo el pueblo tenía un campo magnético que actuaba de escudo para los satélites y demás dispositivos que pudiesen detectarlos. Los únicos que conocían de su existencia eran el gobierno y algún turista que se perdía. Mientras su mente repasaba todas las posibilidades, su mano tropezó con algo puntiagudo que no reconoció. Lo observó mientras lo recogía. Era un objeto triangular, plano y delgado hecho de un material similar a las características del cristal, incluyendo sus dimensiones; emitía un brillo entre azul y rosado, cabía perfectamente en la palma de su esbelta mano.

      Después de parpadear un par de veces para asegurarse de que no estaba imaginando cosas, le dio vuelta al objeto para examinarlo. En la otra cara del cristal se encontraba un pequeño botón en el centro, casi imperceptible a no ser por el hecho de poseer un pequeño relieve.

      Sin darse cuenta apretó el botón. Lo último que recordó fue una luz blanca y un viento que desordenó los papeles que había logrado acomodar antes de que todo se apagara.

      Secretos

      Magnus se despertó muy desorientada. Parpadeó varias veces e intentó reconocer su entorno, pero sentía un dolor punzante en su cabeza que se desvaneció tan rápido como lo sintió. La habitación donde estaba era oscura y necesitó toda su concentración para que su vista se adaptara al nuevo ambiente. Estaba sentada en el piso, de la misma forma que en el laboratorio de Jonathon, sosteniendo el cristal, ahora sin luz. Lentamente se intentó levantar, pero se mareó y decidió quedarse sentada unos momentos hasta que su cuerpo se acostumbrara a lo que sea que le había ocurrido.

      Mientras estaba sentada cerró los ojos y respiró profundamente. Inhalar y exhalar. Su mente quedó en blanco y fue a su lugar de relajación. Esta fue una técnica que su abuela le enseñó hace mucho tiempo cuando era una niña. De pequeña Kate siempre tenía pesadillas lo cual le causaban dolores de cabeza por la falta de sueño. Un día su abuela la sentó en la cama y le contó de la técnica ‘mágica’ para dormir. Consistía básicamente en meditar, la diferencia era el “lugar donde iba tu mente”. Tenía que ser un sitio calmado y donde ella se sintiera segura. Preferiblemente lleno de luz para que los monstruos no pudiesen entrar. Después de un mes de enseñanza la pequeña aprendió y cada vez que tenía una pesadilla o le costaba dormir, la usaba. En especial después de la muerte de su madre.

      A lo largo de los años su lugar de relajación había cambiado conforme a su personalidad e intereses. Desde su juguetería favorita hasta la biblioteca pública, cuando su amor por los libros se hizo mayor que su amor a todo lo demás.

      Pero ahora su lugar era la biblioteca privada de Rook. Hace aproximadamente un año, Kate se quedó a dormir en la casa del profesor después de una noche completa tratando de resolver el pequeño problema que presentaba uno de sus tantos experimentos. Eran como las 5:30 a.m. cuando despertó y fue por un vaso de agua, pero se logró perder. La casa de John era lo suficientemente grande como para que habitaran 12 personas y era la primera vez que pasaba del laboratorio. Después de buscar en varias habitaciones en la planta de abajo, encontrándolas cerradas con llave o simplemente vacías, se encontró con unas puertas un poco más grandes y adornadas que las demás.

      Su curiosidad pudo más que ella y la intentó abrir. Estaban hechas de roble por lo cual eran un poco pesadas. Finalmente logró su objetivo y pudo sentir cómo su mandíbula tocaba el piso de asombro.

      La biblioteca de Rook era hermosa. Estantes que llegaban al techo y cubrían toda la habitación. Un ventanal de vidrio en el centro cuya posición era perfecta para proveer de luz natural a todo el lugar. Había una mesa para café en el centro junto con un sillón reclinable de cuero. Le recordaba a una escena de Sherlock Holmes; como el resto de las cosas del profesor, tenía un aire de antaño y único de él. Para ese tiempo el sol había empezado a nacer por esta ventana, iluminando la oscuridad del lugar; parecía que la habitación brillaba y en ese momento se sintió segura.

      Kate entró todavía maravillada y comenzó a revisar los cientos de libros de los estantes. la mayoría eran clásicos; algunos poemas, sonetos y novelas. También había autores de este siglo. Los mejores vendidos de misterio y suspenso, y, aunque no lo podía creer, romance.

