Máscaras De Cristal. Terry Salvini
sobre el manto inmaculado durante unos minutos dejándose llevar por la música. El frío que sentía llegar desde los pies ascendía y le envolvía el cuerpo pero, para ella, era un abrazo placentero, a veces electrizante y otras relajante.
Comenzó con unos ejercicios de calentamiento y se deleitó con algunos pasos entrecruzados y figuras sencillas y, sólo cuando se sintió segura, comenzó a intentar los saltos: desde los más sencillos a los saltos Flip y Lutz, hasta lanzarse a intentar un doble Axel que, sin embargo, le salió inseguro y renunció a probar de nuevo. Acabó con algunos trompos de alta y baja intensidad.
No fue más allá para no arriesgarse a hacerse daño.
Las notas de la música se volvieron suaves, lentas, casi como si quisiesen acariciarla. Ella se impulsó, echó el busto hacia delante, tensó la pierna de atrás hasta llevar el pie un poco más arriba de la cabeza y extendió los brazos a la altura de los hombros, asumiendo la figura del ángel. Levantó el rostro y dejó que su cuerpo se deslizase por la pista, decidido y delicado al mismo tiempo.
Sentía el aire fresco rozándole la piel del rostro y levantarle la larga cola de caballo rubia. Cerró los párpados y advirtió un torbellino de sensaciones que parecían llevarla hacia la nada, hacia una quietud infinita.
De repente se dio cuenta de las personas que había a su alrededor, con las que podría haber chocado, y abrió los ojos de par en par. Sintió una mano acariciar la suya, todavía extendida rozando el aire circundante. Se volvió, enderezándose sobre si misma y devolviendo el pie levantado al suelo.
―¡Ah, ya has llegado!
―No quería interrumpirte ―le dijo Sonny, que casi había aparecido como por arte de magia a su lado. Vistiendo un pesado gabán, bufanda y gorro de lana, patinaba intentando mantener su misma velocidad.
Loreley redujo la velocidad.
―No te excuses, soy yo la que no debería hacer ciertas cosas en una pista con toda esta gente.
Habitualmente iba a patinar en horarios en los que sabía que encontraría muy pocos patinadores pero aquella tarde no había conseguido respetar aquella lógica cautela.
Un chavalito pasó como una flecha a su lado, casi tocándola, y ella se inclinó en sentido contrario, acercándose a Sonny que le puso una mano en la espalda para protegerla.
―No nos quedemos aquí o nos van a arrollar ―dijo él mirando a su alrededor.
―Yo preferiría que no nos parásemos de ninguna manera…
Mientras decía esto Loreley aceleró hasta dejar al hombre a su espalda y llegar hasta la parte opuesta de la pista donde los grandes ventanales ofrecían un hermoso panorama del Hudson River y del puerto donde se encontraba el centro deportivo.
Sonny la vio realizar el slalom para superar a los patinadores que se encontraban de camino. Hubiera podido alcanzarla perfectamente en unos pocos segundos pero prefirió no seguirla. Estaba claro que estaba intentando retrasar el momento en que debían aclarar las cosas entre ellos y no quería presionarla.
¿Qué le diría a Loreley? ¿Qué no le había gustado hacer sexo con ella? ¿Lo creería? Ni siquiera lo creía él. Aunque no recordaba con pelos y señales todo lo que había ocurrido, sabía que no había desfogado jamás de esta manera sus bajos instintos como aquella noche; quizás porque no estaba demasiado sobrio pero esto ahora ya no importaba demasiado. Lo que más le preocupaba era algo bien distinto.
¡Entre todas las mujeres presentes en la boda justo tuvo que llevarse a la cama a la hermana de Hans!
Había bebido pero no tanto como para no comprender quién era la mujer que estaba conduciendo a su habitación. Y ¿por qué precisamente ella? Si Hans se enteraba no creería que había sido una coincidencia; no, lo habría acusado de haberlo hecho a propósito.
Encogió los hombros. ¿A quién le importa?
