Tres perspectivas sobre el milenio y el más allá. Darell L. Bock

Tres perspectivas sobre el milenio y el más allá - Darell L. Bock


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está sentado en el trono e insiste con confianza que está reinando con el fin de dominar a sus enemigos en la historia.

      1 Corintios 15:20-22 bosqueja el orden fundamental de la resurrección escatológica: «Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho» (versículo 20). En el primer siglo, Cristo experimenta la resurrección escatológica; por eso, Él es la garantía y primicia, de nuestra resurrección futura.

      En los versículos 23-24, tenemos más detalles respecto al orden y a los eventos asociados con la resurrección: «Pero cada uno en su debido orden:77 Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. Luego el fin». Como Pablo entonces en el primer siglo, así nosotros todavía estamos esperando la venida escatológica de Cristo y nuestra resurrección. Según Pablo, la venida de Cristo marca el fin (en griego telos). En su segunda venida, la historia acaba ya que la resurrección ocurre en el momento del “fin”; no habrá después una etapa milenial sobre la tierra actual.78 La resurrección es una resurrección general de los justos y de los injustos (Daniel 12:2; Juan 5:28-29; Hechos 24:15), la cual ocurrirá en el día final (Juan 6:39-40, 44, 54; 11:24; 12:48).79

      Hay más, «Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia» (versículo 24). Es decir, el fin de la historia de la tierra ocurre «cuando» (griego hotan) Cristo «entregue» el Reino al Padre. En la construcción sintáctica aquí la entrega del Reino tiene que ocurrir en conjunto con el fin.80 El griego de la palabra «entregue» es paradidõ, que es un presente subjuntivo. Cuando el presente subjuntivo sigue después de la palabra hotan, esto indica una circunstancia presente relativa a la cláusula principal, aquí es «el fin vendrá». Entonces la circunstancia se refiere a la fecha del fin, cuando entregue el reino.

      Asociado con el fin predestinado aquí está la promesa que Cristo no entregará el reino al Padre hasta después de destruir todo dominio, autoridad, y poder. En el texto griego, el aoristo subjuntivo del verbo katargẽ sẽ (ha destruido) sigue después de la palabra hotan. Tal construcción indica que la acción de la cláusula subordinada (ha destruido) precede a la de la cláusula principal (el fin vendrá).81 No solamente eso, sino el mismo contexto demanda esto: ¿Cómo podría Cristo entregar un reino que no ha dominado todavía?

      Reuniendo estos datos exegéticos, vemos que el fin es contingente; vendrá en un tiempo no revelado, y no conocido cuando Cristo entregue el reino al Padre. Pero esto no ocurrirá hasta después de destruir todo dominio, autoridad, y poder. De modo que el fin no ocurrirá, Cristo no entregará el reino al Padre, hasta después de abolir su oposición antes de su venida. Esto armoniza perfectamente con las expectaciones proféticas y relacionadas con el pacto en el Antiguo Testamento —y con la esperanza posmilenial.

      Además aprendemos que «Preciso es que él [Cristo] reine [griego dei basileuein] hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies» (versículo 25). Aquí el infinitivo presente traducido «reine» indica que está reinando actualmente. Cristo ahora está activo como «el soberano de los reyes de la tierra» y «y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén» (Apocalipsis 1:5, 6). Aquí en 1 Corintios 15:25 aprendemos que Él tiene que continuar reinando, tiene que continuar poniendo sus enemigos debajo de sus pies. En el versículo 24 el fin está aguardando a que Él acabe con «todo domino, autoridad, y poder»; aquí, este demora hasta «que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies». Obviamente, Pablo espera que Cristo vencerá toda oposición antes del fin de la historia. El último enemigo que vencerá es la misma muerte —en la resurrección escatológica. Pero la derrota de los otros enemigos ocurrirá antes de esto, antes de la resurrección y durante el trascurso de la historia bajo su reino.

      En el versículo 27 Cristo claramente tiene el título para reinar, porque el Padre ha «puesto todo debajo de sus pies». Esta es la expresión de Pablo (citado del Salmo 8:6) equivalente a la declaración de Cristo que «me es dada toda autoridad en el cielo y en la tierra». Cristo tiene tanto la promesa como el derecho a la victoria.

      La enseñanza gloriosa de Pablo en 1 Corintios 15 exige una interpretación posmilenial. Cristo está reinando hasta que su reino derrote a todos sus enemigos, todo esto ocurre dentro del tiempo y en la tierra.

