Acercamientos multidisciplinarios a las emociones. Rosario Esteinou
la otra y esta dependencia de una en la otra se presta para que el beneficio o el daño producido sean de mayor alcance por ese solo hecho.
Tanto una relación asimétrica como una entre pares pueden, por supuesto, ser positivas o negativas. Son dos características independientes que habrá que analizar por separado.
Aceptemos aquí, sin más, que las características emocionales comunes de la intimidad positiva son la confianza, la empatía, el apego mutuo, el respeto por el otro, la aceptación del otro y la preocupación por su bienestar. Estos rasgos se dan en diferentes grados y formas en los distintos tipos de relación íntima. Así, por ejemplo, el amor romántico es distinto del amor por los hijos o por la familia. Otras emociones como cariño, ternura, preocupación, respeto o admiración, pueden estar presentes, aunque los aspectos pertinentes de cada una cambiarán según las características específicas de la relación de intimidad. Una tarea importante será investigar cuáles emociones y actitudes son indispensables para los diferentes casos de intimidad y cómo funcionan en casos específicos.
Aquí, como ejemplo, me ocuparé sólo de un elemento presente en muchas de las interacciones humanas: la confianza. La confianza no es claramente una emoción, sino más bien una actitud más permanente que tiene un componente emocional. Pero este componente emocional, que en algunas ocasiones podría ser episódico, pero que en general es más bien disposicional, es un rasgo necesario de las relaciones sociales de todo tipo.
Dada la imposibilidad de lograr una completa autosuficiencia, nos vemos obligados a contar con otras personas, a depender de ellas y dejarles el cuidado de muchas de las cosas que valoramos. En general, limitamos nuestra confianza a ciertas zonas específicas. Decimos que A confía en que B hará X, o se encargará o cuidará de X, cuando X es algo que A valora.33 La confianza es esencial para la vida en sociedad, entre otras cosas, porque nos permite formar todo tipo de relaciones con otras personas y depender de ellas: amistad, relaciones románticas, familiares, relaciones profesionales, intercambios comerciales, de información, y muchos más.
Según Karen Jones, la confianza se compone de dos elementos, uno cognitivo y otro emocional, “tenerle confianza a alguien es tener una actitud de optimismo acerca de su buena voluntad y tener la clara expectativa de que, cuando se presente la necesidad, la persona en la que uno confía se sentirá directa y favorablemente motivada por el pensamiento de que uno cuenta con ella” (Jones, 1996: 5-6). El rasgo emocional consiste en un optimismo acerca de la buena voluntad del otro y de su capacidad para responder en un cierto ámbito: con lealtad, generosidad y gentileza. La expectativa de que puede contar con una persona se basa en el optimismo acerca de su buena voluntad.
Ahora bien, aunque cualquier relación interpersonal requiere de algún grado de confianza, cuando hay intimidad, la confianza se extiende a ámbitos más amplios, menos específicos y limitados, que con frecuencia requieren que le otorguemos el control sobre aquello que se le confía y un cierto poder discrecional para atenderlo o cuidarlo de la manera que el otro considere mejor. Confiar en los demás o ser digno de su confianza no tiene que ser, necesariamente, una actividad o estado del que tengamos que ser conscientes.34 Sin embargo, la confianza intencional requiere que pensemos que existe buena voluntad hacia uno de parte del otro o de los otros, que creamos que aquél en quien depositamos nuestra confianza no va a perjudicarnos o hacernos daño. La persona que confía se vuelve vulnerable ante la posibilidad de que el otro se aproveche de esa vulnerabilidad, pero no espera que lo haga, sino, al contrario, que tratará de cuidarlo y beneficiarlo. Por supuesto, en muchas ocasiones se sentirá engañada o traicionada cuando el otro se muestra indigno de la confianza depositada en él y, otras veces, su confianza no será una confianza razonable, es decir, aquella que se basa en buenas razones para creer en la buena voluntad del otro o, al menos, en buenas razones para no esperar su mala voluntad o indiferencia. En las relaciones íntimas entre pares, digamos en el amor romántico o en la amistad, uno esperaría una confianza entre dos adultos articulados que tienen la capacidad de juzgar la actuación mutua y que tienen cierto control sobre el grado de vulnerabilidad de uno frente al otro.
