Por el espejo. A. A. Salvatierra

Por el espejo - A. A. Salvatierra


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      -Muy bien. Ahora, por favor, cuándo estemos en la calle, llámeme Chris. No acostumbramos a llamarnos por nuestros apellidos. Y, por favor, cuando le ofrezca mi brazo, tómelo. Evitará problemas.

      -Entendido -accedió asintiendo con un movimiento de cabeza.

      Kate no esperaba el mundo que estaba detrás de la puerta. Definitivamente no estaba en la Tierra.

      Había una pequeña escalera de unos cinco escalones después del umbral de la puerta principal. Escalones, acera y calles de piedra. Las casas vecinas eran de ladrillo, con grandes ventanales y la mayoría era de dos o tres pisos. En cada esquina había faroles negros y altos que alumbraban la calle. No había personas por lo que ella podía ver, aunque considerando la hora no le sorprendía.

      Frente a la casa había un carruaje, como aquellos que uno ve en las películas antiguas; de unos dos metros de alto, de madera, al igual que las ruedas. No poseía un diseño exuberante, más bien simple y elegante, algo que parecía ser una constante con Christopher Carter. Pero no tenía caballos o conductor.

      Christopher le ofreció su brazo a Kate y ella lo tomó un poco indecisa, dándole una pequeña sonrisa, intentando no parecer tan incómoda como se sentía. Bajaron silenciosamente los peldaños y caminaron unos pocos pasos hasta llegar a su medio de transporte.

      Kate dejó ir el brazo de Carter y él miró su muñeca izquierda como si estuviese revisando la hora, con la diferencia de que no poseía un reloj, sino una especie de pantalla táctil que cubría toda su muñeca, como lo haría un brazalete. Con su mano derecha tocó dos o tres veces la pantallita y esperó.

      En cuestión de segundos el carruaje frente a ellos tomó vida, encendiendo una luz en su interior, abriendo la puerta y sacando unas escaleras pequeñas para subirse y, para la sorpresa de Kate, tres hologramas aparecieron en el carruaje; dos caballos y un conductor. Los caballos eran marrones con una mancha blanca a lo largo de su hocico, ambos tenían riendas adecuadas para el carruaje, incluyendo anteojeras. El conductor era un hombre en sus 40, con bigote y una cara amable. Llevaba un sombrero bombín y ropa parecida a la de Carter, solo que de color mostaza y de tela barata. Kate no podía dejar de mirarlo y, por una fracción de segundo, el holograma parpadeó, como cuando la pantalla de televisión pierde un poco de señal, una interferencia. Kate inmediatamente miró sorprendida a Carter, el cual simplemente le sonrió cálidamente en respuesta.

      -Cuando estemos en camino le explicaré -le prometió.

      Ella simplemente asintió, muy asombrada como para formar palabras. Con la ayuda de Christopher subió al carruaje y se sentó al lado de la pequeña y rectangular ventana. Chris tomó el asiento frente a ella.

      Nicholas

      Llegaron a su destino en cuestión de minutos. El carruaje era veloz, se manejaba como un Ferrari; suave y sin el molesto sonido del ronroneo de los motores. Durante el trayecto, Kate esperaba ansiosamente a que su compañero empezara la explicación que le había prometido. Por la cara de este, él estaba ordenando sus pensamientos.

      -No es fácil explicar tantas cosas en tan poco tiempo, pero intentaré ser lo más sucinto posible. Esto puede parecer como su Londres de 1900, pero tecnológicamente estamos unos buenos 150 años más avanzados que en su mundo, Miss Magnus.

      -Bueno, eso fue muy sucinto -comentó sarcásticamente, dándole una mirada seca-. Tengo una pregunta -continuó- si son tan avanzados ¿Por qué la fachada? -preguntó con un gesto vago a su alrededor.

      -No es ninguna fachada. Esta fue la progresión natural que tomó nuestra cultura lo cual en parte ocasionó la separación. Hace siete décadas, cuando llegamos a un equivalente aproximado de los 60 en su mundo, nos dimos cuenta que los manierismos, costumbres y ropa de la época de principios de siglo funcionaban mejor para nuestra sociedad, con algunos cambios significativos, como el derecho de las mujeres, el amor libre y la igualdad. Decidimos que esta no era ninguna moda y adaptamos nuestras tecnologías y edificaciones a este tipo de vida, todo el continente lo hizo -explicó.

