¿Existen alternativas a la racionalidad capitalista?. Crisóstomo Pizarro Contador
la incorporación al proceso de globalización de la economía-mundo capitalista de zonas externas en condiciones periféricas no se traduce necesariamente en un aumento del número de empleos, porque toda la economía-mundo capitalista está dominada por el avance de las tic y su indiscutible impacto negativo en el crecimiento del empleo. Al cerrarse esta vía, no puede esperarse que la globalización de los mercados pueda traducirse en una compensación del desplazamiento tecnológico del empleo. Además, Collins, al igual que Wallerstein, estima que las zonas periféricas ya han sido copadas por el proceso de globalización de la economía-mundo capitalista.
La financialización de la economía
Tampoco es razonable esperar que la llamada “financialización” del mercado capitalista pueda llegar a ser una nueva salida. En primer lugar, porque no todos los trabajadores desplazados por el encogimiento del sector industrial y su extensivo uso de las tic serán capaces de transformarse en inversionistas especulativos viviendo de sus pingües rentas. En todo caso, los ingresos procedentes del sector financiero no suplantarían los ingresos procedentes del trabajo. Tampoco en este sector puede esperarse un crecimiento del empleo. No es posible imaginarse que la mayoría de los trabajadores en una economía automatizada puedan desempeñarse como administradores de fondos de inversión. El desplazamiento del empleo por la tecnología también está afectando los mercados financieros. O sea, no puede esperarse que todos sean inversionistas capitalistas o que todos sean empleados en el mercado financiero. Entonces, la financialización de la economía no puede considerarse como una salida a la disminución del empleo determinado por el desarrollo de las tic.
Otras vías de escape al desempleo estructural
También es dudoso que las políticas de inversión y empleo de los gobiernos puedan contrarrestar el impacto negativo de la disminución del empleo por el desarrollo de las tecnologías de la información. Como sabemos, estas políticas han sido aplicadas ampliamente y son conocidas como la solución keynesiana del Estado de bienestar. Lo que en definitiva limita este tipo de solución es la oposición del sector capitalista para financiar sus políticas de inversión. La cuarta parte de este libro desarrolla ampliamente la oposición de la derecha a las reformas tributarias destinadas al financiamiento de las políticas sociales. La oposición capitalista a la intervención del Estado no se manifiesta solamente en el ámbito de las políticas sociales, también rechaza las funciones que el Estado podría desarrollar en el ámbito de la producción.
El otro mecanismo de compensación de la disminución del empleo por el desarrollo de las tic es la inflación de las exigencias de acreditación educacional. Se ha aceptado en todos los países que el aumento en el número de las personas educadas y en el nivel de la calidad de la educación recibida son condiciones necesarias para el desarrollo. Esto ha dado lugar a un aumento de las exigencias educacionales.
Sin embargo, la creencia que promueve la expansión educacional alegando que ella se traducirá en mayor igualdad de oportunidades, desempeño económico sostenido en alta tecnología y más y mejores trabajos, ha sido severamente desmentida por la cruda realidad. Lo que sí puede observarse en los países más desarrollados es que la inflación de las acreditaciones educacionales ha servido para absorber parcialmente la desocupación generada por el desarrollo tecnológico.
El financiamiento otorgado al sector educacional que absorbe una gran cantidad de estudiantes por prolongados períodos debe ser reconocido como una importante forma de subsidio al desempleo. Estos subsidios pueden ser calificados como una forma encubierta del Estado de bienestar para mantener la sobrevivencia del sistema capitalista. Aunque no sea claramente reconocido en el hecho, la población expulsada de sus antiguos empleos encuentra en el sistema educacional una forma de sobrevivir. La educación, en efecto, ha llegado a ser uno de los mayores costos de los gobiernos, lo que, a su vez, se ha traducido en una presión para que sea privatizada, transfiriendo los costos educacionales a los estudiantes y sus familias.
