Mundos y seres poshumanos en la literatura contemporánea. Sophie Dorothee von Werder

Mundos y seres poshumanos en la literatura contemporánea - Sophie Dorothee von Werder


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“Lo que queremos, como se suele decir, es ‘tener la técnica en nuestras manos’. Queremos dominarla. El querer dominar se hace tanto más urgente cuanto mayor es la amenaza de la técnica de escapar al dominio del hombre” (p. 10).23

      Por su parte, A. Huxley alerta sobre los riesgos de la organización total, que puede conducir a que no solamente se desvanezca la libertad, sino incluso el deseo de esa libertad. En su compilación de ensayos Nueva visita a un mundo feliz (1975, primera edición en inglés en 1958), se refiere a su famosa novela y explica que

      El tema de la libertad y sus enemigos es enorme y lo que he escrito es indudablemente demasiado poco para hacerle plena justicia, pero, por lo menos, he abordado muchos de los aspectos del problema. [...] Quedan excluidos del cuadro [...] los enemigos mecánicos y militares de la libertad, es decir, las armas y los artificios que tanto han fortalecido a los gobernantes del mundo frente a sus gobernados (p. 2).

      Deleuze y Guattari (1981) también se ocupan del impacto de la técnica en la vida humana y explican que las máquinas, si bien ya no son simples objetos usados por los sujetos, tampoco son objetos que someten a los sujetos; ahora más bien se hace imposible distinguir entre el hombre, la naturaleza y la máquina, y todo se convierte en parte de la máquina y del proceso de producción (p. 2).

      Por su parte, Bieber Lake (2013), en cierta medida, actualiza las observaciones de

      Con respecto a las tecnologías, aparte de las advertencias sobre sus efectos deshumanizantes, o del riesgo de que el hombre sacrifique su esencia y su libertad, últimamente surgen perspectivas pesimistas que alertan de las estructuras autoritarias inherentes a los sistemas virtuales y computarizados. Hoy en día, los planteamientos optimistas de Haraway a muchos les resultan obsoletos, ya que se evidencia que las estructuras capitalistas, patriarcales y racistas conviven muy bien con las tecnologías, las cuales se han convertido, justamente, en una herramienta poderosa para la represión y para la defensa de un statu quo. Se ha hecho visible que los servicios secretos luchan por tener la hegemonía en el espacio virtual y están preparando auténticas guerras digitales. Recordamos aquí, como ejemplos, los excesos de la llamada data-surveillance y las actividades de espionaje que el servicio secreto estadounidense ha venido desarrollando, sobre todo después de los atentados a las Torres Gemelas en 2001; o la intervención del servicio secreto ruso en las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016.

      Resumiendo, los centros de poder político, militar y financiero promueven los procesos de tecnificación y virtualización, porque estos los fortalecen. Los ciudadanos, mientras tanto, se acostumbran a las cámaras de seguridad y al uso, por parte de las instituciones estatales y las empresas privadas, de la información cada vez más interrelacionada que se obtiene a través de los celulares, las tarjetas de crédito, las tarjetas de fidelidad, etcétera, ya sea para fines de vigilancia o de márquetin.

      En este contexto, varios teóricos consideran que estamos frente al inicio de una nueva era que está relacionada con nuevos mecanismos de control, nuevas formas de violencia y nuevas incertidumbres. La relación entre oprimidos y opresores renueva su vigencia, aunque cambien los actores y los medios. Como vaticinó Deleuze (1991), las redes de poder delatan una intensificación y sofisticación de sus dispositivos, los cuales están irrigados por las innovaciones tecnológicas y prácticamente no dejan nada fuera de control. El trabajador disciplinado de la sociedad industrial, del que hablaba Foucault, es remplazado por el consumidor controlado: “ya no es el hombre encerrado sino el hombre endeudado” (p. 3). También Martín-Barbero (2002) advierte que “las nuevas tecnologías […] hacen fuerte a un Estado [al] que refuerzan en sus posibilidades/tentaciones de control” (p. 90).

      Un teórico que no se refiere explícitamente al hombre poshumano, pero que será relevante en el análisis de los textos literarios, en la medida en que plantea que las innovaciones tecnológicas conducen a cambios cualitativos en la vida y conciencia del hombre, es el autor de la teoría de la simulación, Jean Baudrillard. Ya en su obra temprana reflexiona acerca de los simulacros que aparecen relacionados con una teoría del consumo. Como el mundo del consumo es un mundo imaginario y engañoso, el signo enmascara y diluye la realidad, y comienzan a establecerse los simulacros. Sin embargo, Baudrillard desarrolla la teoría de la simulación y de la hiperrealidad, como tal, en la segunda fase de su creación, cuando habla de la “era de la simulación”, de una “semiocracia” y de un “bombardeo de signos” (1976, pp. 90-119; 1978, p. 131), y términos como simulacro o hiperrealidad se desarrollan sistemáticamente, sobre todo en sus obras L’Échange symbolique et la mort (1976) y “La precesión de los simulacros” (1978). En la era de la simulación, según el autor, el valor referencial de los signos se pierde, por lo que estos se vuelven autónomos y pueden preceder a la realidad. De esta manera, se establece la hiperrealidad que va invadiendo y, finalmente, expulsando

      la realidad. Distinguir entre la realidad y la ficción ahora es imposible, porque la única realidad se compone de un sistema de signos autorreferentes; no hay una superficie que se pueda penetrar para acceder a otro plano más profundo o verdadero, porque los simulacros


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