Lunes por la tarde… Tomo 2. José Kentenich
Virgen y el demonio. Ahora el demonio ya no puede hacer más nada contra la Santísima Virgen. Con ello, es evidente que atacará a quienes se han regalado a la Santísima Virgen. Pero no tenemos que preocuparnos para nada. Cuanto más se interesen por nosotros los demonios, tanto más la Santísima Virgen es la que aplasta la cabeza del demonio. Pero eso no vale para un demonio cualquiera, por ejemplo, para un demonio que está en África, sino para los demonios que me persiguen a mí.
Por lo demás, es la antigua concepción de los religiosos que los muros de los monasterios están ocupados por legiones de demonios. O sea, no son sólo uno o dos, o cien demonios20. Como es obvio, esto no puede demostrarse. Es sólo una concepción general. Pero el motivo profundo estriba en el hecho de que cuanto más significa un hombre para Dios, tanto más se interesa en él el demonio. ¿Entienden por qué? Es una vieja regla estratégica: si hiero al pastor, tendré al rebaño. Una vez que he asesinado al jefe del ejército, éste último corre de aquí para allá, y ya no tiene jefe21.
Y los sacerdotes deberían ser ese tipo de jefes en el reino de Dios. Por eso debe entenderse que los demonios tengan un interés especial en las almas fervorosas. Y si como familia de Schoenstatt estamos también llamados a la santidad, y si queremos regalarnos enteramente a la Santísima Virgen, tenemos con contar con que el demonio esté interesado de manera muy especial en nosotros. También en nuestros hijos. Por eso tenemos que renovar nuestra alianza con la Santísima Virgen, a fin de que ella derrote al demonio y a su séquito.
En ese sentido hay innumerables relatos. No digo que todos ellos sean verdad (en sentido histórico). Así, por ejemplo, hay toda una cantidad de historias de monjes. Estas historias documentan la representación de que los muros de los monasterios están rodeados de demonios. Una historia cuenta que un monje había tenido tentaciones tremendas. Quería abandonar el desierto, casarse, y arrojarse en brazos de todos los pecados del mundo. Pensaba que no podía resistir más la soledad. Cuando fue a ver al padre abad, éste le explicó que el demonio tenía especial interés en él. Por eso le pintaba constantemente esas imágenes. El abad le recordó asimismo las tentaciones de Jesús, pues el demonio tentó a Jesús también en el desierto. Y le hizo referencia también a san Pablo. Pero el monje no quedó satisfecho. Todo eso está muy bien —dijo—, pero no puedo soportarlo. El demonio me tiene en sus garras.
Entonces, el abad le dijo: Mira hacia ese lado. Y el monje vio todo un ejército de demonios. Mira ahora al otro lado, dijo el abad. Y allí había no sólo un ejército sino un sinnúmero de ángeles.
El monje extrajo de ello la siguiente lección: aunque el demonio tenga influencia sobre nosotros, los espíritus buenos, Dios y la Santísima Virgen, tienen una influencia aún mayor.
En resumen, por tanto: pienso que ahora deben de entender ustedes que el demonio ejerce también una influencia en los estados de angustia de nuestra alma. La angustia es en realidad la maestra de todos los males.
Con la angustia se relaciona la tristeza. Tal vez conozcan el bello adagio que dice: «El demonio pesca en aguas turbias». Es decir, en la práctica: si el hombre está triste, el demonio tiene por dónde entrar: todas las puertas le están abiertas.
Por eso, los maestros espirituales enseñan que una de las fuentes principales de la tristeza es el demonio. Otras son las dificultades de la vida, el temperamento melancólico. El demonio conoce el lado débil de un ser humano y sabe conectarse con ese lado débil.
Pienso que por esta tarde hemos escuchado suficiente sobre el demonio. Más adelante será interesante que hablemos de la historia de vida del demonio y, después, de la forma de luchar del demonio, a saber, del método según el cual lucha contra nosotros.
A partir de todo lo dicho podrán notar qué importante es para nosotros la alianza de amor. La alianza incita al demonio pero, por el otro lado, también vence al demonio.
1 Véase tomo 1, p 99 y siguientes.
2 Estas frases introductorias son inaudibles en la grabación y han sido tomadas de una versión autorizada del texto realizada por la traductora.
3 Véase la plática del 18-3-1956.
4 Al parecer, tiene que tratarse de pláticas pronunciadas por el P. Kentenich sobre el tema en el período que va del 18 de marzo al 9 de abril de 1956. Hasta ahora no han podido encontrarse grabaciones ni apuntes de esas pláticas.
5 Probable referencia a Franklin D. Roosevelt, 31º presidente de Estados Unidos, que gobernó de 1933 a 1945.
6 Prov 23,26.
7 El demonio.
8 J. W. von Goethe, Fausto. Primera parte, 2118s.
9 Alusión a la frase bíblica: «Vuestro padre es el diablo» (Jn 8,44).
10 1Pe 5,8.
11 Véase Mt 12,24: «Mas los fariseos, al oírlo, dijeron: “Éste no expulsa los demonios más que por Beelzebul, Príncipe de los demonios». La grafía Beelzebub, utilizada tiempo atrás, se remonta a la traducción de la Vulgata.
12 Véase Gén 8,21.
13 La visión del hombre como microcosmos en el que se unen los grados de ser del cuerpo, del espíritu y del alma en estado de gracia (animal, ángel, hijo de Dios) se remonta a Tomás de Aquino.
14 Rom 7,24; 7,19.
15 Anton Böhm publicó en 1955 un libro titulado Epoche des Teufels [Época del demonio]. Alois Winklhofer plantea también en 1961 en su Traktat über den Teufel [Tratado sobre el demonio] la pregunta de si la época contemporánea puede designarse como la «época del demonio», y menciona ejemplos para la representación del demonio en la literatura moderna, entre ellos los autores Bernanos, Langgässer, Lewis y Greene.
16 El P. Kentenich repite para la traductora: la psicología de la religión nos dice que la relación fundamental entre Dios y el demonio por un lado, y la relación entre los hombres, Dios y del demonio por el otro, se regula en la mayoría de los casos así: cuando el hombre pierde el contacto con los poderes del más allá, pierde primero el contacto con el demonio y, después, el contacto con Dios.
17 El exorcismo es una oración especial de rechazo del demonio. Mientras que el llamado exorcismo mayor sólo puede ser realizado por sacerdotes con autorización expresa del obispo, el exorcismo menor puede ser rezado por todos. Reza, por ejemplo, como sigue: Levántese Dios omnipotente, se dispersen sus enemigos y huyan de su presencia todos los que le odian. En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.