Entrenamiento del ciclista. Chris Carmichael

Entrenamiento del ciclista - Chris Carmichael


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en los relatos de tres deportistas del CTS, quienes, por casualidad, trabajan todos en el sector financiero. Sterling Swaim, Taylor Carrington y John Fallon representan a tres ciclistas que bien podrían aspirar a formar parte de cualquier equipo a lo largo y ancho del país, y seguro que encajarían a la perfección. No son deportistas profesionales, ni en activo ni veteranos; no poseen un raro don en cuanto a su image. (capacidad aeróbica máxima), y seguro que tampoco serían los ciclistas más fuertes ni los más débiles en las carreras organizadas en tu ciudad. En otras palabras, tienen aptitudes y, en estos momentos, son un claro ejemplo del ciclista tipo estadounidense. Empecemos con Sterling.

      Sterling ha vivido casi toda su vida en Winston-Salem, Carolina del Norte, y compite desde los 13 años. En su juventud compitió en la versión júnior del París–Roubaix. También participó en los Campeonatos nacionales de criterium y ciclismo en carretera organizados por la Federación Estadounidense de Ciclismo, la USCF para sus siglas en inglés, en sus categorías júnior y sénior. Entre los 20 y los 30 años, tomó parte en los criteriums y las pruebas de carretera de la Categoría (Cat.) III a lo largo de la costa este y hasta la orilla del río Mississippi, en el lejano oeste. Durante años, su hermano (de Cat. I) y otros compañeros de equipo le instaron a dedicar más tiempo al entrenamiento para saltar hasta la Cat. II, o la Cat. I, pero Sterling tenía otras prioridades. Creó un lucrativo negocio de lavado de coches en el porche de su casa para costearse la matrícula en la Universidad de Carolina del Norte-Greensboro. Estudiaba en el turno de noche y consiguió obtener la licenciatura en Administración de Empresas. Mientras tanto, continuaba entrenando entre 14 y 16 horas a la semana y salía a rodar los fines de semana.

      Tras su graduación, Sterling le traspasó su negocio de lavado de coches a su hermano, Ben, y empezó a trabajar como agente de inversiones. Aunque en este empleo no se dejaba tanto la piel, le dedicaba largas horas y tuvo que reducir su entrenamiento hasta las 10-12 horas semanales. Al poco tiempo se enamoró, se casó, compró una casa y tuvo una hija, todo seguido. No pasó mucho tiempo más antes de que Sterling tuviera que esforzarse por sacar 10 horas a la semana para invertir encima de la bicicleta.

      Con sus años de experiencia, Sterling se había acostumbrado, sistemáticamente, a formar parte del top 10 de la Cat. III en los criteriums y las pruebas de carretera que se organizaban en el sudeste del país. Si embargo, a medida que su disponibilidad para entrenar caía por debajo de las 10 horas, competir le resultaba cada vez más complicado. De repente se encontró en medio del pelotón, y luego en la cola. Mientras antes marcaba el ritmo del grupo de corredores, ahora se dedicaba a seguir la rueda del de delante. Evitó la mayoría de los circuitos largos de los que antes disfrutaba con su hermano y sus amigos, ya que no quería verse con la lengua fuera por seguir al grupo, ni tampoco sentirse «la tortuga del equipo». El ciclismo perdió su atractivo con rapidez, su forma física disminuyó, subió de peso y sus bicicletas empezaron a criar polvo, más que a quemar ruedas.

       La promesa del nuevo paradigma

      El caso de Sterling resulta extraordinariamente común. Tenemos un chico al que le apasiona el ciclismo, tiene talento, lo ha practicado durante años, y a quien le encantaría de corazón continuar en ello en el futuro. Sin embargo, ser lento y estar en baja forma no resulta tan divertido, y el ciclismo exige demasiado esfuerzo como para no divertirse. No puedo cambiar la realidad que vive Sterling con un chasquido de dedos y alargar el tiempo para que él pueda emplearlo en entrenar. No puedo, o al menos no osaría, pedirle que le quitara tiempo a las lecturas o a los juegos con su hija para disponer de más horas encima de la bicicleta y poder competir en criteriums regionales por 200$, con primas de 50$. La oferta, o más bien el compromiso, no tiene mucho sentido, y es bien legítimo, debo añadir. Si bien el ciclismo ya no recuperará su atractivo para Sterling, o para los miles de ciclista a quienes se les ofrecen las mismas propuestas cuantiosas, a menos que sea capaz de rendir a un nivel para el que valga la pena el esfuerzo invertido en el entrenamiento.