En las relaciones íntimas asimétricas o desiguales, digamos del niño frente a sus padres, la intimidad es necesaria para el desarrollo cognitivo y emocional del niño y la confianza del niño en sus padres no es consciente sino una confianza pre-reflexiva, la de los padres en el niño, en cambio, una confianza consciente de que el niño responderá a sus cuidados. Otro ejemplo de intimidad desigual está presente en algunos casos de la relación médico-paciente, sobre todo en casos de enfermedades mentales. Esta desigualdad se debe, entre otras cosas, a que el médico sabe muchas cosas acerca de la vida íntima y privada del paciente, acerca de sus deseos, fantasías, anhelos, etc., mientras que el paciente no sabe prácticamente nada acerca del psiquiatra o terapeuta y, también, a que el paciente, por su condición de enfermo, se encuentra en un estado de fragilidad psicológica mucho mayor. Aquí la asimetría de la relación puede ya ser un factor que actúe a favor o en contra de la integridad física del paciente ya que éste, por su estado mismo, depende en gran medida de la capacidad del médico y de su buena voluntad. Entonces, aun aceptando que la confianza debería ser el concepto clave de su relación, tendríamos que tener mayor claridad acerca de lo que implica una relación de confianza entre dos personas en condiciones tan desiguales.
Por último, quisiera referirme brevemente a la relación entre la intimidad negativa y la confianza. Dada la enorme importancia que tiene la confianza para las relaciones interpersonales y, especialmente para las relaciones íntimas, debemos asumir que en un principio habría entre las partes al menos algún grado de confianza. Suficiente para establecer la relación. En la medida en que se pierde la confianza, se abre el camino a otras emociones que van destruyendo la intimidad de la relación o la relación misma. Entre las emociones que van erosionando la confianza y dañan la relación estarían, por ejemplo, el miedo, el desprecio, Schadenfreude, odio, sed de venganza e ira. Cuando se trata de una relación asimétrica, ya sea por la estructura de la relación misma o porque uno depende de facto del otro, la emoción que predomina al perderse la confianza es quizá el miedo en la parte más débil, y alguna de las otras, como el desprecio, la que motiva principalmente al que produce o intenta producir el daño.
Sin embargo, no podemos tener una idea clara de lo que sucede realmente sin analizar casos específicos de las múltiples variedades de relaciones íntimas, ya sean positivas o negativas, que nos muestren cómo funciona en cada caso la confianza o la falta de ella.
Conclusiones
En el texto se examinaron dos de los grupos principales de teorías filosóficas sobre las emociones: las cognitivas y las perceptivas. Cada una tiene ventajas y problemas que he señalado. Sin embargo, lo que hay que resaltar es que cualquiera que sea la teoría, tenemos que darle cabida a la base cognitiva de la que dependen muchas emociones humanas, a saber, las emociones que los seres humanos desarrollan conjuntamente con su desarrollo cognitivo en un determinado contexto socio-cultural.
Los humanos adquieren conceptos, y tener el concepto de una propiedad, implica, entre otras cosas, ser capaces de predicarlo de algún objeto y usar el concepto en un sistema de creencias y de otros estados mentales en contextos específicos. Esto permite que la manera directa e inmediata en que el niño pequeño reacciona a una emoción como el asco cuando ve algo que luce asqueroso o podrido, pueda, después de aprender el concepto pertinente, atribuirlo a cosas que lucen apetitosas, pero que no son menos dañinas, o que se ven asquerosas y son deliciosas. Existe, por así decirlo, la posibilidad de una distancia entre cómo son las cosas experimentadas inmediatamente y cómo pueden ser descritas y experimentadas después de aprender a aplicar ciertos conceptos. También he resaltado el hecho de que no podemos explicar las emociones y las actividades humanas de una manera aislada, sino que forman parte de redes de otros estados mentales, como otras emociones y estados afectivos, valoraciones, deseos, creencias, pensamientos, intenciones, percepciones, sentimientos, imaginaciones y memorias, etc., que tienen que tomarse en cuenta. Los seres humanos tienen perfiles cognitivos, emocionales, valorativos, y motivacionales muy variados que hay que tomar en cuenta en casos particulares.
Al referirme a algunas relaciones entre emociones y relaciones