Loreley era adulta. Había sido consciente, borracha pero consciente, y también partícipe. Nadie hubiera podido condenarlo y él se equivocaba al crearse problemas, sobre todo porque ella se había ido a hurtadillas de la habitación del hotel sin ni siquiera esperar a que él se despertase, sin decirle una palabra.
Aquella mañana le había costado reconstruir todo lo sucedido, en un primer momento había sentido alivio porque aquella muchacha se había volatilizado, evitando de esta manera tener que dar y recibir explicaciones, pero luego se había dicho que siempre quedaría algo pendiente hasta que no hablasen.
Se detuvo en el borde de la pista y esperó a que ella se acercase para hacer aparecer una hermosa sonrisa.
―¿Desde hace cuántos años patinas? ―le preguntó,
―Comencé con el patinaje artístico cuando tenía cinco años pero lo abandoné en el primer año de universidad. De vez en cuando vengo aquí para distraerme y moverme un poco. No es saludable estar sentado durante horas en un bufete o en un tribunal. Y además, me gusta demasiado patinar. ¿Y tú?
―Yo jugaba al hockey cuando era poco más que un chaval. Lo he dejado hace mucho tiempo para dedicarme a la música.
―Viéndote nadie lo diría.
―Creo que es como con las bicicletas: vuelves a cogerla después de mucho tiempo y parece que sólo la hayas montado hace unos días. Ahora sería mejor que nos fuésemos a hablar a otro sitio; quizás a beber algo, aquí en el bar.
4
Con la mochila en la espalda Loreley se dirigió hacia la salida del centro deportivo donde sabía que Sonny la estaba esperando. Se había dado una ducha rápida y había soltado el cabello.
Recorrió el pasillo, devolvió las llaves de la taquilla en recepción y volvió al enorme vestíbulo, en que los colores predominantes eran el amarillo, el azul y el rojo. Allí se paró.
Sonny estaba en una situación embarazosa con dos jóvenes que le estaban pidiendo que les pusiese un autógrafo en sus patines. Una muchacha pretendía sacarse un selfie con él. Alguien lo había reconocido, incluso sin su cola de caballo baja detrás de la nuca, con el gorro de lana y una bufanda que le cubría la perilla. Al invitarlo a ir a la pista de patinaje no había tenido en cuenta que, después de los últimos acontecimientos, el rostro de Sonny había sido publicado muchas veces en las revistas y los periódicos.
¡Es lo último que necesito!
Si hubiese salido de allí con él habría corrido el riesgo de que un fan los inmortalizase juntos y al día siguiente se hubiera visto en las redes sociales, con un montón de alusiones sobre una posible relación. Puede que incluso Johnny se lo hubiese creído, es lo último que quería.
Reflexionó durante unos segundos, luego, impulsada por el deseo de escapar, se unió al grupito de personas que estaban emprendiendo la salida. Antes de cerrar la puerta de cristal que daba al exterior se giró hacia Sonny que ahora la estaba mirando confuso y con un rotulador en la mano que había usado para los autógrafos.
La morenita que estaba a su lado reclamó su atención indicándole una superficie del patín sobre la que debería firmar, pero él la ignoró: continuaba mirando fijamente a Loreley.
Ella movió apenas la cabeza.
¡Lo siento Sonny! Le dijo moviendo apenas los labios y abriendo los brazos. Otra vez será. Luego salió a paso rápido y no se paró hasta que no estuvo a una distancia prudente del edificio azul y rojo.
Caminó por el muelle y se paró en un pequeño parque al lado del centro deportivo, el Hudson River Park, aunque la jornada no era muy apropiada para un paseo: gruesos nubarrones recubrían el cielo, anunciando un aguacero. Sentía el aire húmedo pero no le importaba empaparse.
Todavía estaba confundida por el encuentro con Sonny. Continuaba repitiéndose que debía olvidar lo que había sucedido entre ellos y seguir con su vida de siempre, pero no lo conseguía.
De todas formas, apreciaba demasiado a Sonny para