Legado. James Kerr

Legado - James  Kerr


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—iglesias y estados, compañías y causas— atesora en su núcleo un conjunto fundamental de principios: “Fe, esperanza y amor”; “Libertad, igualdad, fraternidad”.

      La base de la actitud de los All Blacks y de su éxito sostenido es una cultura fundada en valores y orientada por propósitos. Pero como todo dirigente sabe, palabras valiosas como integridad, sacrificio, determinación, imaginación, innovación, colaboración, persistencia, responsabilidad y otras de ese tenor suenan potentes en lo abstracto, pero pueden resultar chatas y genéricas llevadas a los hechos. El desafío consiste siempre en darles vida y hacerlas parte de la vida de los dirigidos. Como veremos, los All Blacks son un ejemplo digno de estudio acerca de cómo lograrlo. Sus dirigentes son maestros consumados en transformar la visión en acciones cotidianas, el propósito en práctica.

      Por eso, en respuesta a la pregunta acerca de cuál es la ventaja competitiva de los All Blacks, resulta clave la capacidad de manejar su cultura y su narrativa central adscribiendo el sentido personal de los jugadores a un propósito superior. Lo que importa es la identidad del equipo; no tanto lo que los All Blacks hacen, sino quiénes son, qué representan y por qué existen.

      En definitiva, la ventaja competitiva de los All Blacks no proviene de la cantidad de jugadores: Inglaterra tiene más jugadores de rugby que el resto del mundo tomado en conjunto. A pesar del concepto erróneo de la prensa popular británica, tampoco es una cuestión racial: el primer polinesio que jugó para los All Blacks, Bryan Williams, lo hizo recién en 1976 y los All Blacks ya habían sido los mejores del mundo durante la mayor parte del siglo. La diversidad ayuda, es verdad, pero no es todo.

      ¿Cuál es mi tarea en el planeta? ¿Qué hace falta hacer de lo que yo algo sé y que probablemente no ocurra, a menos que yo asuma responsabilidad por ello? - Buckminster Fuller.

      No es solo la infraestructura —la “escalera del rugby”— aunque este marco técnico, combinado con el deseo implacable de “ser un All Black”, ayuda a alimentar el talento desde los peldaños más bajos hasta la inmortalidad deportiva.

      El notable éxito de los All Blacks en el campo de juego comienza con una cultura muy particular fuera del campo, y es esa cultura, el adhesivo que mantiene todo junto, la que ha dado a luz una extraordinaria ventaja competitiva durante más de un siglo.

      Llegar a ser un All Black significa convertirse en custodio de un legado cultural. Tu tarea es dejar la camiseta en un lugar mejor. La humildad, expectación y responsabilidad que esto conlleva eleva el juego. Los hace los mejores del mundo.

      Lo que esto significa para los líderes en otros terrenos es la materia de este libro.

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      La revitalización de la cultura All Black entre 2004 y 2011 empezó con algunas preguntas fundamentales: ¿qué significa ser un All Black?, ¿qué significa ser neozelandés? Estas preguntas y un proceso de interrogación permanente fueron centrales para el restablecimiento de una cultura fundada en valores y orientada por un propósito.

      Esta técnica de gestión que comienza con preguntas se conoce como método socrático, debido a que Sócrates usaba cierta clase de preguntas para que sus discípulos se distanciaran de sus prejuicios. ¿La meta? Ayudarlos a conocerse a sí mismos, aun si la verdad resultase incómoda.

      Es una técnica central en el liderazgo de los All Blacks, reflejada en un proverbio maorí:

      —Waiho kia pātai ana, he kaha ui te kaha. Deja que sigan las preguntas; la habilidad de una persona está en hacer preguntas.

      En lugar de dar solo instrucciones desde afuera, los entrenadores comenzaron a hacer preguntas; primero a sí mismos: ¿cómo podemos mejorar esto? Luego a los jugadores: ¿qué piensan ustedes? Esta cultura de la interrogación en la que los individuos elaboran sus propios juicios y establecen interiormente sus propias marcas, se hizo cada vez más importante. Las preguntas que se hicieron los dirigentes y luego hicieron al equipo fueron el comienzo de una revolución en el rugby.

