Tres perspectivas sobre el milenio y el más allá. Darell L. Bock

Tres perspectivas sobre el milenio y el más allá - Darell L. Bock


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el mundo que creó y su derecho de ser dueño de todo: «De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo, y los que en él habitan».30 El posmilenialista afirma que el amor que tiene Dios por la creación es causa de su preocupación por hacerla volver al propósito original de traer gloria a Él. Por eso la expectativa llena de esperanza del posmilenialista está fundada en la realidad de la creación.

      El poder soberano de Dios

      Nuestra tarea evangelística en el mundo de Dios debe cobrar ánimo de la certeza que Dios «hace todas las cosas según el designio de su voluntad» (Efesios 1:11). Creemos con confianza que Dios controla la historia por medio de sus decretos, por medio de los cuales Él determina «lo por venir desde el principio» (Isaías 46:10). Por eso, los posmilenialistas afirman que la Palabra de Dios, como Él mismo dice, «no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié» (Isaías 55:11), sin importar la oposición de seres humanos o de demonios, a pesar de fenómenos naturales o circunstancias históricas.

      El cristiano, pues, no debería usar factores históricos del pasado o circunstancias culturales del presente para juzgar la posibilidad del éxito futuro del evangelio. Mas bien, debería evaluar la posibilidades solamente basado en la revelación de Dios en las Escrituras —porque el éxito del evangelio vendrá «no con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu» (Zacarías 4:6). Por eso la confianza del posmilenialista está en el Dios soberano.

      La provisión bendita de Dios

      Además, el Señor de señores capacita a su Iglesia ampliamente para la tarea de la evangelización del mundo. A continuación se mencionan algunas de las abundantes provisiones divinas para la Iglesia:

      (1) Tenemos la presencia de Cristo resucitado con nosotros.31 Él es quien nos manda, «id, y haced discípulos a todas las naciones», al mismo tiempo que promete, «he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mateo 28:19-20). Por eso podemos confiar «que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo» (Filipenses 1:6).

      (2) El Espíritu Santo de lo alto mora en nosotros.32 Por eso creemos que «mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo» (1 Juan 4:4b). Entre sus varios ministerios, Él causa el nuevo nacimiento, capacita a los creyentes para vivir en justicia, y bendice la proclamación del Evangelio para atraer a los pecadores a la salvación.33

      (3) El Padre se deleita en salvar a los pecadores.34 En verdad, «no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él» (Juan 3:17).

      (4) Tenemos el Evangelio, que es el «poder de Dios» para salvación.35 También tenemos la poderosa Palabra de Dios como nuestra arma espiritual: «porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo» (2 Corintios 10:4-5).36

      (5) Para apoyarnos y fortalecernos en la victoria del Evangelio, tenemos acceso sin límite a Dios en oración37 por medio del nombre de Jesús.38 Cristo incluso nos manda a orar al Padre, «Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra» (Mateo 6:10).

      (6) Aunque tenemos oposición sobrenatural de parte de Satanás, él es un enemigo vencido como resultado de la primera venida de Cristo. «Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo» (Hebreos 2:14).39 Consecuentemente podemos resistirlo y él huirá de nosotros (Santiago 4:7; 1 Pedro 5:9); podemos aplastarle bajo nuestros pies (Romanos 16:20). En verdad, nuestra misión divina es hacer volver la humanidad «de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios» (Hechos 26:18). Pues el Salvador de gracia da recursos amplios a la Iglesia.

      Entonces, puesto que Dios creó el mundo para su gloria, lo gobierna en su inmenso poder, y capacita a su pueblo para vencer al enemigo, el posmilenialista pregunta: «Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?» (Romanos 8:31). Nuestra confianza está en el ministerio del Señor Jesucristo, «el soberano de los reyes de la tierra» (Apocalipsis 1:5). Él está sentado «a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia» (Efesios 1:20-22). Tenemos confianza que la resurrección de Cristo tiene más poder que la caída de Adán.

      Por supuesto, todo esto no comprueba que Dios quiera ganar el mundo por medio de la victoria del Evangelio. Pero, debería disipar cualquier idea prematura y caprichosa de descartar el posmilenialismo como una opción evangélica viable, abriendo así paso para volver a reflexionar sobre la causa de nuestra esperanza evangelística. Ahora la pregunta es, ¿está enraizada esta esperanza posmilenial en la Palabra inspirada e infalible de Dios? Consideremos este tema a continuación.

      EL MOVIMIENTO HISTÓRICO-REDENTOR DEL POSMILENIALISMO

      En la sección principal después de esta, proveeré anotaciones breves exegéticas sobre varios textos prominentes que apoyan el posmilenialismo. Luego de haber levantado un marco teológico general dentro del cual el posmilenialismo se desarrolla, ahora quiero trazar a grandes rasgos, su movimiento histórico-redentor.

      La Creación y los Pactos del Edén

      El Dios de la creación es un Dios de pacto. Las Escrituras presentan la relación de Dios con la humanidad y con la creación, y su soberanía sobre estos, usando la terminología del pacto.

      Aunque el término «pacto» (Hebreo berit) no aparece en Génesis 1, los elementos constitutivos de un pacto están presentes allí. Jeremías utiliza la palabra «pacto» cuando habla de la creación. En Jeremías 33:25-26 el pacto de la creación, que asegura la regularidad de los días y estaciones, sirve como una base de esperanza en la fidelidad de Dios a su pacto para con la gente de este mundo: «Así ha dicho Jehová: Si no permanece mi pacto con el día y la noche, si yo no he puesto las leyes del cielo y la tierra, también desecharé la descendencia de Jacob, y de David mi siervo, para no tomar de su descendencia quien sea señor sobre la posteridad de Abraham, de Isaac y de Jacob. Porque haré volver sus cautivos, y tendré de ellos misericordia».40 Oseas 6:7 también indica un marco basado sobre el pacto para la experiencia de Adán en el Edén, «Mas ellos, cual Adán, traspasaron el pacto; allí prevaricaron contra mí».

      En el pacto de la creación, Dios nombra a la humanidad como sus administradores sobre la tierra. El Señor crea a los seres humanos a su imagen y pone a toda la creación debajo de ellos para que su desarrollo glorifique a Dios.41 Aunque hay un rico conjunto de ideas alrededor del concepto de imagen de Dios, textualmente sabemos que al menos una de las principales es el dominio de la humanidad sobre la tierra:

      Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra. (Génesis 1:26-28, letra cursiva añadida)

      Ya que fueron hechos a la imagen de Dios bajo las obligaciones del pacto, Adán y Eva deben desarrollar la cultura humana para la gloria de Dios, ejercitando un dominio justo sobre toda la tierra. Esto, por supuesto, Adán y Eva no lo pueden hacer solos, entonces Dios les bendice y les manda «fructificad y multiplicaos» y «llenad la tierra», para que ellos puedan «sojuzgarla» en obediencia (Génesis 1:28a). Al poder para señorear (la “imagen de Dios”), para el bien de la humanidad (“Dios les bendijo”) le sigue la autorización (“sojuzgad”) y la obligación (“Dios les dijo... señoread”) de ejercer dominio.

      Y


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