¿Existen alternativas a la racionalidad capitalista?. Crisóstomo Pizarro Contador
perdedores, el problema consiste en dilucidar quiénes y cuántos son ellos y cuál es la brecha que los distancia19.
El futuro de la economía-mundo capitalista como sistema histórico está asociado a su capacidad para asegurar que la tensión entre distribución y acumulación sea resuelta dentro de los límites del sistema económico y político vigente. El Estado necesita de la empresa privada para generar empleos y recursos financieros para la realización de sus funciones de bienestar, sin las cuales pierde toda su legitimidad. Por eso no puede horadar las competencias de la empresa privada para producir riqueza; pero la acción económica de la empresa está dinamizada por la incesante acumulación de capital y allí radica el origen de su oposición a toda forma de intervención estatal que limite su tasa de ganancias.
El esfuerzo por compatibilizar crecimiento —dinamizado en el sistema capitalista por el incesante proceso de acumulación de capital— y distribución define la esencia de la propuesta socialdemócrata. Este es el tipo de compromiso que se expresa en el Estado de bienestar instaurado en las economías centrales y cuyo éxito estuvo condicionado a la gran expansión ocurrida durante los años cincuenta y sesenta, pero que empezó a dar señales de deterioro cuando la economía-mundo entró en los años setenta en un largo período de estagnación.
Durante el período de expansión económica, la socialdemocracia actuó como un “movimiento”, en la medida en que podía responder a las demandas y aspiraciones de integración social de una variada gama del “pueblo” y no solamente de la clase trabajadora. “Cuando la economía entra en el periodo de estagnación y se impone la hegemonía de las políticas neoliberales, la social democracia de los países centrales retira su fuerte apoyo al Estado y adopta un ‘suave apoyo al rol del mercado’. Esto no puede estar mejor simbolizado en la idea de Blair sobre ‘the new labour’”20. Ahora, ya no es posible seguir denominándolo un movimiento solidario e internacionalista, aunque tampoco durante los años de expansión económica se mostró fuertemente unida a las minorías étnicas y emigrantes.
Una eventual fase A del ciclo Kondrátieff no restauraría la normalidad del sistema
Desde el punto de vista del comportamiento de la economía-mundo, Wallerstein no descarta el eventual surgimiento de una nueva fase A de expansión del ciclo Kondrátieff en Estados Unidos, pero la crisis sistémica impediría que ella pudiese cumplir la función de restaurar la normalidad del sistema.
“Sucede un poco como si uno tratara de conducir un coche cuesta abajo con un motor todavía intacto pero con el chasis y las llantas en pésimo estado. No hay duda de que el coche avanzará, pero no en la línea recta que uno hubiera esperado ni con las mismas garantías de que los frenos funcionen de manera eficiente. Es bastante difícil afirmar desde ahora la forma en que se comportará. Inyectándole más gasolina al motor podría acarrear consecuencias inimaginadas. Desde hace mucho tiempo Schumpeter nos hizo a la idea de que el capitalismo no caería debido a sus errores si no a sus éxitos [….] Para continuar con la analogía del coche en mal estado, no hay duda de que un conductor sabio sería capaz de manejar sumamente despacio, bajo tan difíciles condiciones. Pero en la economía-mundo capitalista no existen los conductores sabios”21.
Como todos ellos toman las decisiones separadamente y teniendo en vista sus propios intereses es probable que el coche no baje de velocidad. Como es de esperar que prevalezca la imprudencia, conforme:
“La economía-mundo ingrese en una nueva etapa de expansión exacerbará las condiciones mismas que la han llevado a una crisis definitiva. En términos
técnicos, las fluctuaciones se irán volviendo cada vez más desquiciadas o caóticas y la dirección que adopte la trayectoria se volverá más incierta, conforme el camino haga más zigzags cada vez a mayor velocidad. Al mismo tiempo es posible esperar la disminución —acaso vertiginosa— del nivel de seguridad individual y colectiva, conforme las estructuras del Estado pierdan más legitimidad. Y no hay duda de que lo anterior incrementará la violencia cotidiana en el sistema-mundo. Esto aterrará a la mayoría de la gente. Políticamente, esta situación será de gran confusión, toda vez que los análisis políticos que hemos desarrollado para entender el sistema-mundo parecerán no servir o caducado. Pero estos análisis se aplicarán fundamentalmente a los procesos en marcha del sistema-mundo existente y no a la realidad de una transición. De ahí que sea importante ser claros sobre la distinción entre los dos y sobre la forma en las que concluirá esta doble realidad”22.