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      La palabra decidir viene de ‘separar, cortar’. La cultura interrogadora de los All Blacks aparta las creencias que no sirven, para obtener claridad.

      Es un estilo facilitado de liderazgo interpersonal en un entorno comprometido con la resolución adaptativa de los problemas y la mejora permanente, en el que la humildad (no saber todas las respuestas) crea fortaleza.

      “Yo creo firmemente en no instruir demasiado”, dice Wayne Smith, “sino en que podemos guiar. Si crees en esta actitud debes hacer preguntas, las hacemos y tratamos de obtener respuestas descriptivas para que cada uno adquiera conciencia de sí mismo”.

      —“¿Qué pasaría si...?”

       “¿Qué harías en esta situación...?”

       “¿Cómo habrías de...?”

       “¿Y si...?”

      Este proceso de interrogación es tan aplicable al rugby como a la empresa. Ninguna persona tiene todas las respuestas, pero formular preguntas cuestiona el status quo, ayuda a conectarse con los valores y creencias centrales y cataliza el mejoramiento individual.

      Después de todo, cuanto mejores sean las preguntas que hacemos, mejores serán las respuestas que obtendremos.

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      Los All Blacks constituyen, claramente, un entorno excepcional. Su condición de élite, el escrutinio constante y los recursos a su disposición los diferencian, digamos, de un equipo de ventas de Wolverhampton o una consultora de marketing de Duluth. Hay diferentes presiones, diferentes recompensas, diferentes medidas. Sin embargo, es posible extraer algunas lecciones útiles de este, el equipo más exitoso del mundo, apoyándonos simplemente en la humanidad compartida y aplicando el sentido común. Por lo que, si bien es posible que un estudio de lo que mueve a los All Blacks no nos brinde todas las respuestas, al menos nos permitirá abordar algunas preguntas importantes en torno al liderazgo.

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      Los grabados maoríes con los que muy pronto se familiarizan los turistas que van a Nueva Zelanda se denominan whakairo. Representan a los tīpuna tribales, los ancestros, y fueron tallados para conmemorar sus hazañas. Aunque forman una galería de héroes, no hay vanidad en su caracterización (deliberadamente grotescos, sacando la lengua, con sus rasgos distorsionados).

      La humildad se encuentra profundamente integrada en la cultura maorí y en la cultura polinesia más amplia. De hecho, la palabra maorí quiere decir ‘normal’ o ‘natural’, como forma de distinguir a la gente de la tierra de los dioses de arriba. El “creérsela” está muy mal visto en esta cultura y, de manera más extensa, en la sociedad neozelandesa.

      Han de ser nuestras acciones las que permanezcan detrás de nosotros, recuerda el whakairo, no nuestra vanagloria. Se considera la humildad como un componente vital de una personalidad bien adaptada. Es esencial para mana, la palabra maorí y polinesia que abarca tantas cualidades: autoridad, poder personal, prestigio social, relevancia, carisma y, según The New Zealand Dictionary, ‘gran personalidad y prestigio personal’.

      Humildad no es debilidad, sino lo opuesto. Los líderes con mana comprenden la fuerza de la humildad. Les permite conectarse con sus valores más profundos y con el mundo alrededor.

      Para los maoríes, y dentro de ellos los All Blacks, mana es tal vez el máximo galardón, la meta espiritual que subyace a la existencia humana. Los lingüistas reconocen la relación entre la palabra y las “fuerzas poderosas de la naturaleza como el trueno y los vientos de tormenta concebidos como la expresión de una entidad sobrenatural invisible” (Coddington). Otros sostienen que es la fuerza vital universal que se encuentra en el origen mismo de nuestras ideas de Dios. Lo cierto es que señala a una persona de cualidades poco comunes: un conductor natural que posee fuerza, capacidad de liderazgo, gran poder personal, cordialidad y humildad.

      Cuando se le preguntó sobre Chris Ashton, el wing inglés, y su costumbre de zambullirse aparatosamente para apoyar


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