Por el espejo. A. A. Salvatierra
metros giró una vez más a la derecha y se encontró otro pasillo que se dirigía a unas escaleras anchas y grandes. Con mucho cuidado bajó cada escalón sosteniéndose de la baranda, pudo notar que era de madera, mientras apuntaba su lámpara al piso, pisando con cuidado para no caerse. Andar con tacones de 10 cm en el trabajo era una cosa, pero ¿En este lugar y sin luz? Una historia muy diferente.
Al llegar al piso de abajo sus tacones resonaron en la gran habitación, con un suspiro de frustración, intento hacer el menor ruido posible mientras caminaba. Desafortunadamente se dio cuenta, muy tarde, que había alguien más en el piso donde se encontraba. Quizás por la luz de su propio celular no lo había notado, pero había otra luz que se iba acercando desde su izquierda. Sintió como su corazón empezó a latir a un millón por hora, sintió como su sangre dejaba su cuerpo para dirigirse a sus piernas, su cerebro empezó a trabajar sobre tiempo para lograr localizar algún objeto para poder defenderse o escapar. Agarró con mayor fuerza el celular listo para usarlo como su única defensa al ver que no había otra cosa en esa vasta habitación y no conocía el lugar como para poder escapar. La luz siguió acercándose, estaba a escasos metros de ella, quizás a la altura de su pecho, un poco más arriba, tal vez. Mientras se iba acercando vio que había un hombre detrás de esa luz, era un poco más alto que ella, la luz hacía imposible distinguir su cara, algo que hizo que su agarre en el celular se hiciera más fuerte. Sin darse cuenta estaba tomando pasos hacia atrás, produciendo el único sonido en el ambiente, aparte de su pesada respiración, con sus tacones. Había tomado exactamente 3 pasos cuando escucho la voz del hombre.
-Disculpe… Mi nombre es Christopher Carter, soy el dueño de este hogar ¿Está Ud. bien?
Su voz se escuchaba un poco cautelosa, como si hablar pudiese causar que algo se quebrara, pero al mismo tiempo tenía un tono agradable, de esos que inspira confianza, y tal vez un sutil acento inglés.
Kate Magnus era una mujer precavida, se podría decir, y confiar en cualquier persona siempre le había resultado una tarea difícil. Honestamente ella solo confiaba en Rook y en su mejor amiga, Tamala, a quien había conocido desde el jardín de niños. Pero hubo algo en la voz de ese hombre que hizo que soltara un poco el agarre en su llamada arma y la bajara lentamente.
-Yo me llamo Kate Magnus, estoy buscando a Jonathon Rook -su voz estaba un poco ronca por falta de uso y quebradiza por el miedo.
Christopher se dio cuenta de esto y sonrió suavemente. Al notar que estaban en una terrible oscuridad y que probablemente su cara no se veía, dio dos toques leves con su dedo índice al lúminol que llevaba en su pecho, el cual actuaba como un interruptor para toda la casa, encendiendo las luces de la habitación donde él se encontrase. Ahora estaban en hall de la gran mansión de Christopher, frente a la escalera principal, la cual se dirigía a los cuartos.
Detrás de Kate estaba la puerta principal, una obra de arte en sí misma, de madera oscura, muy antigua, con adornos en la parte superior que daban un aire de imponencia. Algo que era recurrente en el resto del lugar. No había muchas decoraciones, cuadros o artefactos, pero dejaba la impresión que había visto mucha historia a través de los años, con su piso tapizado con una alfombra color vino tinto y paredes de cerámica de color marfil.
El lúminol activó también el holograma arriba en el techo que muestra el clima del exterior, que al parecer estaba lleno de nubes grises de lluvia, adornado con colores pasteles para tranquilizar el espíritu de quien lo observara. Él vio como la boca de la mujer frente a él se abría en forma de asombro, las luces iluminaban su rostro y hacían que sus ojos color avellana brillaran ante el efecto que producía el holograma ante ella.
La mujer, Kate, dejó de admirar el techo y comenzó a observarlo a él, como si tratara de leer sus pensamientos, su mirada era intensa, cautelosa.
