La magia de pensar en grande. David J. Schwartz

La magia de pensar en grande - David J. Schwartz


Скачать книгу
sobre una pequeña tarjeta el principio resumido al final de cada capítulo. Todas las mañanas durante una semana, dígase a sí mismo: “Hoy voy a aplicar estos principios”. Luego recítelos. Lleve la tarjeta consigo. Durante el día léala varias veces. Luego todas las noches pase revista a lo bien que ha acertado al aplicar cada principio. Forme resoluciones para hacerlo todavía mejor al día siguiente.Después que haya invertido una semana en cada capítulo, relea el libro por lo menos una vez al mes durante un año. Cada vez que lo lea, evalúe su propia actuación. Ésta siempre estará dispuesta a realizar mejoramientos adicionales en sí mismo.

      Prometa autoadiestrarse sobre un programa definido. Muchos individuos se sienten físicamente indispuestos si les falta un alimento o hacen de sus días y noches puro bullicio. Deje de lado algún tiempo definido para instruirse por sí mismo en los principios del éxito.

      CapÍtulo 2

      Cúrese de la “excusitis”,

      enfermedad del fracaso

      Cuanto más piense usted en el éxito, más estudiará a la gente. Usted la estudiará con mucho cuidado para descubrir por qué es exitosa y luego aplicará los principios del éxito como recompensa a su vida. Y así usted deseará comenzar en seguida.

      Profundice en su estudio y descubrirá que la gente infortunada sufre la enfermedad de una mente con el pensamiento estrecho y anquilosado. Nosotros llamamos a esta enfermedad, excusitis. Cada fracaso mantiene esta enfermedad en su forma avanzada. Y el mayor promedio de personas tiene por lo menos una leve imitación de ella.

      Usted descubrirá que la “excusitis” explica la diferencia entre la persona que se va ubicando y el sujeto que escuetamente mantiene su propia situación. Encontrará que cuanto más afortunado es el individuo menos inclinado es a proferir excusas.

      Pero el sujeto que no ha ido nunca a ninguna parte y no tiene ningún plan a desarrollar en lugar alguno, siempre tiene un arsenal de razones para explicar por qué. Las personas de alcances mediocres siempre explican por qué no tienen, por qué no hacen, por qué no pueden y por qué no son.

      Estudie las vidas de las personas afortunadas y descubrirá que todas las excusas aducidas por los sujetos mediocres podrían serlo, pero no lo son por las personas prósperas.

      Nunca he conocido ni he oído hablar de una personalidad altamente lograda en los negocios, como jefe militar, vendedor, profesional o líder en cualquier campo, que pueda no haber encontrado una o más excusas de entre el montón, ocultas tras ellas. Roosevelt las pudo haber ocultado tras sus piernas carentes de vida. Truman podía haber alegado su “falta de educación universitaria”, y Eisenhower pudo haberse agazapado tras sus ataques al corazón.

      Como cualquier enfermedad, la “excusitis” empeora si no se le trata convenientemente. Una víctima de esta enfermedad del pensamiento atraviesa este proceso mental: “No lo estoy haciendo tan bien como debiera. ¿Qué puedo alegar como coartada para que me ayude a salvar las apariencias? Miremos: ¿falta de salud?, ¿carencia de educación?, ¿demasiado viejo?, ¿demasiado joven?, ¿mala suerte?, ¿infortunio personal?, ¿esposa?, ¿el camino que mi familia quiso imponerme?

      Una vez que la víctima de esta dolencia del fracaso ha seleccionado una buena “excusa”, se apega a ella. Luego, confía en ella para explicarse a sí mismo y a los demás por qué no está saliendo adelante. Y cada vez que la víctima formula la excusa, ésta llega a verse embebida más profundamente dentro de su subconsciente. Los pensamientos positivos o negativos, se fortalecen más a medida que se ven alimentados con la repetición constante. En principio, la víctima de la “excusitis” reconoce que su coartada es más o menos una mentira. Pero cuanto con mayor frecuencia la repite, llega a ser mayor el convencimiento de que es completamente verdadera, que la coartada es la razón real para que no haya tenido el éxito que debería tener.

      En consecuencia, el procedimiento número uno en su programa individual de pensar por sí mismo en el éxito, debe ser vacunarse usted mismo contra la excusitis, que es la enfermedad de los fracasos.

