Estudio descriptivo de los monumentos árabes de Granada, Sevilla y Córdoba (edición ilustrada). Rafael Contreras
mezquitas del Cairo, Damasco y Cufa, se hallan si se quiere demasiado cerca unas de otras; sus cortas dimensiones fueron superpuestas por diversos órdenes de arcos adovelados para conseguir la altura de su destruído almizate.
Interior de la mezquita de Córdoba.
Recientemente, desconchando algunas capillas y lienzos de muralla, se han hallado adornos de estuco, los cuales son en general tan groseros y bastos como los de los templos primitivos de la Arabia. Tienen el carácter pérsico, primer paso de este arte, y se nota en ellos más particularmente la diferencia de estilo, desde la alquibla donde está la cúpula agallonada de quince pies de diámetro, á la estancia llamada de los Emires. En la primera el arte en su nacimiento, fajas y listas tangentes á las dovelas del arco de herradura, inscripciones sin ornamentos, minuciosos mosáicos de cristal y talco, y algunos detalles del más rudimentario bizantino. En la de los Emires renace el gusto de la imitación regularizando el ornato, distribuyéndolo con más gallardía y delicadeza, principiando á separarse del natural para hacerse más simbólico y abstracto, y adquiriendo la sencillez clásica del adorno geométrico, que más tarde constituyó el florecimiento del arte en la Alhambra.
Después de la primera época, en los tiempos de Abd-el-Rhamán II, de Mohammad, de Abdallad y otros, la mezquita se embellece en pequeños detalles y alicatados, que decoran los preciosos y elevados Mimbars, objetos que influyen en la historia artística del templo. Hasta la demolición del primer alminar, no hay obras de importancia decorativa; y del segundo, construído por An-nasir, nada nos queda más que el recuerdo de que su considerable altura no tenía rival en el mundo; que se emplearon trece meses en construirlo, y que era de piedra y mortero con dos escaleras, dispuestas de modo que los que subían por la una no veían á los que bajaban por la otra. Se cuenta que tenía una balaustrada antes de llegar á la cúpula, y que terminaba en dos bolas doradas y una plateada de tres palmos y medio de diámetro, de donde brotaban dos lirios sosteniendo una granada de oro. En el cuerpo de su elevación había catorce ventanas de dos y tres arcos, y los planos se hallaban adornados con trazerías de ladrillo rojo.
Por más fantástica que parezca toda esta obra á los autores contemporáneos[14], está fuera de duda que los mosáicos, piedras labradas y muchos capiteles se trajeron de Constantinopla y de África, especialmente los esmaltados ó sofeisafas que se ven en la capilla principal: y en tiempo de Al-Haken se hizo una reforma decorativa, y se aumentaron las naves, colocando columnas en el antiguo Mihrab, forrando de bronce las puertas, laboreando con piedras de colores el pavimento, y por fin, que el santuario se colocó de nuevo exactamente hacia la Meca.
Decoraciones de las puertas.
Los gruesos muros de esta mezquita conservan hoy fábrica de todos los tiempos desde el siglo VIII, debido á sus muchas restauraciones. Contrafuertes en figura de torres adosadas, como castillo fortificado guarnecido de crestería correspondiente á diversos estilos, árabe, gótico y mudéjar, cercan por el exterior la mezquita en una altura aproximada de 9 metros 20 centímetros; y una especie de imposta cuadrada sirve de cornisa á las sencillas paredes y de asiento á las dentadas almenas. Sólo decoran estos fríos murallones las 21 puertas que citan los autores árabes, no todas existentes, las cuales son una muestra pertinente del arte más antiguo, manejado por inexperto cincel, aunque hermanado con el bizantino más grosero.
Son dignísimas de estudio estas portadas, porque hallamos la primera aplicación del nicho ajimez y de ventanas caladas con agramiles, de formas que sintetizan la aplicación primera ó génesis del arte con arabescos sin lazo de unión, ladrillos rojos y materias blancas de sencillos alicates puestos con simetría. Las enjutas, linteles y vanos ostentan raras hojarascas pérsicas, no vistas tan puras en ningún otro edificio musulmán.
