Lecturas de la animita. Claudia Lira Latuz

Lecturas de la animita - Claudia Lira Latuz


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populares (costumbres, manías y rarezas: con su explicación, historia y origen). Ediciones Mateos. Madrid, España, 2000.

      Colombres, Adolfo. Marco teórico para el abordaje y desarrollo de la tradición oral y la literatura popular de nuestra América, Instituto Andino de Artes Populares (IADAP), Quito, Ecuador, 2005. Material no publicado.

      Paramio, Ludolfo. Mito e ideología, Madrid: Alberto Corazón, 1971.

      Parra, Violeta. Décimas. Autobiografía en verso. Presentadas por Pablo Neruda, Nicanor

      Parra y Pablo de Rokha. Editorial Sudamericana, Santiago de Chile,: 1998. Tercera edición, febrero 2008.

      Salazar V., Gabriel. Ser niño huacho en la historia de Chile (siglo XIX), Proposiciones “Chile Historia y Bajo Pueblo”, 19 (1990), 55-83 En: http://www.archivochile.com/Ideas_Autores/salazarvg/salazarvg0003.pdf, página 12 [16 de julio 2010]

      Salinas Campos, Maximiliano. Canto a lo divino y religión popular en Chile hacia 1900. Lom Ediciones. Segunda edición: 2005. Publicado como tesis doctoral por la Universidad Pontificia de Salamanca, 1991. Santiago de Chile, 2005.

      Sepúlveda Llanos, Fidel. Muerte-Vida en el pueblo chileno. Revista Patrimonio Cultural, N° 35, Año X, otoño 2005, Dibam. En:http://www.dibam.cl/patrimonio_cultural/patrimonio_lamuerte/art_muerte.htm [Consultado el 16 de junio de 2010]

      ___. Fiesta y vida, Revista Aisthesis N° 38 (2005): 92-98. ISSN 0568-3939. Pontificia Universidad Católica de Chile.

      ___. De la raíz a los frutos. Literatura tradicional, fuente de identidad. Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos. Santiago de Chile, 2004.

      ___. El canto a lo poeta: a lo divino y a lo humano: estudio. Análisis estético antropológico y antología fundamental. Ediciones Universidad Católica de Chile. Santiago de Chile, 2008.

      PABLO VARGAS ROJAS

       Se trataba de una mezcla racial de patagones con fueguinos; el engendro era miserable. Las sangres puras, aun en las razas más inferiores del ser humano, pueden ofrecer algún individuo presentable. Pero mézclense blancos, negros e indios entre sí y se obtendrá el mulato, el mestizo, el zambo, gestaciones denigrantes de la especie.

      ARMANDO BRAUN MENÉNDEZ,

      Pequeña historia magallánica.

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      Fotografía: Miguel Vargas R.

      En 1928, en la actual isla Diego de Almagro1 se encontró a dos hombres muertos debido a un probable enfrentamiento, uno de ellos era chilote y el segundo un indígena kawéskar. Se supuso una pelea instigada por el alcohol y acaso la intención de robo. Ambos cuerpos fueron identificados con nombre y apellido, tras lo cual se ordenó su traslado a Punta Arenas y la inhumación en el cementerio de dicha ciudad. Finalmente, fueron enterrados en una fosa común y se olvidó el asunto.2

      Con los años la tumba del indio se transformó en animita y el kawéskar, de un posible alcohólico, ladrón o asesino, pasó a ser un sujeto milagroso, al borde de la santidad. Sintomático resulta que el indígena, cuyo nombre chileno era Pedro Zambras, pasara a ser llamado el Indiecito Desconocido.