Ella vio como sus manos estaban abiertas al nivel de su cintura, indicando que no quería hacer daño, sus ojos azules marino se mostraban tranquilos y tenían un brillo alegre. Era un hombre alto, de contextura gruesa pero bien definido y podría decirse que ásperamente apuesto, con su pelo marrón un poco largo en la frente y corto atrás, no tendría más de 35 años y vestía de manera muy peculiar. Como si hubiese salido de un libro de Sherlock Holmes; chaleco de frac negro y camisa de vestir azul oscuro, que resaltaba sus ojos, pantalones grises y un muy peculiar y brillante artefacto rectangular que colgaba de su ancho pecho.
Él detalló por primera vez a aquella mujer, era hermosa, sin duda, un poco más baja que él, pelo castaño que caía gentilmente sobre sus hombros, con pequeñas ondas al final. Sus rasgos eran delicados y finos, sus labios no eran muy voluminosos, pero encajaban perfectamente con sus facciones, sus ojos eran grandes y mostraban muchas emociones; sorpresa, miedo, fascinación y detrás de todo, una sombra, un rastro casi imperceptible de dolor.
-Miss Magnus, ¿está Ud. bien? -su voz era suave y solo por encima de ser un susurro, pero logró que ella se sobresaltara ligeramente
-Yo, sí, pero… ¿Dónde me encuentro? ¿Todavía estoy en Firefly? -su voz estaba un poco más calmada y suave que antes.
-¿Firefly? -La voz de Christopher reflejaba su confusión lo cual hizo que Kate suspirara en derrota y colgara su cabeza unos momentos para poder componerse. Después de unos instantes, en los cuales respiró profundamente, levantó su mirada y sonrió tranquilamente. Algo que confundió aún más al hombre parado frente a ella.
-Disculpa, he tenido una noche un poco dura. ¿Hay algún lugar donde nos podríamos sentar para explicar mejor todo? -preguntó lo más tranquila posible.
-Seguro, eh, sígame por favor -respondió un poco confundido.
Con eso, Christopher empezó a caminar hacia la habitación, a la derecha del Hall, con Kate siguiéndolo muy de cerca. Ambos estaban en silencio, ella tratando de poner sus pensamientos en orden y él intentando entender como esta mujer había terminado en su casa, a altas horas de la noche y siendo alertado por su sistema de seguridad después de que apareciera en una de las habitaciones del segundo piso. Sí. Definitivamente tenía que hablar con esta mujer.
Llegaron a la sala de estar y a Kate le recordó a la biblioteca de John, solo que esta tenía una mesa y varias sillas en el centro, complementado con una lámpara discreta y antigua en un rincón de la sala. Christopher le señaló un lugar en un sofá al frente de la chimenea al este de la habitación, ella se sentó en un extremo y él tomo el extremo opuesto.
Un silencio incomodo emergió entre ellos; ella todavía no sabía cómo empezar y él, bueno, él simplemente esperaba la explicación de la persona que tenía en frente. Por supuesto, siendo el caballero que era, con la mejor educación que su familia pudo darle, estaba esperando que llegara su mayordomo.
Kate respiró profundamente, decidió contarle exactamente qué había pasado sin darle detalles acerca de su ocupación o lugar actual de residencia, por asuntos de seguridad nacional. Sus pensamientos fueron interrumpidos, justo cuando había decidido quitar la vista de sus manos e iba a empezar a hablar, por una voz que no sonaba como la del tal Christopher y sonaba más alejado además de tener un tono un poco electrónico a su parecer.
Al alzar la vista Kate pudo jurar que dejó sus ojos y mandíbula en el piso. La voz provenía de un androide, no mediría más de 60 cm, blanco y estaba flotando en el aire. Su cuerpo era ovalado en la parte superior y se iba afinando a medida que bajaba, terminando en una pirámide invertida. Su cabeza era circular y tenía un panel negro donde se encendían unas luces con forma de ojos y boca, extremadamente realistas. Llevaba un traje negro con un chaleco gris y una camisa de vestir de cuello ancho blanca con una corbata en un medio nudo Windsor.
-Disculpe, Miss. Mi nombre es Fred, ¿Puedo ofrecerle un té? -preguntó el androide, su voz amable y extremadamente serena.
-Eh, sí, por favor -respondió entrecortadamente, todavía asombrada.
Con una leve reverencia, Fred se fue, dejando al par aún más confundido que antes. Kate no podía creer lo que había visto y Christopher no podía creer la sorpresa de Kate al ver a Fred. Seguro, Fred no era el modelo más avanzado que estaba en el mercado, pero todo el continente, por no decir el mundo, tenía un Androide por más desactualizado