Cuéntase, que había un pasadizo secreto entre el alcázar de los reyes moros y la mezquita. Este pasadizo, cuyas puertas se suponen dispuestas de modo que cada una de ellas pudiera defenderse separadamente, se dirigía á la Mahsurah, recinto reservado é inmediato al muro de la mezquita, el cual formaba por sí solo la habitación del califa cuando acudía á las ceremonias. Esta construcción era rectangular, y cubierta por tres bóvedas preciosamente adornadas. La estancia no se conserva, y sería uno de los lugares más encantadores de este templo, con todo el juego de decoración oriental de la mayor pureza.
En esta elegante mezquita es donde debemos estudiar los innumerables recursos del arte árabe, que tomó crecimiento en España cuando el estilo bizantino por sí solo ornaba con sus caprichosas lacerías las formas atrevidas de los arcos cruzados de las hornacinas y de las claraboyas, combinadas en esbelta distribución. Obsérvese el del santuario, con cuatro preciosas columnitas y sus capiteles admirablemente esculpidos; el trazado por arista de las curvas adoveladas, revelando el origen de aquella trasformación que oriunda de Persia se modificaba en Egipto, y se levantaba en nuestra Península con rasgos positivos de su remota ascendencia. En las impostas de este arco se lee, después de la salutación de costumbre, «que el Pontífice príncipe de los creyentes Al-Mostanser Billar Abdall Al-Haken mandó al jefe de la cámara Giafar ben Abd-el Rhamán añadir estas dos columnas, etc., y que esta obra se concluyó en el año 965»; de lo que se deduce que en el antiguo Mihrab sólo había dos, y que en la restauración del templo se añadieron las otras.
El interior de todo el monumento se divide en 19 naves, elevadas unos 30 pies, y siete más que se alzaban para el caballete de la brillante cubierta de tejas de colores con que terminaban[15]. Se cruzan á éstas 35 naves, cuya anchura varía de modo, que produce diferencias en las alturas de los arcos. Como las columnas son de desproporcionadas dimensiones, sufren los arcos y pilares muchas diversas medidas é irregularidades, que no podríamos admitir en las clásicas construcciones romanas. Los fustes también cortos, crearon la necesidad de superponer arcos en busca de más altura, cuyo sistema fué seguido en otras partes sin este motivo, á pesar de la opinión de Girault de Prangey. Eran las columnas 1.419, según autores antiguos, pero hoy, difíciles de contar, exceden muy poco de 850. Su labra fué hecha sobre diversidad de jaspes, procedentes de Cabra, Sierra-Morena, Loja, Cádiz, Elvira y quizá de tierras lejanas, pues procedentes de Italia hay muchos en la región andaluza, semejantes á las de esta mezquita, cuyos orígenes parecen remontarse á los tiempos románicos ó visigodos. Lo mismo puede decirse del estilo de los capiteles, variado á lo sumo, casi todos de decadencia latina, impropios del paraje que ocupan, toscos unos, delicados otros, y casi siempre dignos de los tiempos anteriores.
Capitel (primera época).
Cubrían estas naves almizates de alfardas de pino pintadas de rojo, negro y blanco; canecillos donde descansaba otra serie de alfargias cerradas con planos pintados de labores bizantinas, y el todo un colgadizo que resistía el peso de la teja vidriada y anchas canales de plomo para conducir las aguas á los vertederos exteriores.
Pueden hoy verse los fragmentos de estas obras, y debemos añadir que por más alerce que se suponga, ni esta madera se conoce con el distintivo que le dieron los historiadores, ni hubo otras clases empleadas en construcción, que el pino, el peralejo y nogal, que hoy testificamos en los monumentos musulmanes de España.
El pavimento antiguo no existe, y podemos sospechar que no fué de mármoles, porque algunos restos se encontrarían; ni de mosáicos, porque esta industria no se había abaratado aún para emplearla en todas partes, como algunos siglos después. Debió ser, según los hallados en Iliberis, de ladrillos cortados y azulejos de un solo color, alternando en fajas para formar alicates y comarraxias. Sabido es que carecían las columnas de basas.
Detrás del coro moderno se ha descubierto una pared vestida con decoraciones de rombos, á manera de los tímpanos del patio de los Arrayanes de la Alhambra, en cuyas hojas y ornatos germina la forma espiral que se manifestó más tarde en aquel monumento. Nótese un arco en cuyo frontal