      El entrenamiento clásico de resistencia no funcionará en el caso de Sterling, ya que no dispone del tiempo necesario para avanzar de forma lenta y gradual en la construcción de su base aeróbica. Sólo puede invertir 6 horas a la semana, 8 horas con suerte, y punto. Bajo el paraguas del antiguo paradigma del entrenamiento no existe ninguna forma de que llegue a ser competitivo en los criteriums de Cat. III.

      La razón por la cual me refiero a un nuevo paradigma en esta sección, y no sólo a un nuevo programa de entrenamiento, es porque los cambios que te voy a pedir van más allá de añadir sesiones interválicas en tu rutina. Para lo que te presento, te aseguro que necesitas estar dispuesto a replantearte todos tus prejuicios sobre el entrenamiento de resistencia. Cuando el entrenador del centro CTS, Jim Rutberg, sugirió el PETO a su viejo amigo y antiguo compañero de equipo, Sterling pensó que había perdido la cabeza. Para alguien que ha competido en ciclismo durante más de 15 años, el programa con tiempo optimizado que Rutberg pretendía implementar con Sterling no se parecía a nada de lo que habían probado antes. Aunque se trataba de un agente de inversión, había leído muchos libros sobre entrenamiento del ciclismo y estaba suscrito, hacía ya mucho tiempo, a Bicycling, VeloNews y hasta a la revista Winning. Rutberg le planteaba un entrenamiento siguiendo unas pautas rechazadas por aquellas reputadas revistas. De nuevo, Sterling echaba de menos sentirse un ciclista fuerte y no se sentía a gusto con su mediocridad, así que, ¿tenía algo que perder?

      Los ciclistas de Carolina del Norte y del Sur pueden sentirse afortunados por tener dos temporadas importantes de criteriums al año, una de mayo a junio y la otra de setiembre a octubre. En primavera, el circo itinerante que es el ciclismo profesional viaja hasta el sureste en busca de pruebas como las de Hanes Park Classic, la Dilworth Criterium y la Athens Twilight Criterium. Luego, en otoño, existen varios criteriums locales, hasta llegar al Carolina Classic en Greensboro, Carolina del Norte, y al Greenville Cycling Classic, cerca de Greenville, ciudad adoptiva de George Hincapie, en Carolina del Sur. Hay algunas carreras más durante el resto del año, pero ninguna de ellas tan relevante ni que atraiga a equipos profesionales y amateurs tan numerosos ni potentes. Rutberg utilizo el PETO con Sterling seis semanas antes de empezar las pruebas de primavera en la zona. Rodaba cuatro veces por semana, nunca más de 7 horas en total. Compitió 4 veces en 8 semanas y logró los puestos cuarto, octavo, primero y tercero. La única carrera en la que se presentó el otoño anterior ni tan siquiera pudo acabarla. Los puristas te dirán que el PETO no funciona, e incluso algunos afirmarán que resulta peligroso. Bueno, yo te digo que de verdad funciona, te voy a enseñar el cómo y el porqué de su éxito, y, en primer lugar, no resulta más peligroso que el mismo hecho de ser ciclista. Además, el programa está basado en una sólida base científica, su eficacia ha sido contrastada por deportistas reales, y te ofrece la oportunidad de disfrutar de la alta velocidad, la elevada potencia y la subida de adrenalina ciclista, aun cuando no puedas conseguirlo con los métodos de entrenamiento clásicos.

       Una breve historia del entrenamiento

      Aunque podemos esbozar algunas teorías sobre el entrenamiento del atletismo, como la periodización, desde la Grecia clásica el nivel de sofisticación del entrenamiento se mantuvo muy bajo hasta la mitad del siglo xx. Con ello no pretendo menospreciar las habilidades y los logros conseguidos por atletas como Major Taylor, Jesse Owens, Babe Ruth y Jim Thorpe. Ellos fueron grandes deportistas en su tiempo y también serían grandes campeones hoy en día. Sin embargo, los deportistas olímpicos y profesionales de antaño sobresalieron entre sus contrincantes gracias, en gran medida, a su talento natural y a su capacidad para soportar duros esfuerzos. Algunos entrenaban sólo con la práctica, otros machacaban el cuerpo como locos, y los mejores eran aquellos que sobrevivían y se adaptaban a regímenes brutales de entrenamiento que destrozaban al resto. Con un conocimiento científico relativamente escaso sobre cómo y por qué funcionaba el entrenamiento, los métodos se aceptaban o rechazaban en función de las rutinas utilizadas por el campeón de turno, ya que se podían observar y copiar. Los entrenadores veían este comportamiento y concluían que la mejora se basaba en la carga que el deportista era capaz de soportar. En general, la recuperación no se tenía en cuenta. Así, el proceso de selección de talentos se fundamentaba en exigir a los principiantes cada vez más, hasta que sólo un puñado


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