Lunes por la tarde… Tomo 2. José Kentenich

Lunes por la tarde… Tomo 2 - José Kentenich


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si recuerdan lo que tal vez hayan escuchado sobre los campos de concentración o sobre los asesinatos masivos, sobre los experimentos ajenos y contrarios a la naturaleza que se han realizado en masa, dirán de inmediato: tan mala no es la naturaleza humana como para que pudiese cometer semejantes cosas.

      Y ahora, ustedes podrían plantear la pregunta: ¿qué relación intrínseca hay entre todos estos elementos? Verán: a la larga, no se puede negar las verdades últimas. Dios nuestro Señor cuida de que lo que hemos olvidado, lo que hemos perdido de vista, regrese con el tiempo más y más a la consciencia plena y despierta.

      Ya les he dicho: una de las razones que explican el hecho de que se haya olvidado al demonio es la fuerte acentuación del hombre, de las fuerzas humanas y de las capacidades humanas. Con ello tiene que ver al mismo tiempo una segunda razón: cuanto más pasa el hombre a primer plano, tanto más pasa Dios al segundo plano.

      Ahora podemos decir, a la inversa: el demonio vuelve a llamar la atención sobre sí mismo. La humanidad siente de nuevo que hay un demonio, un poder real. De allí puede inferirse que, tarde o temprano, también Dios se hará notar más fuertemente. Así pues, nos encaminamos hacia una época en que se reconocerá más fuertemente el poder del demonio y la personalidad del demonio.

      ¿Qué se sigue de todo eso para nosotros personalmente, sea que piense en mí o en mis hijos?

      Si Dios le ha dado en la actualidad semejante poder al demonio, el demonio tiene también poder sobre mí y sobre mis hijos. Entonces tengo que contar con la potencia del demonio en mí y en mis hijos. Aun cuando, en el caso particular, resulte difícil determinar que lo que actúa aquí es sólo la debilidad de la voluntad humana, y, allá, la potencia del demonio, hay que contar con esa potencia.

      Ya el solo hecho de que yo cuente fundamentalmente con ella es un gran avance. Por ejemplo, si noto que se despiertan en mí pasiones tremendas, o siento lo mismo en mis hijos, no debo decir solamente: ¿qué tengo que hacer, psicológica y pedagógicamente?, sino que debo preguntarme también: ¿qué debo hacer para atenuar la influencia del demonio en mí y en mis hijos?

      Son los viejos pequeños recursos católicos que nuestros abuelos aplicaban tan a menudo: bendecir a nuestros hijos o bendecirnos a nosotros mismos. ¿Qué es la bendición? Es como una suerte de exorcismo.

      Conozco a una familia, a un padre digno y anciano que lo reza. Tiene a todos sus hijos fuera, actúan en el exterior, en diferentes países. Es uno de aquellos padres que hablan poco, que no pronuncian grandes discursos. Pero cada noche, antes de irse a dormir, sale delante de la puerta y bendice a sus hijos a los cuatro vientos. ¿Qué significa bendecir a los hijos? En la práctica, significa que el demonio debe apartarse de ellos y que Dios debe llegar a ser nuevamente Señor sobre ellos. ¿Entienden la fe profunda que hay detrás de ello? Tenemos que contar más con el poder del demonio.

      Supongamos, por ejemplo que un hijo adolescente se resiste año a año a mi influencia y está siempre en contra: si conozco el tiempo actual, no aplicaré solamente los medios pedagógicos habituales para superar la situación, sino que, en silencio, y sin que el muchacho lo perciba, también le daré la bendición, en la consciencia de que el demonio tiene que apartarse de ese muchacho. Del mismo modo, si yo mismo me encuentro año tras año en graves tentaciones, debo contar con la influencia del demonio.

      Uno de los recursos más importantes para superar la influencia del demonio es el amor a la Santísima Virgen. Más adelante se lo expondré con todo detalle.

      Pero, sólo para insinuarlo ahora: la Santísima Virgen, en virtud de su posición, no es solamente la colaboradora permanente del Salvador sino también la antagonista personificada del demonio. Ése es su oficio. Por oficio, ella tiene que aplastar la cabeza del demonio.

      Por eso, la alianza de amor con la Santísima Virgen es una alianza de lucha contra el demonio, una declaración de lucha contra el demonio. En la medida en que estoy apegado a la Santísima Virgen y conduzco a mis hijos a la Santísima Virgen, estoy en posesión del contrapeso más fuerte contra la influencia del demonio.

      Ahora bien, no sé qué usos y costumbres tienen ustedes en casa. En realidad, es una costumbre auténticamente católica que los padres bendigan siempre a los hijos, sobre todo a los pequeños, antes de que se vayan a dormir. Debería hacerlo sobre todo el padre. Por supuesto, tiene que darse en base a una fe profunda. Y cuando los niños ya han crecido no les gusta en general que se lo haga exteriormente. Hay que hacerlo en silencio y privadamente.

      Lo mismo cuando mis hijos están ausentes, por ejemplo, si están estudiando fuera en alguna parte. Qué sencillo es darle a cada uno la bendición. En Alemania suele decirse: «le doy la bendición», o sea, se coge agua bendita y se da la bendición hacia los cuatro puntos cardinales. Y cuanto más silenciosamente se hace, cuanto menos se percatan de ello otras personas, tanto mejor. No es preciso hacer mucha alharaca. ¿Qué presupone este gesto? La fe profunda en la realidad de Dios y la fe en la realidad del demonio.

      Por último, permítanme reiterarles: también cuando fuertes pasiones bullen y actúan en uno pueden contar siempre con que el demonio está interesado en ello y sopla para atizar el fuego. Más adelante, cuando les hable de la forma de lucha del demonio, trataré más extensamente este punto.

      Antes o en días anteriores les he hablado mucho sobre la angustia. Hay toda una cantidad de causas naturales para que el hombre actual se vea impulsado siempre de un lado a otro por la angustia. Pero créanlo: si Dios libera de algún modo al demonio del infierno, el demonio se esfuerza por reforzar este estado de angustia. Porque el hombre torturado por la angustia se convierte después en un juguete del demonio.

      Resumiendo, entonces: si piensan en la historia del culto al demonio o del reconocimiento del demonio, tienen que admitir que vivimos en un tiempo en el que el demonio tiene una influencia más fuerte, pero también en un tiempo en que la influencia del demonio se reconoce de vuelta cada vez más.

      Incluso deben contar con que no sólo se interesen por ustedes algunos demonios, sino que, según sea el caso —si, por ejemplo, se han regalado ustedes a la Santísima Virgen—, se interese por ustedes un montón de demonios. Así tienen que imaginárselo (…).

      Esto se lo expondré in extenso más adelante, cuando les hable


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