      -¿El continente y no el mundo? -preguntó curiosa, le daba una mala espina ese detalle.

      -Eh… -Chris estaba a punto de responder cuándo el transporte se detuvo y la puerta de abrió, permitiendo a Chris salir, ella notó algo de alivio en su rostro, pero decidió no presionar el asunto en ese momento. Él esperó en el umbral, con una mano extendida para asistir a Kate en su bajada del carruaje. La caballerosidad era algo a lo que Kate se podía acostumbrar, aunque en ese momento le parecía tan alienígena como el hombre a su lado.

      La entrada de la casa de Nicholas Marlowe no era muy diferente a la de Carter. El color era de una combinación entre marrón y crema, creando un color chocolate claro muy elegante. Tenía los mismos escalones que daban a una gran puerta de madera con detalles muy hermosos.

      Kate, con su brazo en el de Christopher, caminó un poco insegura hacia la casa de Nicholas. Este sintió que ella andaba perturbada y le dio una palmada suave y reaseguradora en su mano, ella lo miró y él le ofreció una sonrisa cálida, la cual calmó un poco los sentimientos negativos de la científica.

      Christopher tocó suavemente la puerta y en instantes se abrió, revelando a un pequeño robot, parecido a Fred. La única diferencia notable para Kate era el color de sus ojos: rojos.

      -Sir Carter, Miss, buenas noches. Pasen, Sir Marlowe los espera en el salón -dijo el pequeño con una voz casi humana, con un leve toque electrónico, mecánico.

      Mientras el robot los dirigía al salón, Kate se acercó a Carter, arrastrándolo un poco a su altura para poder susurrarle al oído.

      -¿Cómo sabía que veníamos? -preguntó en un susurro, mirando de reojo al androide un poco desconfiada.

      -Tiene cámaras de seguridad en la puerta, Miss Magnus, Alfred recibe la señal de vídeo y se lo muestra -respondió en voz baja, inclinándose para que la mujer pudiese escucharlo, pero al estar cerca del salón se enderezó una vez más.

      Una vez en el salón de estar, el pequeño robot se despidió con una inclinación de cabeza y se fue.

      En aquella pequeña habitación estaba sentado un hombre alto, blanco, de contextura delgada, pero con figura definida, ojos de color miel, apenas cubiertos con unos lentes de montura fina y castaño, y el pelo un poco largo hasta los hombros, un poco ondulado que le caía en la frente. Usaba unos pantalones de vestir marrones y una camisa larga color crema y, por encima, un chaleco chocolate, con un Ascot vino tinto.

      El hombre se levantó y le dio un abrazo rápido a Chris, saludándolo con mucho entusiasmo. Al ver a Kate, este simplemente sonrió y tomando delicadamente su mano derecha, besó levemente el dorso de ésta.

      -Miss, un placer, mi nombre es Nicholas Marlowe, pero puede llamarme Nick -se presentó amablemente.

      -Un placer, Mr. Marlowe, mi nombre es Kate Magnus -respondió un poco apenada por el acto de caballerosidad.

      Al escuchar el nombre de la amiga de Chris, Nick lanzó una mirada furtiva a Carter, el cual respondió con un rápido y sutil asentir de su cabeza.

      -Ah, esa Kate -interrumpió el hombre- Johnny nos hablaba mucho de usted, Miss Magnus -comentó con una sonrisa.

      -Mr. Marlowe, como podrá adivinar, esta no es una visita social.

      -Dígame Nick, por favor. En cuanto a eso, si usted está aquí, Johnny debe estar en serios problemas. Vamos a sentarnos para que me cuenten -indicó con una mano los muebles detrás de él.

      El trío se sentó en los muebles de Nicholas. Tenía un sofá espacioso y muy cómodo en el centro de la sala, otros dos sillones individuales a cada extremo del sofá y en el centro una mesa para el café, moderadamente grande y cómoda. A diferencia de la casa de Carter, Kate notó que el estilo de Marlowe era mucho más simple, pero con una elegancia que destacaba su belleza. Los muebles y la decoración todavía gritaban siglo XX, pero parecía más la residencia de una persona de clase media que la de la realeza.

      El pequeño androide sirvió unas


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