      Al parecer ella no era la única romántica de la familia. Justo cuando iba a tocar el lomo de uno de los libros de romance escuchó una tos detrás de ella avisándole que estaba pillada.

      Al voltearse vio a Jonathon, con un hombro contra el marco de la puerta, sonriendo. Magnus se empezó a disculpar y se acercó a él, sonrojada de la vergüenza, pero él simplemente agrandó su sonrisa y la abrazó diciéndole que no se preocupase. Después de ese día, cuando Kate necesitaba pensar o simplemente relajarse Jonathon la dejaba quedarse en su casa y ella se quedaba inmersa entre los libros.

      Con una leve sonrisa Kate abrió los ojos, recordando la primera vez que vio el amanecer en la biblioteca. Había logrado controlar su desorientación y dolor de cabeza. Con mayor cuidado se levantó y miró a su alrededor, intentando identificar donde estaba, pero sin mucha suerte.

      Lo que podía divisar en la oscuridad, era una habitación pequeña y llena de muebles cubiertos por mantas blancas. Detrás de ella había un espejo que iba desde el piso hasta un poco más arriba de su cabeza, tal vez midiera 1,80 m., al fijarse bien, no vio su reflejo, ni siquiera la habitación donde se encontraba estaba reflejada, en su lugar estaba lo que parecía como el escritorio del profesor. Qué extraño, pensó. Claramente era la superficie de un espejo, o eso parecía. Sin pensarlo alargó su mano izquierda y tocó el objeto. De repente vio luz por el rabillo del ojo, el cristal que sostenía en la otra mano estaba comenzando a brillar, llevó el cristal a su cara y lo observó detenidamente, la luz que emitía ya no era azul o violeta, era blanca, intensa, pero no lo suficiente para iluminar toda la habitación. Finalmente quitó la mano del espejo para tocar el cristal y en momento en que sus dedos dejaron aquella superficie el objeto en su mano dejó de emitir luz.

      Aún más extrañada por este evento, volvió a poner su mano sobre el espejo, o a estas alturas el portal o lo que sea que estuviese frente a ella, y observó con maravilla como el objeto en su palma ganaba luz lentamente. Después de repetir la acción un par de veces recordó lo que se veía en el portal y quedó estupefacta, sus ojos tan grandes como platos, y su cerebro funcionando a toda máquina.

      Después de una muy, pero muy, corta lista de cosas que pudieran causar lo que estaba viendo, en las cuales estaban incluidos los extraterrestres, viajes en el tiempo y teletransportación, se le ocurrió una idea que desechó inmediatamente, viajes a mundos paralelos. El solo hecho de pensarlo provocó que una pequeña risa se le escapara de los labios. Ok, existían unas cuantas teorías de esto, pero ¡el solo hecho de ponerlas en práctica era ridículo! Incluso con la tecnología más avanzada en la Tierra era imposible. “Has visto mucha ciencia ficción, Kate” se dijo a si misma mientras sacudía lentamente su cabeza, intentando sacar la idea de la mente.

      Después de revisar cuidadosamente el objeto en su mano y tocar el botón de su pequeña y fría superficie, esperando que algo pasara, vio como una pequeña luz azul salía del centro del cristal, pero no lo iluminaba completamente antes de volverse a apagar.

      Dejando salir un suspiro en frustración decidió guardar el objeto en el bolsillo de su jean y sacó su celular para llamar a Rook. Marcó el número y esperó a que empezara a sonar el bip, pero nunca sonó, en vez de eso escuchó ese sonido irritante y molesto que te pone los nervios de punta y te dice que no tienes señal. Kate alejó el aparato de su oreja y colgó, al revisar la pantalla vio que el icono que le indicaba las barras de señal no estaban, hasta había una raya roja en diagonal indicando que no había servicio.

      -Genial -pensó- justo lo que necesitaba.

      Aún con mayor frustración, y ahora un poco de preocupación, se aventuró a salir del cuarto usando su celular como lámpara y llegó a la puerta; lentamente giró la perilla provocando un sonido chirriante que probablemente indicaba su falta de uso o probablemente la presencia de un poco de óxido y falta de aceite.

      Al abrir la puerta sacó primero la cabeza y miró en ambas direcciones. Todo estaba oscuro, pero


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