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a la razón.” (Deigh, 1994: 851). Esta susceptibilidad a la razón es, quizá, el rasgo más claro de las emociones humanas, pues “la base biológica de nuestras emociones no excluye su transformación por las capacidades que desarrollamos a través del lenguaje y la cultura; […]” (Helm, 2010: 319). Así, las emociones por sí mismas no son racionales, a-racionales o irracionales. Estos calificativos dependen de la situación, del origen de la emoción, de su conceptualización y su coherencia con otros estados mentales del agente.25 Por eso las emociones pueden a veces promover acciones razonables en el sentido de que nos permiten atender y entender mejor las reacciones o las necesidades de otros, pero también pueden ser factores de irracionalidad, desmesura, parcialidad y distorsión.26 Un ejemplo común del efecto que puede tener la intensidad de una emoción es que el agente que tiene la emoción actúe por la emoción en contra de su mejor juicio.27 Esto es así en las ocasiones específicas en las que la emoción, por decirlo así, gana en contra del razonamiento. Se trata de una de las formas más claras del fenómeno de la acrasia o debilidad de la voluntad. Un ejemplo clásico que menciona Davidson es el de Medea, quien consumida por los celos mata a sus hijos y se suicida, a pesar de que sabe que no debía hacerlo. La pasión no le permite al agente deliberar y lo motiva a actuar de la forma más automática y primitiva. Otro ejemplo es el del capitán que abandona su barco por miedo, cuando el barco está por naufragar, a pesar de que su razonamiento y sus convicciones interiores le aconsejan salvar a los pasajeros y, en todo caso, hundirse con el barco.
Pero también está el caso inverso cuando, en el conflicto entre juicio y emoción, no es la emoción la causa de irracionalidad. Algunas veces es claramente así, por ejemplo, con las fobias, “sin embargo, en otros casos un conflicto racional entre emoción y juicio puede hacernos dudar del juicio mismo” (Helm, 2010: 316). A este fenómeno se le ha llamado “acrasia inversa”: el agente actúa racionalmente, y aun moralmente, pero lo hace en contra de su mejor juicio. Este ejemplo pone en duda la tesis de que los agentes actúan racionalmente sólo cuando los guía un juicio reflexivo de lo que sería mejor hacer en una situación dada. El ejemplo es el de Huckleberry Finn,28 quien, debido a su simpatía por Jim, no lo delata ante los cazadores de esclavos, a pesar de que pensaba que debía hacerlo. “Huck se da cuenta posteriormente que tuvo razón en proteger a Jim, aunque no se diera cuenta de ello en el momento de decidir. Esto es, podría reconocer retrospectivamente que fue su simpatía, más que su juicio, lo que le representó a él correctamente la situación” (Döring, 2010: 296). Así, con estos ejemplos, meramente señalados, quisiera mostrar que entender qué cosas ofenden, agradan, molestan, disgustan, indignan, etc., a otras personas, permite entender por qué hacen o dejan de hacer ciertas cosas y ayudan a regular nuestra propia conducta con ellas, de tal forma que podamos promover ciertas actitudes y tratar de inhibir otras.
La relación entre emoción y agencia es muy compleja y cada uno de sus aspectos da pie para una discusión filosófica. Lo que hice aquí es un recorrido escueto del tipo de acciones que podemos hacer por emociones y cómo a su vez nuestras acciones y las de los otros, influyen en nuestra vida emocional.
Las relaciones interpersonales que son objeto de estudio de la mayoría de los capítulos de este libro son ejemplos de cómo la afectividad y las emociones son un factor ineludible en la caracterización de este tipo de relaciones. La influencia de la afectividad se vuelve crucial cuando nos referimos a las relaciones íntimas, en las que se ubican varios de los trabajos. Por esta razón quisiera ocuparme en lo que sigue de algunos elementos emocionales de la intimidad.
Relaciones interpersonales, intimidad y confianza
Strawson (1982: 15) afirma que esperamos que, en sus relaciones mutuas, los humanos manifiesten “un grado razonable de buena voluntad y consideración”, y que respondan con lo que llama “emociones reactivas”. Tenemos estas emociones cuando reaccionamos a las actitudes y sentimientos que otros humanos tienen hacia nosotros. Las emociones y sentimientos reactivos se dan en un complejo sistema de relaciones personales, las exigencias y expectativas que incluyen estas relaciones, su manifestación o falta de ella en el comportamiento y nuestra tendencia a responder con sentimientos y actitudes reactivas. La admiración, el resentimiento y la ira por ejemplo, son sentimientos29 reactivos personales; la indignación, la culpa y el remordimiento son emociones reactivas “morales”. Strawson afirma que la afectividad interviene en mayor o menor grado en cualquier relación interpersonal.