      En la década del sesenta, una descendiente de inmigrantes europeos, después depedir algo al Indiecito consideró que este había realizado un “milagro”, hecho por el cual mandó a construir una tumba monumental en un lugar destacado del cementerio; se compró el terreno y se construyó ahí, además, una escultura con la ayuda de la Armada y la Cruz Roja. Cuando se procedió a cambiar el cuerpo desde la fosa común hasta el nuevo lugar, se reparó en que no había un cadáver, sino dos. Ante el estupor y la ignorancia sobre qué cuerpo correspondía al kawéskar, se optó por trasladar a ambos al monumento. En los años ochenta, la tumba-monumento se cambió nuevamente a un lugar más adecuado para la instalación de velas y placas de agradecimiento. Hoy el sitio es conocido –con variantes: tumba, animita; indio, indiecito– como la Tumba del Indiecito Desconocido, lo que evidencia la persistencia del olvido del crimen en que se vio envuelto Zambras y la omisión, no menor, del chilote que comparte su lecho de muerte: David Leal.

      Frente al olvido-silencio anteriormente referido, vinculado a la santificación del indígena, la cual –a su vez– pasa por introducirlo al anonimato, hacerlo desconocido, así como nominarlo indiecito, y no kawéskar, es que me propongo investigar las posibles razones histórico-culturales que enmarcan este proceso y que, pienso, dan cuenta de una apropiación-construcción del indígena por parte de la sociedad magallánica del siglo pasado. Proceso que remite al indígena a una otredad radical, superior (de ahí que el cadáver sea de un desconocido y sea milagroso) y pretérita o pura (de ahí la escultura que representa a un indígena no civilizado, es decir, sin vestimenta occidental). Situación que se puede leer desde las lógicas de la colonialidad,3 en donde el indígena, en tanto muerto, es mudo, silenciado, pero santo en su condición de puro. Lo cual, de manera evidente, echa un manto sobre los indígenas super-vivientes, específicamente, kawéskar, hasta hoy y crea un pasado legendario que nutre cierto discurso regionalista beneficioso para el turismo.4

       Pureza y extinción

      Desde la etnografía-antropología se instaló durante el siglo XX la idea de la pureza de los indígenas fueguinos,5 la cual los ve como objeto de estudio privilegiado, puesto que tal pureza da cuenta no solo de una cultura sino, incluso, de un cuerpo otro distinto radicalmente de la sociedad occidental. En esta línea es notable el proyecto argumental de Martín Gusinde, quien propone que el aislamiento de los fueguinos, así como la supuesta conservación invariable en el tiempo de su modo de vida primitivo, los acerca al primer hombre-mujer de la Creación y, por tanto, a una religiosidad mucho más cercana a Dios (también en Beauvoir), particularmente, para el caso de los selk’nam,6 y en cuanto a moralidad ideal se trata, de los yámanas (Gusinde).7 Si bien es cierto este discurso inicial de los sacerdotes está mediado por la religión católica,8 su núcleo central –que ve a los llamados fueguinos como reservorio de una cultura no contaminada y, por lo tanto, alternativa a la cultura occidental moderna– no se pierde en investigadores posteriores como Emperaire o Chapman. Esto aúna a todos en un esfuerzo urgente por dar a conocer estas culturas siempre a punto de desaparecer de modo.9

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      Figura 2: Fotografía de kawéskar tomada hacia 1881 en los llamados Zoológicos Humanos de Paris. Es destacable que en esta escenificación, tanto la vestimenta como las armas y el fondo de vegetación, aludan precisamente a los indígenas “puros” precisamente en un contexto artificial de exposición al público europeo. Fuente: http://www.lanacion.cl/prontus_noticias_v2/site/artic/20080612/pags/20080612213245.html

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      Figura 3: Fotografía de kawéskar de principios de Siglo XX en los canales patagónicos. Fuente: Báez, 2003.

      El discurso de la pureza, que conlleva indefensión, inocencia, fragilidad, aparece como contrapartida de la imagen construida desde siglos por diversos navegantes y científicos europeos que señalaban a los indígenas patagónicos como los más atrasados del mundo, no exentos de canibalismo y estupidez. Esta lectura del sujeto inferior tiene su correlato americano en Sarmiento y su máximo aval en Darwin. Sobre este último, es notable que los sacerdotes se ocupen de manera constante de invalidar la teoría de la evolución y de la selección natural


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