      Apocalipsis 20

      Preferiría dejar Apocalipsis 20 fuera de mi presentación.82 Juega un papel demasiado prominente en el debate escatológico, echando su sombra sobre pasajes más claros, y trayendo confusión en el debate. James L. Blevins se queja que «el milenio llega a ser como una cola que mueve al perro».83 Después de presentar su exposición de Apocalipsis 20 en la defensa del premilenialismo, George E. Ladd confiesa: «Hay que admitir que hay problemas serios y teológicos con la doctrina del milenio»84. B. B. Warfield seguramente tiene razón cuando lamenta: «No hay nada que parezca más común en toda época de la Iglesia que el formular un esquema escatológico a partir de este pasaje, entendido imperfectamente, y luego imponer este esquema sobre el resto de las Escrituras vi et armis».85

      El posmilenialista Loraine Boettner recibió críticas, sin embargo, por omitir Apocalipsis 20 en un debate escatológico anterior.86 Entonces, como Berkhof, yo considero este pasaje polémico con reservas: «Si bien esta idea no es una parte integral de la teología reformada, merece sin embargo consideración aquí porque ha llegado a ser bastante popular entre muchos grupos».87

      Pero antes de hacerlo, tenemos que tener en cuenta dos consideraciones importantes. (1) El único lugar en todas las Escrituras que asocia un período de mil años con el reino de Cristo es la primera mitad de este capítulo. Si un milenio literal terrenal es una época tan importante y gloriosa en la historia de la redención (como alegan los premilenialistas), entonces es extraño que esa referencia a los mil años aparezca solamente en un pasaje en todas las Escrituras. (Es también notable que no aparezca en 1 Corintios 15 y 1 Tesalonicences 4, donde los premilenialistas esperarían ver dicha referencia.)

      (2) Esto llega a ser aun más significativo cuando ocurre en el libro más figurativo de todas las Escrituras. Apocalipsis profetiza por medio de figuras simbólicas.88 ¿Si los mil años sirven como un marco literal de tiempo, porque solamente merece mención en un libro profundamente simbólico?

      ¿Cómo, pues, interpreta el premilenialista este pasaje? Los mil años en Apocalipsis 20 parecen funcionar como un valor simbólico, no limitado estrictamente a un período literal de mil años. Después de todo, (1) esta es claramente una visión porque comienza con las palabras, «Yo vi» (Apocalipsis 20:1); (2) el valor perfectamente exacto parece más compatible con una interpretación figurativa; (3) el primer evento en la visión es atar a Satanás con una cadena, que seguramente no es literal (ver abajo).

      Pero, ¿de qué es símbolo el número mil? Mil es 10 x 10 x 10; diez es el número de perfección cuantitativa (aparentemente porque es el número de dedos de las manos o de los pies de una persona). Los mil años, entonces, sirven a Juan como un retrato simbólico de la gloria perdurable del Reino de Cristo establecido en su primera venida. El valor numérico no es literal, como tampoco lo es cuando se afirma que Dios es dueño del ganado sobre mil collados (Salmo 50:10), o en las promesas que Israel será multiplicada mil veces (Deuteronomio 1:11), o cuando se dice que el amor de Dios es por mil generaciones (Salmo 84:10), o compara mil años de nuestro tiempo a un día para Dios (Salmo 90:4; 1 Pedro 3:8).

      En Apocalipsis 20:1-3 Juan narra las implicaciones negativas del triunfo de Cristo sobre Satanás, cuando «el dragón, la serpiente antigua, quien es el Diablo o Satanás» (versículo 2) está atado espiritualmente (griego deo). Estas ataduras restringen a Satanás de lograr sus designios malévolos en la historia. El ángel del cielo quien le ata evidentemente es Cristo mismo. (1) Cristo aparece en la imagen de un ángel en otras partes del Apocalipsis (cf. Apocalipsis 10:1 con 1:13-15). (2) La lucha de las épocas es en última instancia entre Cristo y Satanás. (Gen. 3:15; Mat. 4:1–11; Jn 12:31–32; Hechos 26:15–18), lo cual hace que sea ideal que sea Cristo quien ate a Satanas. (3) Mateo 12:28-29 nos enseña que Satanás fue atado durante el ministerio de Cristo y nos dice, en relación a la lucha entre los reinos


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