La magia de pensar en grande. David J. Schwartz

La magia de pensar en grande - David J. Schwartz


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de hacer que mi mente trabaje para mí, en lugar de dejar que trabaje en contra. Nunca he explicado a nadie cómo me elevé a mí mismo fuera del mundo de la mediocridad, pero me gustaría hablar de ello con usted”.

      “Y a mí me complacerá mucho oírle”, repuse.

      “Bueno, hace exactamente cinco años estuve trabajando con otros sujetos en el comercio. Obtuve una vida decente, en una posición promedio. Pero estaba lejos de mi ideal. Nuestro hogar era demasiado estrecho y no había dinero para aquellas cosas que deseaba. Mi esposa, bendita sea, no se quejaba mucho, pero yo veía que se encontraba más resignada a su destino, que feliz. En mi interior crecía más y más mi insatisfacción. Cuando me permitía a mí mismo ver de qué modo estaban decayendo mi esposa y mis dos hijos, me sentía herido interiormente.

      Pero hoy las cosas son completamente distintas” –prosiguió–. “Tenemos una hermosa casa nueva con dos acres de terreno y una linda cabaña por todo el año a un par de centenares de millas al norte de aquí. Ya no existe ninguna preocupación en cuanto a si podemos mandar los pequeños a un buen colegio y mi mujer no debe sentirse culpable cada vez que gasta dinero en ropa nueva. El verano último viajamos a Europa a gozar de un mes de vacaciones. Ahora realmente vivimos”.

      “¿Cómo sucedió todo eso?”, pregunté. “Sucedió –fue la respuesta– cuando puse en práctica la frase que usted empleó anoche: ‘Llénese del poder de la creencia’.

      Cinco años atrás tuve noticia de una ocupación en una compañía de comercio aquí en Detroit. En aquella época residíamos en Cleveland. Decidí echar un vistazo, esperando que pudiera ganar algún dinero más. Llegué aquí un domingo a hora temprana de la mañana, pero la entrevista no fue sino hasta el lunes.

      Después de comer permanecí en mi habitación del hotel y por alguna razón me sentí disgustado conmigo mismo. ‘¿Por qué –me preguntaba– soy un fracasado de clase media? ¿Por qué estoy tratando de obtener un empleo que representa un pequeño paso hacia adelante?’

      No sé lo que aquel día me impulsó a hacerlo, pero tomé una hoja membreteada del hotel y escribí en ella los nombres de cinco personas que había conocido bien durante varios años, quienes me aventajaban mucho en la adquisición de poderío y trabajo responsable. Dos eran antiguos vecinos que se habían mudado a lujosas residencias. Dos más eran amigos para los que había trabajado, y el tercero era un hermano político.

      A continuación –de nuevo no sé lo que me indujo a hacerlo– me pregunté lo que hacía que mis cinco amigos tuviesen lo que yo no tenía, además de mejores empleos. Me comparé con ellos en inteligencia, pero honradamente no pude ver que me aventajasen en las células cerebrales. Ni pude decir, en verdad, que me superasen en educación, integridad o hábitos personales.

      Finalmente, me puse a pensar en otras cualidades del éxito del que oímos hablar mucho. Iniciativa. Aquí detesto admitirlo, pero tuve que hacerlo. En este punto mi récord demostraba que me hallaba muy por debajo del de mis amigos afortunados.

      Eran las tres de la mañana, pero mi mente se hallaba sorprendentemente clara. Veía por primera vez cuál era mi lado flaco. Descubrí que tenía que resistir.

      Siempre había llevado conmigo una palanca pequeña. Ahondé en mí mismo más y más profundamente y hallé que la razón de que yo careciese de iniciativa era porque no creía en mi interior que yo valiese mucho.

      Sin vacilación decidí entonces: ‘Me estoy sintiendo de cabo a rabo de segunda clase. De hoy en adelante no voy a venderme a mí mismo tan fácilmente’.

      A la mañana siguiente ya tenía la confianza. Durante la entrevista de trabajo puse a prueba por primera vez mi nuevo fondo de confianza. Antes de acudir a la reunión había deseado tener el valor de pedir $750 dólares o quizá $1.000 más de lo que se me pagaba por mi labor actual. Pero ahora, después de admitir como real que yo era un hombre valioso, subí a $3.500 dólares. Y los obtuve. Me vendí a mí mismo porque después de una larga noche de autoanálisis hallé cosas en mí que me hicieron mucho más valioso.

