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y será mayor en los países más pobres5.
Mann considera que si no hay trabajo disponible barato, los capitalistas ya no podrán apoderarse de superganancias, pero la mayor productividad del trabajo y el aumento del consumo en países recientemente desarrollados podrían compensar la caída de las ganancias del capital y producir un capitalismo reformado a escala global con mayor igualdad y derechos sociales ciudadanos para todos. Todo el planeta podría gozar el tipo de derechos que tuvieron los trabajadores en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial. En ese período la gran porción de la riqueza de los países avanzados fue creada mediante el comercio y la producción entre ellos mismos, no con el resto del mundo, excluyendo en esto al petróleo. El boom del período de postguerra fue el resultado de la alta productividad, alta demanda de consumo en los países avanzados, y no dependió principalmente de la alta explotación del trabajo de los países del sur6.
El capitalismo y el proceso de destrucción creativa
Esto, por supuesto, depende de la llamada “solución tecnológica” (technological fix). Se trata de lo que Josef Schumpeter llamó la “destrucción creativa”, esto es, el corazón del dinamismo capitalista. Los emprendedores colocaban dinero en la innovación tecnológica resultante en la creación de nuevas industrias y la destrucción de las antiguas.
La Gran Depresión de Estados Unidos fue provocada por el estancamiento de las industrias tradicionales más importantes, mientras que las nuevas industrias emergentes, aunque vibrantes, no eran todavía suficientemente grandes para absorber el capital y el trabajo excedente del período. Esto fue logrado en la Segunda Guerra Mundial y el período subsecuente, el cual liberó una enorme demanda de consumo contenida durante los sacrificios del período de guerra7.
Entonces, la pregunta más importante para Mann no es si otra innovación tecnológica está ocurriendo o es probable que ocurra pronto. Existen nuevas industrias dinámicas, como la microelectrónica y la biotecnología. El problema es que, hasta ahora, no han sido suficientes para proveer una innovación satisfactoria, especialmente para el mercado laboral en Occidente, donde las nuevas industrias tienden a ser más intensivas en el uso de capital que en el uso de mano de obra. La declinación de la industria manufacturera en muchos países de Occidente ha generado desempleo, pero las nuevas industrias no han sido capaces de reducirlo. Las recientes innovaciones en computadores, Internet y dispositivos de comunicación móvil no pueden compararse con ferrocarriles, electrificación y automóviles en su capacidad para generar rentas y crecimiento del empleo. También ha sido importante la expansión de los servicios de salud y educación, que son más intensivos en el uso de la mano de obra y el trabajo es más intelectual y más apropiado a los oficios de la clase media. Su expansión es muy probable que continúe y la acreditación educacional siga creciendo, en concordancia con la prolongación de la vida y el aumento de la población de edad avanzada8.
Para Mann, habría buenas razones para poner en duda la hipótesis de Collins sobre el desempleo estructural causado por el avance de las tic. Entre 1950 y 2007, el crecimiento del empleo habría sido mayor que el crecimiento de la población y el desempleo global ha permanecido más o menos estable, en alrededor de 6%, entre la década de 1970 y 2007. Las estadísticas de la Organización Internacional del Trabajo (oit) revelan que en la gran recesión de 2008 el empleo global continuó creciendo, aunque se redujo a la mitad de la tasa existente antes de la crisis. Cayó un 2,2% en 2009 en las economías desarrolladas, incluyendo la Unión Europea y sus vecinos. En la Comunidad de Estados Independientes esta cifra fue de 0,9%9. En todo el resto de las regiones del mundo creció. La razón empleo-población cayó también en los países avanzados y en Asia del Este, pero en el resto esa razón se mantuvo en los niveles existentes en 200710.
Mann cree que el futuro de los mercados laborales de los países avanzados necesitará más trabajadores y no habrá un alto desempleo. La esperanza de vida está aún creciendo y la tasa de natalidad ha caído por debajo del nivel necesario para reproducir la población. Europa, Japón y Estados Unidos necesitarán una inmigración sustancial para cubrir la brecha. Como se espera que las tendencias demográficas también prevalezcan en los nuevos países desarrollados, se espera que la población mundial comience a caer también en la segunda mitad del siglo xxi11.
Si seguimos a Schumpeter en su visión del capitalismo como “proceso de creación constructiva”, el “resto” desarrollista será la provincia de la creación y Occidente la provincia de la destrucción12.
Collins no comparte el optimismo de Mann, ya que el mismo Schumpeter basó su teoría sobre el efecto creativo que sucedería a la destrucción productiva, gracias al proceso de innovación que ha caracterizado el desarrollo capitalista, en una simple extrapolación de tendencias históricas: el número de trabajos creados por los nuevos productos compensará el número de los trabajos perdidos por la destrucción de los viejos mercados. Ninguno de los partidarios de esta teoría ha tomado en cuenta el desplazamiento tecnológico del trabajo comunicativo, la válvula de escape que en el pasado determino la creación de nuevos trabajos que compensaron la destrucción de los antiguos13.
Para Mann, el surgimiento del resto abre nuevas fronteras al capitalismo, al menos en el futuro previsible. Los cambios demográficos y sus efectos en la economía del mundo se estabilizarán. Por eso es escéptico de la existencia de estructuras y ciclos pansistémicos. Es posible que surja una recombinación caleidoscópica de las cuatro diferentes configuraciones de las redes del poder social (ideológicas, económicas, militares y políticas), las que suelen no mostrar siempre una completa congruencia14.
Un escenario optimista
Un escenario optimista consistiría en una acción coordinada de los gobiernos para imponer severas restricciones al capitalismo, impulsadas por fuertes movilizaciones políticas surgidas del reconocimiento de las probabilidades de los efectos catastróficos del cambio climático15. La crisis ambiental podría suceder pronto, entre 2030 y 2050, cuando todavía el capitalismo sería viable16.
Dicha catástrofe podría evitarse si se adoptara una “política liberal y laboral de carácter más pragmática y se lograra una distribución más igual del poder”17. También es probable que esas restricciones redunden en un crecimiento económico global más lento. Ello terminaría con el orden organizado globalmente por el capitalismo en la forma en que hoy es conocida, sin que esto signifique una crisis global del capitalismo, y sólo incluiría a una minoría de la población.
Un escenario desastroso se originaría si los Estados ricos decidieran construir grandes “fortalezas” contra el resto del mundo, ya sean de tipo capitalista, socialista o formas de ecofascismo. Entre las principales condiciones que presionarían en este sentido hay que reconocer el miedo a las acciones procedentes de las grandes masas hambrientas de refugiados y/o guerras por el control del agua, aunque probablemente no impliquen conflictos entre potencias dispuestas a usar armamento nuclear18.
En principio, la humanidad puede escoger entre mejores o peores escenarios, pero no puede descartarse que las personas a veces actúen racionalmente, aunque con un horizonte temporal de muy corto plazo. Otras veces, actúan de una manera emocional e ideológica. Si consideramos lo anterior, no estaríamos en condiciones de predecir el futuro del capitalismo o del mundo19.
1 Mann, “The End May Be Nigh”, 71-97, especialmente 72.
2 Ibíd., 77.
3 Ibíd., 79.
4 Wallerstein, I., The Modern World-System. Centrist Liberalism Triumphant.1789-1914, Vol iv, Berkeley: University of California Press, 2011.
5 Mann, “The End May Be Nigh”, 87.