1 Wallerstein, I. et al., “The Next Big Turn. Collective Introduction”, en Does Capitalism Have a Future?, 1-2 y 6.
2 Collins, R., “The End of Middle-Class Work: No More Escapes”, en Does Capitalism Have a Future?, 38-69, especialmente 60.
IV
Michael Mann: Redes de poder sobrepuestas
Cuando se estudia la evolución de la sociedad como una función de la superposición de redes de poder, puede esperarse que el capitalismo todavía pueda seguir ocupando la periferia de la economía-mundo capitalista. Pero aún admitiendo que ya no hubiese trabajo disponible barato y los capitalistas ya no puedan apoderarse de superganancias, la mayor productividad del trabajo y el aumento del consumo en países recientemente desarrollados podrían compensar la caída de las ganancias del capital y producir un capitalismo reformado a escala global con mayor igualdad y derechos sociales ciudadanos para todos. Todo el planeta podría gozar el tipo de derechos que tuvieron los trabajadores en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial. Esto significa que el capitalismo podría sobrevivir mediante una solución socialdemócrata.
Una interpretación de la Gran Depresión de 1929
y la Gran Recesión de 2008
Siguiendo las orientaciones sociológicas de Max Weber, Mann propone examinar la crisis del capitalismo como un eventual resultado de las distintas dimensiones del poder social. Este es concebido como una configuración resultante de la interacción de redes ideológicas, económicas, militares y políticas sobrepuestas. A las relaciones anteriores pueden sumarse las relaciones geopolíticas1. Estas cinco relaciones interactúan entre ellas, pero no de la manera sistémica en que Wallerstein y Collins comprenden el desarrollo de la sociedad capitalista y su eventual crisis terminal.
En concordancia con este punto de vista, Mann interpreta la Gran Depresión de 1929 y la Gran Recesión de 2008 como eventos resultantes de la actuación de distintas causales económicas y no económicas, encadenadas y superponiéndose unas a otras. Esas crisis se han manifestado de una manera desigual en distintas partes del mundo y han respondido a cambios en los poderes geoeconómicos y geopolíticos del capitalismo global.
Con respecto a las causas económicas en la Gran Depresión y la Gran Recesión, Mann sostiene que los factores económicos fueron muy importantes: la sobreproducción agrícola en la primera y el extraordinario desarrollo del capital financiero en la segunda. Pero esas causas no restan valor al gran peso que tuvieron en ambas los factores no económicos, destacando en la primera las tensiones geopolíticas entre Alemania y Austria y entre Francia y Gran Bretaña, así como las erradas políticas económicas originadas en el fundamentalismo de mercado2.
En la Gran Recesión no puede desconocerse el sobresaliente impacto ideológico del neoliberalismo y de la fobia a la inflación3. En este caso, los condicionantes fueron determinantes, a diferencia del papel del poder militar que tuvo preeminencia en la Gran Depresión.
Dada la misma importancia que Mann reconoce a los factores ideológicos en la Gran Depresión y en la Gran Recesión, no resulta admisible pensar en el capitalismo histórico sin el desarrollo de la ideología liberal que le ha servido de sustento cultural post factum. Para Wallerstein, en efecto, “el liberalismo centrista” constituye la esencia de la geocultura creada durante el largo período comprendido entre 1789 y 1914, que sirve de sustento ideológico al sistema-mundo moderno4.
Crítica a la hipótesis de Wallerstein sobre la incapacidad expansiva del capitalismo
Mann también cuestiona la hipótesis de Wallerstein sobre la incapacidad del capitalismo para seguir externalizando los costos de la producción mediante la incorporación de nuevas arenas externas a la economía-mundo capitalista. Sólo una parte de la enorme población de la India y China habría sido absorbida en un sistema industrial o postindustrial mínimamente regulado y este proceso no ha comenzado todavía en África, Asia Central (las ex-repúblicas soviéticas) y Asia del Este (principalmente Corea del Norte y áreas extensas de Mongolia). La ocupación