Ginecología General y Salud de la Mujer. Victor Miranda
de la generación de un hijo. La aspiración de ser padres es muy profunda y va mucho más allá que la correspondencia con un impulso biológico. Más aún podemos decir sin temor a equivocarnos, que en el hombre el deseo de ser padre o madre no es de ningún modo un impulso surgido desde su corporalidad. El instinto reproductivo en los animales no corresponde para nada a una apetencia por generar a una cría, ya que esa posibilidad escapa totalmente del alcance del conocimiento animal. El instinto reproductivo es en realidad un instinto de apareamiento, ya que la apetencia descansa en la consumación de la cópula y no en el hijo generado. La radical complejidad de las apetencias en el hombre y la subordinación política a sus facultades superiores, permiten que su sentido procreativo quede en su totalidad al descubierto, poseído por la inteligencia, apetecido como un bien y no oculto en una conducta en absoluto determinada como en el instinto animal. Por tanto, en el hombre ese sentido procreativo es conocido y el tener un hijo es buscado como tal. Para también satisfacer este deseo de ser padre o de ser madre, ejercemos la actividad sexual.
Más que la compleción buscada por el individuo humano en su pareja del otro sexo e imposible de alcanzar en la individualidad de cada uno, es la entrega generosa de ambos –que no busca ya la mera satisfacción de su incompletud y que supone ahora la total donación para la plenitud del otro– la que impone que en su máxima expresión y donde se alcanza el máximo gozo, sea el ejercicio de la sexualidad no solo no evitando procrear un hijo, sino que en la disposición de recibirlo amorosamente si este llega. Es en ese ambiente, en donde se juntan de modo armónico el sentido unitivo y procreativo, donde se logra la óptima expresión de todos los sentidos y fines de la sexualidad humana, donde se vive la plenitud sexual con una máxima emoción.
Ejercer los actos sexuales solo para satisfacer un impulso de apareamiento no es propio del sujeto humano, ejercerlos solo intentando satisfacer un anhelo de plenitud individual es insuficiente y a la larga decepcionante. Ejercerlos buscando la plenitud del otro, incluyendo el deseo o la aceptación de recibir con generosidad un hijo, es el objeto de la sexualidad del hombre y de la mujer, y es allí donde sí es posible que cada uno de ellos alcance la felicidad sexual que merece.
CONCLUSIÓN
La frecuente negación en los seres naturales de una finalidad y destino, que actúa en cada uno de ellos como principio de estructuración y de operación, y que genera en el tiempo los órganos que posibilitan ejercer de forma progresiva aquellas facultades que lo especifican como un individuo de tal especie, ha llevado a que ellos sean considerados solo como mecanismos de variable complejidad, producto de un origen absolutamente azaroso, carentes incluso de la finalidad extrínseca de los artefactos creados por el hombre, es decir, concebidos como máquinas sin siquiera un sentido útil.
En el caso del hombre, tanto su consideración mecanicista sin destino ni sentido como su contraparte, esta es su consideración como solo una voluntad sin ningún arraigo a una naturaleza fundante, impiden la captación de cuáles de sus conductas le convienen, y permite además que de manera sistemática se le intenten imponer conductas que lo degradan.
La naturaleza y esencia inmaterial y subsistente del principio organizador del individuo humano lo convierten en un intelecto, capaz de abrirse a la infinitud de las esencias de los seres naturales, y también capaz de conocer el sentido de todo su operar. Puede, por lo tanto, conocer para él un destino allende sus condicionantes materiales y reconocer a la vez su arraigo biológico. Todo en el sujeto humano, toda su actividad y toda su operación están impregnadas, subordinadas y gobernadas por aquella facultad racional que, reconociendo el sentido de sus pulsiones, se traza fines acordes a ese destino. Es por ello que la comparación del hombre con cualquier organismo animal, por muy pedagógica que esta sea, será siempre insuficiente y reductiva. Toda la operación humana está embebida de su dimensión personal. Es el individuo en cuanto racional, en cuanto conocedor del sentido de sus impulsos, el que actúa. No es un comportamiento inconsciente absolutamente determinado por su biología, ni tampoco es una conducta nacida de una voluntad autorreferente y arbitraria. La sexualidad humana se entiende desde esa perspectiva. Aunque es cierto que la libertad y la capacidad de autotrazarse fines permite al sujeto humano ejercerla de diversas maneras, existen algunas de ellas que de modo claro lo degradan como es el caso de la violencia sexual. Por otro lado, existe una forma de ejercerla en su óptima operación, donde al alcanzarla se logra el máximo de satisfacción, el máximo placer sensual y el máximo gozo espiritual. Lograrlo debe ser nuestro aspirar, conformarse con menos a veces es parte de la realidad, efecto de nuestras decisiones o producto de las decisiones de otros, pero nunca el aspirar a menos debe ser producto de una política de Estado, que pretenda que todos nos conformemos con lo mínimo.