      Al cabo de dos años de aceptar aquel empleo había adquirido la reputación de un sujeto que puede conseguir negocios. Luego se produjo una depresión. Esto me hizo todavía más cotizable porque era uno de los mejores promotores de negocios de la industria. La compañía fue reorganizada y se me dio un sustancial aumento de acciones, con una paga mucho mayor”.

      Crea en sí mismo y las mismas cosas se irán sucediendo.

      Su mente es una “fábrica de pensamientos”. Una fábrica atareada que produce incontables pensamientos en un día. La producción en su fábrica pensante se halla a cargo de dos capataces, a uno de los cuales llamaremos el señor Triunfo y al otro el señor Derrota. El señor Triunfo se ocupa de fabricar pensamientos positivos. Se especializa en producir razones por las cuales usted puede, usted se halla calificado y usted quiere.

      El otro capataz, el señor Derrota, produce pensamientos negativos y despreciables. Es su experto en desarrollar razones por las cuales usted no puede, usted es débil, es inadecuado. Su especialidad es la cadena de pensamientos “por qué usted fracasará”.

      Ambos, el señor Triunfo y el señor Derrota son obedientes en alto grado. Captan inmediatamente la atención. Todo lo que usted necesita hacer para señalar a cada capataz es dar la ligerísima disposición mental. Si la señal es positiva, el señor Triunfo dará un paso adelante y se pondrá a trabajar. De igual manera, una señal negativa hará manifestarse al señor Derrota.

      Para ver cómo trabajan estos dos capataces para usted, escojamos este ejemplo. Dígase a sí mismo: “Hoy es un día aciago”. A esta señal, el señor Derrota entra en acción y manufactura algunos hechos en demostración de que está usted acertado. Sugiere que hace demasiado calor o demasiado frío, que los negocios serán malos este día, que decaerán las ventas, otras personas nos pondrán nerviosos, usted puede enfermarse, su esposa se hallará de un humor insoportable. El señor Derrota es tremendamente eficiente. En el curso de unos pocos momentos le habrá engañado. Es un mal día. Antes de que usted lo sepa, surge la expectativa de un día malo.

      Pero si usted dice: “Hoy es un día magnifico”, el señor Triunfo se ve llamado a actuar hacia adelante. Y le dirá a usted: “Este es un día maravilloso, la temperatura ha refrescado, vale la pena vivir, hoy puede usted ultimar algunos de sus trabajos”. Y entonces éste, será un buen día.

      Así por el estilo, el señor Derrota podrá demostrarle por qué no puede usted vender al señor Smith; el señor Triunfo le demostrará que sí puede. El señor Derrota le convencerá de que va a fracasar mientras el señor Triunfo demostrará por qué tiene éxito. El señor Derrota demostrará con mayores razones por qué usted gusta de Tom.

      Ahora bien, cuando más trabajo dé a cada uno de estos dos capataces, el más fuerte vencerá. Si al señor Derrota se le da más trabajo para hacer, ayudará en persona y ocupará mayor espacio en su mente. En definitiva, asumirá por entero la fabricación de pensamientos, y en tal virtud todo pensamiento será de naturaleza negativa.

      La única cosa acertada es despedir al señor Derrota. Usted no lo necesita. No desea tenerle a su lado diciéndole que usted no puede, que es incapaz de elevarse, que fracasará, y cosas como éstas. El señor Derrota no puede ayudarle a llegar donde desea, así pues échelo a la calle.

      Haga uso del señor Triunfo el cien por ciento de su tiempo. Cuando cualquier pensamiento penetre en su mente, pida al señor Triunfo que vaya a trabajar para usted. Él le demostrará cómo puede tener éxito.

      De la noche a la mañana en estos tiempos otros 11.500 nuevos consumidores han hecho su gran entrada en los Estados Unidos. La población crece a una velocidad récord. En los últimos diez años el aumento, estimado conservadoramente, es de 35 millones. Esto es igual a la presente población combinada de nuestras más grandes ciudades: Nueva York, Chicago, Los Ángeles, Detroit, y Filadelfia. ¡Imagínese!

      Nuevas industrias, nuevas proezas científicas, expansión de mercados –todas seductoras oportunidades–. Estas son buenas noticias. ¡Este es un tiempo


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