Ahora, es muy difícil poder predecir no solamente lo que podría ocurrir en el mediano plazo, sino que también en el corto plazo.
“Las consecuencias sociopsicológicas del carácter impredecible del corto plazo han sido confusión, rabia, desprecio a aquellos que ostentan el poder, y sobre todo un agudo miedo. Este miedo conduce a la búsqueda de alternativas políticas nunca antes consideradas. Los medios se refieren a esto como populismo, pero es mucho más complicado que lo que este eslogan sugiere. Para algunos, el miedo conduce a múltiples e irracionales chivos expiatorios. Para otros conduce a la disposición de impensar profundamente los supuestos arraigados en la comprensión de las operaciones del moderno sistema-mundo”23.
La principal preocupación de todos los gobiernos del mundo consiste en la urgencia con que se trata de evitar el levantamiento de los desempleados y de la clase media, cuyos ahorros y pensiones están empezando a desaparecer. Wallerstein sostiene que una reacción a esta situación ha sido el recurso a las políticas proteccionistas, aunque se pretenda negarlo. Las medidas proteccionistas persiguen obtener ganancias en el corto plazo, sin importar el precio que deba pagarse por ello. Como el proteccionismo es insuficiente para superar el desempleo, los gobiernos también se han mostrado muy represivos.
“[…] esta combinación de austeridad, represión y búsqueda de ganancias monetarias en el corto plazo hacen que la situación global sea aún peor. Esto da cuenta de un mayor embotellamiento del sistema. Este embotellamiento, por su parte, resultará en fluctuaciones aún más salvajes, haciendo aún más poco confiables las predicciones de corto plazo. Y esto además agravará el miedo y la alienación popular. Esto es un ciclo negativo”24.
Contradicciones entre acumulación de capital
y democratización
La racionalidad del sistema-mundo capitalista genera conflictos por la distribución del ingreso. Sin embargo, junto a los típicos conflictos de clase es necesario reconocer otros. No sólo los marxistas, sino que también el mismo Marx habría desestimado la importancia de las luchas nacionalistas, raciales, étnicas y de género, debido al temor de una división de la clase trabajadora. Por cierto, muchas veces, en estos conflictos también es posible reconocer conflictos de clase. Tampoco puede negarse que la tesis sobre la polarización absoluta entre burgueses y proletarios y la desaparición de los sectores medios no ocurrió.
Esto, empero, sólo puede corroborarse si el análisis se circunscribe a países individualmente considerados. Cuando la unidad de análisis es el sistema-mundo, esto es el orden económico global, este fenómeno sigue dándole la razón a Marx, tanto en términos absolutos como relativos. El rechazo a la tesis de Marx sobre la polarización de clases en los países individualmente considerados, también debe ser calificado: el mejoramiento de los ingresos observable en los países industrializados es más evidente en los trabajadores especializados que en los que no lo son. En los países de inmigrantes, que han recibido y siguen recibiendo una masa de inmigrantes, el beneficiario del aumento real de los ingresos es la población nativa. Los inmigrantes de primera o segunda generación pertenecen a los estratos de más bajos ingresos25.
La estrechez de la definición de “ciudadanía” sostenida por la ideología liberal que legitima el sistema-mundo capitalista y la persistencia de las desigualdades materiales aún entre aquellos individuos y grupos formalmente ya integrados, exige distinguir entre “la retórica y la realidad” de la democracia para poder analizar mejor sus contradicciones intrínsecas con el proceso de acumulación de capital. El contrato político propiciado por el liberalismo excluyó una larga lista de categorías sociales que no poseían “las competencias” necesarias para calificarse como “ciudadanía”. Wallerstein sostiene