Ejército de Liberación Nacional (ELN). Historia de las ideas políticas (1958-2018). Carlos Medina Gallego
partidista que se dirigió en dos sentidos: 1) el escepticismo total, que se reflejaría en el creciente abstencionismo, o 2) la búsqueda de otras opciones políticas, que explicaría la simpatía que despertaban, al constituirse en fuerzas de oposición, el Movimiento de Alianza Nacional Popular (Anapo) acaudillado por el General Gustavo Rojas Pinilla, y el Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) dirigido por Alfonso López Michelsen, los que jugaron en su momento un importante papel político.
Sería equivocado afirmar que durante la década del sesenta no se produjeron en el país importantes avances en los aspectos económicos y sociales. Es un error pensar que la sociedad colombiana en su conjunto no sufrió transformaciones substanciales como consecuencia de la propia dinámica del desarrollo mundial, de los niveles de dependencia internacionales y sobre todo de su dinámica demográfica, con todo el conjunto de dificultades estructurales que ello conllevó: mayor concentración de la propiedad agraria, dependencia tecnológica para el desarrollo industrial, mayores niveles de concentración de capital, endeudamiento externo y la consiguiente dependencia política resultante, procesos inflacionarios y de devaluación crecientes, aumento del desempleo (agudizado por las migraciones campesinas a las ciudades generadas por La Violencia y la modernización del país), surgimiento de los cinturones urbanos de miseria que se vinieron a sumar a los problemas de analfabetismo, insalubridad, falta de asistencia médica y hospitalaria y un alarmante empobrecimiento generalizado de la población, que comenzó a notarse en un incremento de la mendicidad, la prostitución y la niñez abandonada. En concreto, en las dos primeros décadas de la segunda mitad de siglo, se produjeron importantes desarrollos en los distintos sectores de la economía latinoamericana en general y colombiana en particular; esto no significa, necesariamente, que se hubiesen producido cambios substanciales en las condiciones de vida de la población en general, más allá de lo que exigían las propias dinámicas de los procesos de modernización económica52.
En síntesis, si bien es cierto, por un lado, que la experiencia cubana generó una oleada revolucionaria en América Latina, esta fue posible debido a la combinación de factores de orden económico, político, social y cultural que se expresaron en las difíciles condiciones de existencia del conjunto de la población trabajadora, en la pérdida de credulidad del común de la gente en los partidos tradicionales y en la incapacidad del Estado para satisfacer las expectativas de la población, en una perspectiva de desarrollo económico y bienestar social generalizado. Pero, por otra parte, las fuerzas políticas de oposición militantes en la izquierda, las que existían y las que surgieron como consecuencia del fervor revolucionario despertado por el proceso cubano, hicieron una lectura apresurada de dicha experiencia, equivocaron la apreciación de las posibilidades de la realidad social y política que se vivía, creándose falsas expectativas, desarrollaron sus procesos más desde el discurso ideológico y político que del conocimiento de su propia historia: el ELN no estuvo exento de esta situación.
La Brigada José Antonio Galán: el camino juvenil de la lucha revolucionaria
En 1962, un grupo de aproximadamente sesenta jóvenes colombianos viajaron a Cuba, haciendo uso de las becas ofrecidas por el Gobierno de la isla, con el fin de continuar o cursar estudios universitarios y conocer de cerca la experiencia revolucionaria. En octubre de ese año los Estados Unidos bloquearon militarmente la isla. El Gobierno cubano, dadas las particulares condiciones de guerra en que quedó el país, ofreció a los estudiantes colombianos, prácticamente recién llegados, evacuarlos hacia su país de origen. Después de una reunión a la que asistieron 27 jóvenes, y de discutir sobre lo difícil de la situación, 22 de ellos resolvieron quedarse, colocando como condición única, que se les diera preparación militar para estar en condiciones de defenderse cuando sobrevinieran los ataques.
