¿Existen alternativas a la racionalidad capitalista?. Crisóstomo Pizarro Contador
sino que, por el contrario, el deterioro de su capacidad para seguir ejerciendo su rol histórico”36.
La estagnación del crecimiento económico en las zonas periféricas y la declinación del ingreso real de la clase trabajadora, aun en los países centrales, desde fines de los sesenta, han debilitado la esperanza de un cambio estable y un ordenado mejoramiento de las perspectivas de vida, mantenida por la geocultura del liberalismo y sus nuevas transfiguraciones en el neoliberalismo.
Los presuntos beneficiarios de esa ideología han empezado también a cuestionar la real y efectiva realización de la misma. El autor sostiene que
“la contradicción intrínseca de la ideología liberal es total. Si todos los seres humanos tienen iguales derechos y todos los pueblos tienen iguales derechos, nosotros no podemos mantener el sistema ‘inigualitario’ que ha sido y siempre será un rasgo propio de la economía capitalista mundial. Si esto se admite abiertamente, la economía capitalista mundial ya no parecerá legítima a las clases excluidas de sus beneficios o severamente perjudicadas. La crisis es total; el dilema es total. Sufriremos las consecuencias en la próxima mitad del siglo. Sin embargo, colectivamente resolveremos esta crisis cualquiera sea el nuevo sistema histórico que construyamos”37.
Wallerstein plantea la crisis del sistema conforme a la siguiente secuencia argumental: el sistema capitalista mundial ha mostrado su extraordinaria capacidad innovadora y expansiva expresada en
“una proyección lineal ascendente a través del tiempo de todos los indicadores [económicos] absolutos. Aunque la lógica del sistema [la incesante acumulación de capital] requiere una orientación colectiva hacia el consumo […] el consumo real no ha seguido el mismo ritmo de crecimiento de la riqueza [y esta última] ha beneficiado a sólo una pequeña proporción de la población del mundo. Esta contradicción es pública. Este carácter es a la vez una de las exigencias de un sistema que se ve obligado a predicar la posibilidad de una ilimitada expansión [que beneficiaría a todos]. Así la imagen de una expansión permanente puede parecer eufórica o desastrosa. La incertidumbre puede ir también acompañada de un sentimiento liberador. En la medida en que el sistema se mueve hacia su caída natural [como lo hacen todos los sistemas históricos], enfrentamos el siguiente dilema: negamos el proceso de muerte sistémica o bien damos la bienvenida al nacimiento de un nuevo sistema”38.
El reconocimiento de la limitada capacidad individual para influir en el “patrón polarizador” que caracteriza al sistema no anula nuestra voluntad para iniciar acciones políticas que influyan en la proyección del nacimiento de un sistema distinto al existente. La creencia de la ideología liberal de que es posible el cambio “racional consciente” del sistema político habría alcanzado sus límites. El proyecto del cambio normal progresivo tropezaría con “la desintegración de la economía capitalista mundial”39.
Los desafíos planteados por la transición
del actual sistema
Una nueva racionalidad sustantiva
Este libro ha presentado algunas de las conclusiones del análisis de los sistemas-mundo sobre los límites estructurales que impiden que el sistema capitalista pueda seguir reproduciendo los factores condicionantes del incesante proceso de acumulación de capital, su razón de ser, el declive de Estados Unidos como potencia hegemónica global, las contradicciones entre acumulación de capital y democratización y la caída de la geocultura del liberalismo. Los hallazgos empírico-históricos de Wallerstein han dado lugar a una nueva caracterización del capitalismo histórico. El calificativo “histórico” debe ser resaltado, porque su obra no es una crítica doctrinaria al capitalismo.
Dada estas características, Wallerstein señala que los desafíos de la actualidad consisten en poder asumir tres objetivos básicos e ineludibles. En primer lugar, tratar de comprender de una manera sobria y realista las contradicciones y limitaciones de los sistemas sociales humanos. En segundo lugar, tomar decisiones morales sobre el futuro que queremos construir basadas en las potencialidades de la creatividad humana. Y, tercero, comprender las alternativas abiertas al cambio, así como los factores que lo obstaculizan. Estas tres tareas son constitutivas de lo que Wallerstein ha denominado el pensamiento “utopístico”. Es, por lo tanto, un ejercicio simultáneo en los ámbitos de la ciencia, la moral y la política40.