Las relaciones cercanas e íntimas forman un subgrupo de las relaciones entre las personas de una comunidad. En cualquier sociedad existe una enorme variedad de posibles relaciones entre sus miembros: relaciones políticas, religiosas, culturales, profesionales, familiares, amistosas, sexuales, para mencionar sólo algunas. Y todos tenemos múltiples relaciones que pueden incluirse en varias de estas categorías. Una cuestión que mencioné antes y que quisiera retomar en este apartado es que en las secciones anteriores me referí sobre todo a los episodios emocionales que, aunque por supuesto son parte de cualquier relación, no son la única forma en la que intervienen las emociones. En las relaciones más largas o estables, los episodios emocionales ocurrirán, pero también estamos hablando aquí de actitudes y rasgos emocionales más permanentes y de disposiciones a tener ciertas emociones. Esto es, las personas involucradas en relaciones personales cercanas o íntimas más duraderas tienen un cierto perfil evaluativo o emocional que se mostrará en sus acciones y actitudes.30
Una pregunta que habría que responder es: ¿hay algunas emociones que son necesarias para la intimidad o que promueven la intimidad y cuál es la forma en la que se presentan?
Según Giddens, “La intimidad es sobre todo comunicación emocional con los demás y con uno mismo, en un contexto de igualdad interpersonal” (1992: 130).31 La intimidad se da en el ámbito de la vida privada y se describe comúnmente como una combinación de, entre otros, los siguientes componentes: auto-revelación, expresión emocional, apoyo mutuo, confianza, intercambios físicos, ser afectado por el otro, compartir actividades y experiencias. (Gaia, 2002: 157-159). La intimidad es una característica de algunas relaciones humanas cercanas:32 intimidad con la pareja, en el amor, la amistad, la familia, de la madre con su bebé, una relación fundamental para el desarrollo del niño, en ocasiones, entre el médico y el paciente, entre el maestro y el alumno, etc. El que exista una relación íntima no es indicio de que se trata de una relación positiva que redunda en algún beneficio para los participantes. Puede existir intimidad entre personas que se odian, que se hacen daño, entre personas que han desarrollado una dependencia psicológica, digamos de miedo, humillación y falta de autoestima de una parte, y de ira, violencia y dominación por la otra. Así, la primera cuestión es distinguir entre las relaciones íntimas positivas y las negativas. El que una relación íntima sea positiva o negativa dependerá de sus componentes emocionales y del beneficio o daño que producen a los individuos que participan en la relación. En la realidad es muy posible que la mayoría de las relaciones íntimas no sean ni totalmente positivas ni completamente negativas, sino que constituyan una mezcla de emociones positivas y negativas y lo que se busca en la mayoría de los casos es encontrar un equilibrio que permite que se mantenga la relación. Así, positivo o negativo no son términos precisos sino dos extremos entre los que se encontrarían los casos particulares de este tipo de relaciones. Sin embargo, desde la filosofía podemos centrarnos en el aspecto normativo, es decir, en el análisis de cuáles emociones deberían formar parte de una relación íntima positiva o negativa, y cómo deberían combinarse.
Tampoco se trata siempre de que una persona sea el victimario y la otra la víctima, sino que los roles pueden cambiar y existen parejas que se hacen mutuamente daño y esto sería el rasgo principal que caracterizaría su intimidad. Tampoco se trata siempre de relaciones íntimas entre dos personas, sino que puede haber intimidad entre un mayor número de personas. Ejemplos serían algunas relaciones familiares o también entre grupos o bandas cuyos miembros viven una relación íntima.
Ahora bien, es importante distinguir también las relaciones íntimas entre personas “en un contexto de igualdad interpersonal” como (idealmente) en las relaciones románticas o de amistad y las que son esencialmente asimétricas: por ejemplo, la de un niño con su cuidador(a) o la del médico con su paciente, sobre todo en casos de enfermedades mentales u otros