      La “excusitis” aparece bajo una amplia variedad de formas, pero los peores tipos de esta enfermedad son: “excusitis” de salud, “excusitis” de inteligencia, “excusitis” de edad y “excusitis” de suerte. Veamos cómo podemos protegernos a nosotros mismos de estos cuatro achaques comunes.

      Las cuatro formas más comunes de “excusitis”

      1. – Mi salud no es buena. La “excusitis” de salud recorre todo el camino del “no me siento bien” crónico, al más específico “me han pasado tales o cuales cosas”.

      La “mala” salud, bajo mil formas diferentes, es usada como una excusa para malograr que una persona haga lo que desea hacer, impedirle aceptar grandes responsabilidades, privarse de ganar más dinero, obstaculizar que alcance el éxito.

      Millones y millones de seres padecen de la “excusitis” de salud. Pero ¿es en muchos casos una legítima excusa? Piense por un momento en todas las elevadas personalidades que usted sabe que podrían –pero no lo hacen– usar la salud como excusa.

      Muchos amigos médicos y cirujanos me dicen que el tipo perfecto de la vida adulta no existe. Hay alguna cosa que físicamente no anda bien en todo el mundo. Muchos se rinden total o parcialmente a la “excusitis” de la salud, pero la gente que tiene la idea de éxito no lo hace.

      Dos experiencias me ocurrieron en una tarde, que ilustran la actitud correcta y la incorrecta hacia la salud. Acababa de dar una conferencia en Cleveland. Después de ella, un sujeto como de treinta años me solicitó que hablásemos en privado unos minutos. Me felicitó por mi charla y me dijo inmediatamente: “Tengo miedo de que sus ideas me puedan hacer mucho bien”. Vea usted –continuó– “me ha tocado un corazón malo y me ha mantenido en jaque”. Acabó por explicarme que había visto a cuatro doctores pero no pudieron encontrar su mal. Y me preguntó lo que yo le sugería que hiciese.

      “Muy bien –dije–. Yo no sé nada acerca del corazón, pero como un lego a otro, he aquí cuatro cosas que yo haría. Primera, visitar al médico especialista de corazón que pudiese encontrar y aceptar un diagnóstico definitivo. Usted ha consultado ya cuatro doctores y ninguno de ellos ha encontrado nada en particular en su corazón. Deje que el quinto doctor diga la última palabra. Podría ser que usted posea un corazón perfectamente sano. Pero si usted persevera en preocuparse por ello, definitivamente podrá tener una enfermedad seria. Buscando, buscando y buscando una dolencia a menudo ésta sobreviene en realidad.

      La segunda cosa que le recomiendo es que lea el gran libro del doctor Schindler, Cómo vivir 365 días en un año. El doctor Schindler demuestra en este libro que tres de cada cuatro camas de hospital, las ocupan personas que padecen IEE –inducción emocional a la enfermedad–. Imagine, tres de cada cuatro personas que se hallan enfermas en este momento se sentirían bien si hubiesen aprendido cómo manejar sus emociones. Lea el libro del doctor Schindler y desarrolle su programa para ‘el manejo de las emociones’.

      Tercera: dígase a sí mismo: ‘Estoy resuelto a vivir hasta que muera’”.

      Seguí explicando a aquel amedrentado sujeto algunos saludables consejos que recibí muchos años antes de un amigo abogado que sufría de un caso latente de tuberculosis. Este amigo sabía que debía llevar una vida regulada, pero esto no le impidió practicar las leyes, procrear una hermosa familia y gozar realmente de la vida. Mi amigo, que en la actualidad tiene 78 años, expresa su filosofía en estos términos:

      “Voy a vivir hasta que muera y no voy a buscar que vida y muerte se confundan. Mientras permanezca en esta tierra me propongo vivir. ¿Por qué vivir tan sólo a medias? Cada minuto que una persona malgasta pensando que debe morir, es un minuto en que el sujeto pudo también haber estado muerto”.

      Debí dejar este punto porque tenía que tomar un avión para Detroit. A bordo del aeroplano ocurrió la segunda experiencia, mucho más interesante. Después del estrépito del despegue, percibí un denso rumor. Más bien asustado, miré al individuo que estaba sentado junto a mí, porque el sonido me pareció que emergía de


Скачать книгу