Desde el punto de vista moral, el ejercicio utopístico no es la construcción de un futuro perfecto e inevitable, sino el de un futuro alternativo, realmente mejor en cuanto a su racionalidad sustantiva, es decir, menos desigual, menos jerárquico y más democrático, pero incierto desde el punto de vista de su ocurrencia histórica. El pensamiento utopístico, a diferencia de la utopía, procura observar las limitaciones y constreñimientos que impiden el progreso del nuevo orden democrático deseable y posible y las actuales alternativas históricas que es necesario promover. Este deseo no se agota ni se desvía por la estrategia centrada en la conquista del aparato del Estado, y debería poder anticipar sobriamente las dificultades e imaginarse con apertura las alternativas institucionales que expresen las nuevas estructuras41. En la quinta parte del presente libro señalamos de una manera genérica algunas características de un nuevo orden global.
Los supuestos epistemológicos que fundamentan la perspectiva utopística no se incluyen en este artículo. Una amplia discusión de este tipo comprendería, entre otros temas, una crítica a la división de las ciencias sociales y su separación de la reflexión filosófica, la resolución de las contradicciones entre ciencias nomotéticas comprometidas en la búsqueda de leyes universales inmutables e idiográficas orientadas a la comprensión del carácter idiosincrático de los fenómenos sociales. La comprensión de los efectos de estos —aparentemente— contradictorios objetivos en la concepción de las ciencias sociales también forma parte del estudio de esos supuestos. Otros temas son la discusión de la noción de tiempo social, ya sumariamente referida en la distinción entre ondas largas y ciclos, y las consideraciones propuestas por los estudios de complejidad acerca de la concepción de irreversibilidad de los fenómenos naturales y la “flecha del tiempo”. En estos supuestos se sustenta la propuesta de Wallerstein sobre la necesidad de elaborar una ciencia social histórica en vez de una teoría económica. En nuestro examen precedente del análisis de Wallerstein de la evolución de la economía-mundo capitalista se encuentran algunas expresiones de esos supuestos epistemológicos42.
Análisis de la dimensión política de la utopística
En sus intentos por lograr una mejor visión de las alternativas políticas para promover la transformación del actual sistema, Wallerstein ha examinado lo que ha denominado el fracaso de la estrategia de dos pasos puesta en práctica por los movimiento que han procurado el cambio social. Con esa misma pretensión ha caracterizado las potencialidades del Foro Social Mundial para contribuir a la transformación sistémica.
Durante el siglo xix y los primeros dos tercios del siglo xx, los partidos comunistas, la socialdemocracia en el mundo paneuropeo, los movimientos de liberación en Asia y África y los populistas en América Latina han sido los mayores movimientos con pretensiones de transformación del sistema. Todos lucharon por la conquista del poder del Estado, el primer paso de la “estrategia de dos pasos”. El segundo paso consistía en la transformación de la realidad social. Fueron exitosos en el logro del primer paso, pero fracasaron en el segundo. Los diversos levantamientos iniciados a fines de los sesenta, entre los que sobresale la revolución de 1968, tendrían su origen en ese fracaso. La persistencia de la injusticia en el sistema mundial y dentro de cada sociedad nacional y la falta de democracia explican la caída de esos movimientos durante las tres últimas décadas.
El derrumbe de la Unión Soviética sería la cúspide simbólica del rechazo a la “vieja izquierda”. Los esfuerzos por reformular esa estrategia se expresaron en variadas formas de maoísmo, “la nueva izquierda” y el movimiento por los derechos humanos. Ninguno logró el nivel de movilización de la vieja izquierda.
Este sería el trasfondo del “movimiento por otra globalización”, cuyos tres momentos simbólicos son la revuelta zapatista de 1994, que deliberadamente comenzó en el primer día de la vigencia del Tratado de Libre Comercio de América