¿Existen alternativas a la racionalidad capitalista?. Crisóstomo Pizarro Contador
target="_blank" rel="nofollow" href="#ulink_584906d9-c91f-5a65-8b4d-21e25dca823c">5 Ibíd., 136.
6 Ibíd., 136-137.
7 Por ejemplo, solamente los bonos que beneficiaron a los empleados de la industria de seguros en Nueva York alcanzaron los 20,8 millones de dólares; véase ibíd., 129. Los llamados hedge funds son instrumentos de inversión no tradicionales que presentan algunas de las siguientes características: sólo pueden hacerse efectivos por montos mínimos muy elevados, son hechos por bancos o gestores de fondos en cantidades superiores al dinero que efectivamente poseen. Esto es, según la jerga de los especialistas, un “apalancamiento”. Las características anteriores también determinan altísimas ganancias. Algunos ejemplos de estas inversiones son los seguros de cobertura contra deudas impagas, permutas financieras y contratos de futuros. Un gran número de fondos está domiciliado en paraísos fiscales. Todas estas inversiones son muy poco reguladas o sin regulación alguna.
8 Ibíd., 138-140.
9 La variedad y extensión de estos daños es descrita en el capítulo ix, de acuerdo a los indicadores utilizados por las Naciones Unidas para evaluar el progreso de los objetivos de desarrollo del milenio.
10 Ibíd., 149.
11 Ibíd., 158-161.
VI
Georgi Derluguian:
Auge y caída del bloque soviético
El desplome del bloque soviético debe atribuirse a tres factores principales: el insostenible costo del control de sus rivales en el marco de su conflicto con los Estados Unidos y la mantención de sus aliados en su enorme extensión geopolítica, la incompetencia de una nomenklatura burocratizada para responder a una emergente clase media conformada por especialistas educados y creativos intelectuales, o sea los “hijos de la modernización soviética”. A todo esto debe sumarse la imposibilidad de sostener un proyecto socialista en un solo país en el marco de la racionalidad de una economía–mundo capitalista.
Las amplias movilizaciones desde abajo y el pánico que causaron en las élites puede sugerir algo importante sobre el futuro del capitalismo.
La estructura dictatorial como fusión
de la ideología, la política y la economía
La herencia geopolítica del Imperio ruso, especialmente fuerte en las zonas semiperiféricas, favoreció el proyecto de una “burocracia carismática” sin precedentes dirigido a fusionar las instituciones ideológicas, políticas, militares y económicas del siglo xx en una única estructura dictatorial1. La Unión Soviética fue un Estado inmensamente centralizado que puso en práctica una estrategia estatal de industrialización coercitiva, sustentada en la expropiación del campesinado y la construcción de una poderosa fuerza militar2.
La Unión Soviética fue plenamente consciente de sus políticas modernizadoras, expresadas en la mecanización del ejército, una producción industrial en serie, la planificación de megaciudades, educación masiva y bienestar social, consumo de masas estandarizado, incluyendo el deporte
y la entretención. Después de la década de 1920, ocurrió un proceso de reciclamiento de la cultura tradicional heredada de la intelligentsia literaria imperial. Así, la música clásica, el ballet y la literatura fueron difundidas masivamente a toda la población3.
La simplificación de la geopolítica después de la Segunda Guerra Mundial permitió la transición de una compleja multipolaridad a una posición binaria de dos bloques ideológicos. Esto transformó a la Unión Soviética en una superpotencia. Pero el costo que significaba controlar a sus aliados y la confrontación de sus rivales externos era insuperable. En este tipo de análisis, Collins predijo la caída del bloque soviético en 19784.
Derlugian explica que ya en 1987 Wallerstein también predijo la caída del bloque soviético5. Wallerstein comparaba los Estados comunistas con la toma de una empresa durante una huelga de sus trabajadores. Si los trabajadores trataban de operar la empresa ellos mismos, estarían obligados a seguir las reglas de los mercados capitalistas, es decir, podrían obtener una mejor distribución de los beneficios materiales, aunque no una mayor igualdad o democracia. Por su parte, los sindicatos de trabajadores más realistas estarían muy preocupados por la disciplina y considerarían las presiones externas del mercado. La ley de hierro de la oligarquía en las organizaciones complejas ya anticipaba que el sector gerencial se separaría del más amplio grupo que conformaba la organización empresarial, llegando a convertirse en una nueva élite dominante6.
También sostenía que el socialismo en un país no podría durar a menos que todo el sistema-mundo capitalista fuese reemplazado por un sistema histórico diferente, en el cual la acumulación de capital no llegase a ser la prioridad sistémica7. A pesar de sus declaraciones ideológicas, los Estados comunistas nunca pudieron alejarse totalmente de la economía-mundo capitalista.
Las predicciones de Collins en 1978 y de Wallestein nueve años después sobre la caída del bloque soviético no analizaron la Unión Soviética a la luz de sus parámetros ideológicos, a diferencia de lo que era usual en esa época tanto en la izquierda como en la derecha. Las predicciones fueron acertadas porque se valieron de un punto de vista sistémico y relacional, es decir, consideraban al bloque soviético como parte de un sistema-mundo más amplio. Collins basó su predicción en las regularidades geopolíticas militares de largo plazo y Wallerstein en la economía-mundo capitalista y las opciones políticas disponibles a las élites en las distintas zonas de esa economía8.
Usando el mismo modelo basado en consideraciones geopolíticas, Collins predijo el potencial económico de China en 1980, cuando nadie tomaba en serio las enormes reservas de ese país gobernado por el “idiosincrático camarada Mao”. Las dificultades de Rusia dejaron a China en una especie de limbo geopolítico. Entonces, China y Japón pudieron perseguir sus ambiciones de poder y prestigio a través del camino más obvio de esa época: la industrialización orientada a la exportación dependiente del consumo del mercado americano9.
La nomenklatura burocratizada contra los “hijos de la modernización soviética”
La principal tensión del comunismo soviético en su último período enfrentó a la insensata nomenklatura, ahora burocratizada completamente, contra la emergente clase media conformada por especialistas educados y creativos intelectuales, o sea los “hijos de la modernización soviética”10. La generación de obedientes burócratas formados al final de las purgas estalinistas nunca pudo despertar el entusiasmo iconoclasta de los bolcheviques. Así como no pudo reinar en la intelligentsia, tampoco consiguió hacer trabajar a los obreros.
Habiendo reinado en la policía secreta, la nomenklatura estaba menos dispuesta a desatar nuevamente cualquier clase de represión masiva. La economía industrial expansiva no permitía el “látigo disciplinario” del desempleo11. Pero la principal razón estructural en la que se apoyaba el poder de los obreros soviéticos era de tipo demográfico. Las villas del centro de Rusia ya habían sido drenadas de trabajadores disponibles. El crecimiento de las ciudades, el trabajo industrial y la educación cambiaron el nivel de vida de las mujeres y las tasas de nacimiento cayeron drásticamente sólo en una generación. En la década de 1960 ya no se podía contar con el incesante reclutamiento de obreros y militares procedentes del campo. La transformación del campesinado en trabajadores industriales fue en verdad el “triunfo de la civilización soviética”. La relativa escasez demográfica dejó sin piso al despotismo tradicional12.
Sin embargo, la precondición del cambio de las obsoletas estructuras de industrialización militarizada