Esta experiencia marcó a los jóvenes en dos sentidos: primero, el contacto con las armas y la preparación militar habría de colocarlos en una perspectiva revolucionaria diferente, la de la lucha armada y, segundo, el impacto que causó en ellos la decisión de entrega de los cubanos, dispuestos a morir para defender su revolución, contribuiría a la formación de un imaginario de desprendimiento total que se expresaría posteriormente bajo la premisa de “Liberación o muerte” (Castaño, 1984).53
La crisis cubana fue superada luego de que Estados Unidos se comprometió a no invadir la isla, a cambio de que se retiraran de ella los misiles rusos. Surgió entonces la idea de algunos, de los que ya habían tenido preparación militar, de adquirir mayor capacitación de este tipo para sentar las bases de un movimiento insurgente a su regreso a Colombia. Once muchachos del grupo de los 22, insistieron en que los adiestraran en las tácticas y técnicas de la lucha guerrillera, recibiendo durante ocho meses la preparación que pidieron.
Al finalizar el curso, los siete que cumplieron con las exigencias de este comenzaron a planear su regreso al país. Después de intercambiar opiniones, discutir posibilidades, concretar compromisos y acordar un plan de trabajo, se constituyó en Cuba la Brigada Pro-Liberación Nacional José Antonio Galán, con el propósito de impulsar la lucha revolucionaria y organizar, al regreso a Colombia, simultáneamente con la actividad política, los grupos que en la ciudad y en el campo desarrollarían la lucha armada. Víctor Medina Morón, Fabio Vásquez Castaño, Heriberto Espitia, Ricardo Lara Parada, Luis Rovira, Mario Hernández y José Merchán integraron ese primer grupo (Arenas, 1971).
Desde la creación de la brigada, comenzaron a implementarse una serie de rituales y símbolos que con el tiempo se convertirían en base fundamental de la cultura política y guerrillera del ELN. El mito fundacional, la imagen del héroe, la vía salvadora, el ritual de iniciación y juramento, el mito paradisíaco y la concepción mesiánica entre otros, rondarían los imaginarios de la militancia de la Organización en esos primeros años, contribuyendo a crear la mística revolucionaria que un proyecto de esta naturaleza necesitaba para justificarse y cohesionarse.
No fue extraño entonces, que constituida la brigada, los integrantes le otorgaran sacralidad a los códigos y a las normas y juraran, en tierra cubana, como Bolívar en Europa, adelantar la revolución colombiana, cumplir con el reglamento, mantener una disciplina rigurosa, ser fieles a las estrategias táctico-militares, asumiendo como síntesis del compromiso la consigna comunera de “liberación o muerte”, como pacto irreversible54.
En ese ritual de entrega incondicional fue elegido como máximo jefe Fabio Vásquez Castaño55, por sugerencia de Víctor Medina Morón56, quien asumió la segunda responsabilidad al llegar al país.
La zona de implantación del primer foco guerrillero
Víctor Medina Morón regresó al país a mediados de 1963 y comenzó a realizar los contactos en Santander, Bucaramanga y Barrancabermeja, principalmente, por ser la zona donde había desplegado su actividad política anterior. La tarea esencial, para el momento, consistía en realizar los contactos pertinentes que fuesen abriendo el trabajo político para el nuevo movimiento y decidir el sitio de ubicación del primer grupo guerrillero: el lugar desde donde habría de emprenderse la primera marcha57.
Varias fueron las razones por los cuales se escogió Santander como zona de operaciones: la tradición de lucha del pueblo santandereano, en especial donde actuaron en los últimos años las guerrillas liberales de Rafael Rangel; la circunstancia de no existir grupos bandoleros que pudieran ser causa de confusión para la gente, como ocurría en otros departamentos; topográficamente se contaba con un terreno óptimo para la guerra de guerrillas y sobretodo la posibilidad que ofrecía la región que un desarrollo ulterior permitiera controlar la zona petrolera más rica del país, el ferrocarril del Magdalena y el movimiento obrero de mayor importancia nacional. A todo esto se sumaban las especiales condiciones revolucionarias del estudiantado de la Universidad Industrial de Santander (UIS), conocidas por Medina y Lara, y el hecho mismo de que ellos, junto con Espitia, habían desarrollado anteriormente una actividad política en esos sectores, conociendo muchas de sus gentes (Arenas, 1971).
Rafael Ortiz, miembro del Comando Central de la UC-ELN, en entrevista concedida a Martha Harnecker (1988), al referirse a este tema, señala que se decidió la región de Santander, en el municipio de San Vicente de Chucurí, para implantar el proyecto revolucionario por razones de orden