Tres perspectivas sobre el milenio y el más allá. Darell L. Bock

Tres perspectivas sobre el milenio y el más allá - Darell L. Bock


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social y político para promover el desarrollo de la civilización y el progreso de la cultura. Contrario a las teorías evolutivas y humanistas, la Biblia registra sin error el desarrollo temprano de la cultura humana. En verdad, procede a un paso marcadamente rápido: el inicio de la ganadería, la creación de instrumentos musicales, y el trabajo con metales mientras Adán todavía vive (Génesis 4:17-22). Este es el llamado santo de la humanidad, el impulso ordenado por Dios desde la creación: «El hombre tiene que ejercer dominio. Es parte de su naturaleza hacerlo».42 Trágicamente, sin embargo, el pecado entró al mundo

      Como resultado de la caída . . . el impulso del hombre a ejercer dominio ahora está pervertido, ahora no ejerce la autoridad bajo Dios y por su gloria, mas bien tiene el deseo de ser igual a Dios. Esta fue precisamente la tentación de Satanás, que cada hombre fuera su propio dios, decidiendo por sí mismo lo que está bien, y lo que está mal (Génesis 3:5).43

      En respuesta a la traición rebelde de la humanidad, Dios, quien creó el mundo para su gloria, actua en misericordia soberana para iniciar la redención según el pacto y así poder efectuar la reconciliación con sus criaturas caídas. En el contexto histórico de la caída, Dios promete redención y jura que aplastará a Satanás, quien incita la rebeldía de la humanidad. Dios dice a la serpiente, usada por Satanás y representante de él, (Génesis 3:15):

       Y pondré enemistadentre ti y la mujer,y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza,y tú le herirás en el calcañar.

      Este es el pacto edénico, que es la fuente de redención y que complementa el pacto de la creación.

      Aquí tenemos el proto-evangelio, la primera promesa del Evangelio. Este pasaje anticipa que habrá lucha en la historia: las simientes de los participantes representativos en la caída se trenzarán en un combate mortal. En suma, esta es la lucha cósmica entre Cristo y Satanás, un conflicto desarrollado sobre la tierra y en el tiempo entre la ciudad de la humanidad (bajo el dominio de Satanás) y la ciudad de Dios. Es crucial entender su naturaleza histórica: la caída ocurre en la historia; la lucha ocurre en la historia; la simiente de la mujer aparece en la historia (el Cristo histórico, quien es la encarnación del Creador trascendente, Juan 1:1-3, 14).

      Es significativo para el debate escatológico, que esta lucha histórica termina en una victoria histórica: la simiente de la mujer (Cristo) aplasta la simiente de la serpiente (Satanás). Sabemos por la evidencia del Nuevo Testamento, que la crucifixión y resurrección históricas de Cristo fueron causa legal de la ruina de Satanás: «y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz» (Colosenses 2:15). Verdaderamente, esto es una razón fundamental de la encarnación, porque «Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del Diablo» (1 Juan 3:8b; cf. Hebreos 2:14). Además aprendemos que la obra redentora de Cristo tendrá consecuencias en la historia: «Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo» (Juan 12:31-32). El hecho histórico de que Cristo fue levantado, hecho sobre el cual está fundada su victoria, ocurrió ya sea en su crucifixión, o en su resurrección, o en su ascensión, o quizás lo mas probable, en los tres eventos, considerados estos como una sola unidad redentora.

      Los posmilenialistas enfatizan la derrota de Satanás en la historia con la primera venida de Cristo, con el desarrollo progresivo de su resultado en la historia en el contexto de la rebeldía original de Adán, la lucha subsiguiente de Satanás, y la llegada en carne de Cristo. El proto-evangelio promete en forma simbólica la victoria de Cristo en la historia, tal como la caída y sus efectos están en la historia. El levantamiento del segundo Adán superará la caída del primer Adán. Dios no abandona la historia.

      El pacto con Abraham

      Aunque hay varios pactos significativos en las Escrituras que están relacionados con la redención, la falta de espacio no me permite resaltar cada uno. Sin embargo, voy a considerar el pacto con Abraham, un pacto importante que tiene que ver con la redención. La esencia del pacto con Abraham aparece en Génesis 12:2-3 (aunque después la Biblia desarrolla más el concepto del pacto; cf. 15:5-7):

       Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré,y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré;y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.

      Aquí la revelación de la simiente del pacto se va enfocando cada más, pasando de la simiente de la mujer en general (es decir, un ser humano), a una familia específica (es decir, esta será de la familia de Abraham). Al final, por supuesto, la línea de la simiente se hará más estrecha hasta llegar a un individuo: Jesucristo, «el Hijo de David, el Hijo de Abraham» (Mateo 1:1; cf. Juan 8:56; Gálatas 3:16, 19).

      Para mi propósito presente, note que «serán benditas en ti [en Abraham] todas las familias de la tierra». El Nuevo Testamento nos explica esto:

      Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones... Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. (Gálatas 3:8,16, letra cursiva añadida)

      O, como Pablo lo relata en otro lugar, la promesa a Abraham es «que sería heredero del mundo» (Romanos 4:13).

      Esto apoya el optimismo histórico del posmilenialista. Esta condición de Abraham como heredero del mundo, se desarrolla por medio de la extensión del Evangelio. La posibilidad histórica de la victoria del Evangelio, la cual trae bendición sobre todas las naciones, viene por medio de la conversión gradual, no por medio de la imposición catastrófica (como en el premilenialismo) o conclusión apocalíptica (como en el amilenialismo). Esta manera de proceder ha sido el método de Dios y la experiencia del pueblo de Dios en las Escrituras por mucho tiempo. Dios dio a Israel la tierra prometida por medio de un proceso: «Y Jehová tu Dios echará a estas naciones de delante de ti poco a poco; no podrás acabar con ellas en seguida, para que las fieras del campo no se aumenten contra ti» (Deuteronomio 7:22; cf. Éxodo 23:29-30). La profecía también espera el progreso gradual de la victoria redentora entre todas las naciones: vemos el agua de vida fluyendo en forma gradual cada vez más profundamente (Ezequiel 47:1-12), y el Reino del Cielo creciendo lentamente (Daniel 2:35) y extendiéndose (Ezequiel 17:22-24; Mateo 13:31-32), diseminándose más completamente (Mateo 13:33), y produciendo más fruto (Marcos 4:1-8, 26-28).

      La meta histórica del pacto de Abraham brilla claramente en los Salmos y los profetas (ver la aclaración que sigue). Permítame el lector ahora avanzar hasta el conclusivo nuevo pacto.

      El nuevo pacto

      Jeremías 31:31-34 profetiza un nuevo pacto venidero, el cual también anticipa un tiempo de gran gloria:

      He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. Pero éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.

      Por la destacada influencia del pacto con Abraham, y por las circunstancias históricas de su audiencia, Jeremías orienta el pacto a «la casa de Israel y la casa de Judá». Pero ya que el pacto con Abraham contiene bendiciones para «todas las familias de la tierra» (Génesis 12:3), podemos esperar que el nuevo pacto haga lo mismo. Verdaderamente, en el primer siglo, Cristo establece este nuevo pacto en su muerte y lo representa en la cena del Señor (Lucas 22:20; 1 Corintios 11:25;


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