Tres perspectivas sobre el milenio y el más allá. Darell L. Bock

Tres perspectivas sobre el milenio y el más allá - Darell L. Bock


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un árbol en el cual los pájaros pueden anidar con sus polluelos. Las aves cantando entre las ramas simbolizan la serenidad pacífica (Salmo 104:12, 17). En Daniel 4:12 y Ezequiel 31:3, 6 la grandeza de Babilonia y Asiria (cosas concedidas en la providencia de Dios, Jeremias 27:5-8; Ezequiel 3:3,9) aparecen como árboles inmensos en los cuales anidan las aves: Daniel presenta la provisión por gracia de alimento para todos; Ezequiel muestra por medio de símbolos, la grandeza del reino. Es decir, estos son reinos grandes, los cuales por un tiempo abastecen a los seres humanos con provisión y abrigo.

      Cristo nos enseña que Dios tiene un reino que también crecerá hasta llegar a ser un árbol grande que provee lugar para que los pájaros aniden con sus polluelos. Ezequiel 17:22-24a nos da mas detalles a esta imagen dada por Cristo:

      Así ha dicho Jehová el Señor: Tomaré yo del cogollo de aquel alto cedro, y lo plantaré; del principal de sus renuevos cortaré un tallo, y lo plantaré sobre el monte alto y sublime. En el monte alto de Israel lo plantaré, y alzará ramas, y dará fruto, y se hará magnífico cedro; y habitarán debajo de él todas las aves de toda especie; a la sombra de sus ramas habitarán. Y sabrán todos los árboles del campo que yo Jehová abatí el árbol sublime, levanté el árbol bajo, hice secar el árbol verde, e hice reverdecer el árbol seco.

      Este pasaje habla de la magnificencia universal y la exaltación gloriosa del Reino de los cielos, el cual, cuando esté completamente desarrollado proveerá abrigo para todos. Tanto la profecía de Ezequiel como la parábola de Cristo, indican el crecimiento y la soberanía del Reino de Cristo: el renuevo sobre el monte alto crece sobre todos los árboles; la semilla de mostaza se hace la planta más grande en el huerto. De modo que la parábola de la semilla de mostaza habla de la extensión gradual del reino en el mundo.

      La parábola de levadura dice: «Otra parábola les dijo: El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado» (Mateo 13:33).61 Puesto que la parábola anterior habla del crecimiento externo, esta habla de la penetración interna del reino.

      La levadura es un agente penetrante que se difunde a lo largo de un medio desde adentro (cf. La naturaleza interna del reino, Lucas 17:20-262; Juan 3:3; Romanos 14:17). Al contrario de la equivocada idea popular, la levadura no siempre representa algo malo, porque se halla en las ofrendas ordenadas por Dios en Levítico 7:13; 23:17; Amós 4:5. Por supuesto, cuando es asociada con palabras que significan maldad, habla de lo malo (por ejemplo, «levadura de malicia»). Pero acá en Mateo 13:33, la levadura simboliza el «Reino de los Cielos». Este reino es tan espiritualmente glorioso que los que están «pobres en espíritu» y «perseguidos por la justicia» lo reciben como una bendición (Mateo 5:3, 10; Lucas 6:20). En realidad, el poder penetrante y sutil de la levadura es una fuente de interés proverbial (Gálatas 5:9). Y esa característica de penetrar puede referirse a algo bueno o malo.

      Cristo enseña enfáticamente, en otras palabras, que el reino se difundirá plenamente en el mundo entero (cf. Mateo 13:38). Las expectaciones gloriosas para el Reino de los cielos son claras: El reino penetrará todo (13:33), producirá hasta cien veces más (13:8), crecerá a una estatura inmensa (13:31-32), y dominará el campo/mundo (debido que sembró la semilla en un campo de trigo, no en un campo de maleza, el mundo al cual vuelve Cristo será un campo de trigo, no de maleza, 13:30). La influencia justa del reino penetrará totalmente el sistema del mundo.

      Las parábolas del reino, pues, se ajustan bien a las expectativas de victoria en el Antiguo Testamento. El Reino del Dios de los cielos (Daniel 2:44), el cual Cristo predica urgentemente (Marcos 1:15) y el cual es un tesoro precioso (Mateo 13:44), crecerá a una posición de dominio en el mundo.