En el sujeto humano la sexualidad tiene un sentido tan profundo que ni siquiera existe en algún idioma del mundo una palabra que logre expresar en su totalidad el acto máximo de expresión sexual. Unas como coito o cópula enfatizan su carácter biológico –compartido con los demás vivientes– y otras como la expresión “hacer el amor” refieren a su dimensión espiritual con abstracción de la corporalidad humana. En el hombre todo es cuerpo y espíritu, su sexualidad es biológica y personal, es procreativa y unitiva. La sexualidad humana es la expresión de una naturaleza compartida. Es la mujer y el hombre que se atraen y se buscan para complementarse y completarse, aportando y entregando amorosamente lo que solo cada uno de ellos puede entregar al otro. Su mitad biológica para la generación de un hijo, su mitad psicológica femenina y su mitad psicológica masculina, su afectividad de mujer y su afectividad de hombre.
Es cierto que cualquier expresión sexual, por acercarse aunque mínimamente a esa compleción aspirada, puede producir en nosotros algún tipo de emoción y también algún placer, pero es solo cuando un hombre se puede entregar a una mujer y una mujer a un hombre totalmente, con plena confianza y tranquilidad, sin necesidad de ninguna protección, en una relación de fidelidad no solo deseada, sino también prometida, con una absoluta y agradecida receptividad para la llegada de un hijo, cuando se alcanza aquel máximo gozo y placer físico y espiritual, experimentando aquel sentimiento, emoción o afecto entendido como amor. Podemos muchas veces vivir con menos, pero es importante tener conciencia que mere-cemos y podemos alcanzar lo máximo.
Agradecimientos. A Carolina Paz Garfias y Dr. Alejandro Martínez
Lecturas recomendadas
Besio MF. Hacia una sexualidad plena. Una mirada antropológica y ética. En Guzman E. Selección en temas en ginecoobstetricia. Tomo II. Santiago, Chile: Ediciones Publimpacto; 2007.
Burger HG et al. Hormonal changes in the menopause transition. Recent Prog Horm Res. 2002; 57: 257-275.
Howard L et al. Serum androstenedione and testosterone levels during the menstrual cycle. J Clin Endocrinol Metab. 1973; 36: 475.
Masters W.H. & Johnson V.E. Human sexual response. Boston: Little Brown & Co.; 1966.
Maturana H, Verden-Zoller G, The Origins of humanness in the biology of love. Editorial Imprint Academic, 2008.
Mitchell Harman S. et al. Longitudinal effects of aging on serum total and free testosterona levels in healthy men. The Journal of Clinical Endocrinology & Metabolism. 2007; 86 (2).
Roa Rebolledo A. Ética y bioética. Santiago: Editorial Andrés Bello; 1988.
Speroff L, Glass RH and Kase NG. Clinical gynecologic endocrinology and infertility (Fifth edition). Baltimore, MD: Williams and Wilkins.
1 Cfr. Arendt Hannah, De la historia a la acción: “La irreversibilidad de la acción se redime o salva mediante el perdón; el remedio de la impredictibilidad, de la inseguridad futura se encuentra en la facultad de hacer y mantener promesas. El perdón y la promesa nos capacitan para enfrentar la irremediable fragilidad y contingencia de la acción humana”.
EVALUACIÓN MÉDICA EN PACIENTES VÍCTIMAS DE VIOLENCIA SEXUAL
ORIANA CARRASCO