      Juan 12:31-32

      En Juan 12:31-32 Cristo afirma poderosamente y con confianza: «Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera. Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo». Irónicamente el momento de debilidad máxima (la crucifixión) se convierte en la clave de su gran victoria (cf. Colosenses 2:14-14), que incluye el «juicio» del mundo, la derrota de Satanás, y atrae a toda la humanidad. Y este momento está por ocurrir: «ahora es».

      Los comentarios de Calvino sobre la palabra «juicio» (griego krisis) nos ayudan. Él se enfoca en el significado amplio del trasfondo hebraico (el cual forma el marco cultural para los oyentes de Cristo):

      Algunos toman la palabra juicio como «reforma» mientras otros la toman como «condenación». Yo estoy de acuerdo con los primeros que explican que hay que restaurar el mundo a su debido orden. Porque la palabra hebrea mishpat que ha sido traducida como juicio significa una constitución bien ordenada... Ahora bien, sabemos que fuera de Cristo todo es confusión en el mundo. Y aunque Cristo ya había empezado a establecer el Reino de Dios, fue su muerte el verdadero comienzo de un estado verdaderamente ordenado y la restauración completa del mundo.63

      La rectificación del mal y del caos que Satanás trajo al mundo está por comenzar. Tasker escribe:

      Por medio del conflicto con la maldad en la pasión de Cristo, la situación creada por la caída de Adán será cambiada. Fue por la desobediencia que el hombre fue sacado por Dios del huerto de Edén, por haberse sometido al príncipe de este mundo (31); ahora por la obediencia perfecta de Jesús sobre la cruz, el príncipe de este mundo será quitado de su posición.64

      El Señor inmediatamente agrega el medio por el cual se logrará esta restauración: Cristo echará fuera el gran tentador de los seres humanos y atraerá a todo el mundo a sí mismo para la redención. La influencia masiva de la muerte reconciliadora de Cristo operará en la historia por medio de la atracción de personas durante toda la época (Isaías 2:2; Mateo 28:20), con el resultado que el mundo, entendido como un sistema de maldad, se volverá a Dios. No se logrará esto catastróficamente por imposición política, sino gradualmente por transformación personal e interna.65 Las personas que han sido transformadas por la redención, generarán un mundo transformado en justicia.

      La atracción por la gracia de Dios finalmente resulta en una conversión masiva y sistemática de la gran mayoría de la humanidad. Esta atracción universal lleva a un mundo redimido, como indican otras Escrituras: Dios busca la redención del mundo como un sistema creado de personas y cosas —el mundo que Él ha creado (Génesis 1), del que Él es dueño (Salmo 24:1), y que Él ama (Juan 3:16). La palabra «mundo» en griego es kosmos, que habla de un arreglo ordenado, un sistema. Numerosos pasajes hablan del alcance mundial de la redención y son instructivos en las implicaciones escatológicas. Estos pasajes presentan claramente a Cristo en su obra redentora —de igual manera hablan explícitamente del efecto mundial de su redención, el cual ha sido asegurado por Dios.66

      En 1 Juan 4:14 descubrimos la meta divina de Dios en enviar a su Hijo: Él es el Salvador del mundo. De modo que Juan 3:17 afirma explícitamente que «Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él». Juan 1:29 presenta a Cristo, estando verdaderamente en el proceso de salvación del mundo: «El cordero de Dios que quita el pecado del mundo». Aún más fuerte es 1 Juan 2:2 donde Jesucristo es «la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo». Pablo aplica la obra reconciliadora de Cristo al mundo (Romanos 11:15; 2 Corintios 5:19).

      En cada uno de estos pasajes, vemos la provisión segura de Dios para salvación completa y gratuita. Consecuentemente, cuando se habla de las acciones de Dios en Cristo, mostrándolo estar en el proceso de quitar los pecados del mundo (Juan 1:29), presentando a Cristo como el Salvador del mundo (1 Juan 4:14), con la intención de salvarlo en vez de condenarlo (Juan 3:17), como la propiciación por los pecados del mundo (1 Juan 2:2), reconciliandolo a sí mismo (2 Corintios 5:19; cf. Romanos 11:15) dicha idea debe ser protensiva, es decir, tiene que perdurar durante el tiempo. Esto significa que la obra de Cristo eventualmente efectuará la redención del sistema creado de personas y de cosas. Esa esperanza redentora está asegurada legalmente en el pasado, progresa gradualmente durante el tiempo, y resulta en un sistema mundial redimido en el futuro, un mundo que opera en base a la justicia como Dios originalmente lo quiso.

      Estos pasajes no enseñan


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