Lunes por la tarde… Tomo 2. José Kentenich
es el fanatismo por el deporte.
Está claro que los jóvenes tienen que practicar deporte. Todo un pueblo puede practicar deporte. Para un hombre joven, el deporte reviste gran importancia, es expresión de la posesión de sí mismo por parte de la personalidad. Pero no es eso lo que entiendo por fanatismo del deporte.
La forma en que el deporte se ha configurado hoy en día en Estados Unidos es la de un deporte pasivo y colectivo. Por un lado, organización racional en el trabajo. Por el otro, a través del deporte se impulsa más y más a que emerja en el pueblo estadounidense una misteriosa profundidad. Es el misterioso impulso del corazón a entregarse en alguna parte. Antes era a Dios a quien se entregaban totalmente el hombre y el pueblo cristiano. Hoy, son cosas terrenales, es el deporte. Basta que observemos atentamente cómo se comporta el pueblo en su conjunto cuando se celebran los grandes eventos deportivos. Comparen la visita a esos eventos y la visita a la iglesia. No es que no debiéramos participar también en esos eventos deportivos ni alegrarnos por ellos. Pero lo que no debemos es concebir el deporte como sucedáneo de la religión y de Dios.
Comparen ahora la actitud en un caso y el otro:16 riqueza, pero independencia interior de la riqueza. Y, en lugar del apego a la riqueza, el fuerte anhelo de lo alto, el anhelo de estar siempre junto a Dios y de encontrar, a través de las cosas terrenas, el camino hacia Dios. Así pues, la actitud en un caso y el otro es la misma.
¿Y el encuentro? Hoy ha llegado la salvación a esta casa. Hoy, la Santísima Virgen acoge a esta familia bajo su especial protección y quiere regalarla y consagrarla totalmente a Dios, el Eterno, el Infinito.
¿Cuál será, cual habrá de ser y tendrá que ser la bendición de una visita semejante? A semejanza de lo sucedido en la familia de Zaqueo, la bendición será una vida santa en el mundo actual, superficializado, secularizado.
Permítanme que abra una vez más la Sagrada Escritura. Una segunda visita. ¿Quién recibe aquí la visita? Una vez más, se trata de una familia: la familia de Zacarías17.
La situación nos es conocida: Zacarías quería tener un hijo con su mujer. Años de oración y súplica no habían conducido a la meta. Por fin, después que ambos habían llegado a viejos, Dios el Señor dice sí a su petición. Zacarías recibe la aparición de un ángel que le avisa del hecho. Pero él no cree. Por eso, en castigo, debe quedar mudo. Y debe poner a su hijo por nombre Juan.
Hoy, en que celebramos la fiesta de la Anunciación a la Santísima Virgen, el ángel le anuncia: tu prima va a tener un hijo. De inmediato, dice la Sagrada Escritura, la Santísima Virgen se fue con prontitud a la región montañosa para servir a su prima en el alumbramiento18. ¿Qué tenemos aquí? La Santísima Virgen visita a la familia de Zacarías.
Contemplemos, pues, una vez más detalladamente, primero, la actitud, segundo, el encuentro, y tercero, la bendición.
¿Con qué actitud va la Santísima Virgen con prontitud a la región montañosa? Es la actitud de la mediadora de gracias: ella quisiera hacer mucho bien, hacer el bien en lo terreno, pero también en lo espiritual.
Y ahora, el encuentro. Apenas la Santísima Virgen llega a la casa, ésta experimenta una múltiple bendición.
Primero, la mujer comienza a profetizar;
segundo, el hombre recupera el habla; y
tercero, el niño es santificado y salta en el seno materno.
Como vemos, la mujer comienza a profetizar. Adquiere una profunda captación de todo el orden sobrenatural. Y lo que hasta ese momento no había sabido, se le vuelve de pronto claro: María, que está allí para ayudarle, se ha convertido en Madre de Dios. «¿De dónde a mí que venga a verme la madre de mi Señor?» Por eso: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno». Y, finalmente: «En cuanto tu saludo llegó a mis oídos» —¿quién debe saludar primero, quién debe hablar primero, quién debe realizar primero el acto de amor? La Santísima Virgen tenía que venir— «saltó de gozo el niño en mi seno». «¡Feliz la que ha creído!»19. Como ven, con esto se desveló a Isabel toda la personalidad de la Santísima Virgen y su puesto en el plan de salvación.
¿Y el hombre? De pronto, queda libre de su mudez20. Y comienza a alabar a Dios. Lo hace en nombre de su familia. Y si leen lo que Zacarías proclamó, hallarán que también él ha sido profundamente introducido en todo el orden de salvación. Ve muchas cosas que otros hombres no ven. Ve la misericordia de Dios en su pueblo y en el mundo entero. Y reconoce la posición de su hijo, de Juan, en todo el orden de salvación. «Será profeta del Altísimo, irá delante de él a preparar el camino del Señor»21. Como ven, encuentro con María, una bendición de Dios.
¿Y el niño? Está todavía en el seno materno, y salta. Se había anunciado a Zacarías que, estando aún en el seno materno, quedará lleno del Espíritu Santo22. Y ahora que la Santísima Virgen viene y saluda, el Niño es liberado del pecado original en el seno materno. Por eso es costumbre en la Iglesia celebrar el nacimiento, y no (sólo) la muerte de san Juan Bautista23. El pueblo cristiano tiene afecto a este acontecimiento y ha adquirido la costumbre de encomendar a la Santísima Virgen ya a los niños que se encuentran el seno materno.
Éste es el encuentro de esta familia con la Santísima Virgen.
¿Qué hay que comprender como fruto permanente, como bendición permanente de este encuentro? Toda la familia se ha convertido en una familia santa. Por eso hablamos de san Zacarías, de santa Isabel y de san Juan.
Por la característica propia de la fiesta de hoy pienso que deberíamos considerar un poco más detenidamente a san Juan como san Juan, que fue elevado por Dios a través de ese encuentro de amor.
¿Cómo se yergue hoy ante nosotros san Juan como hijo de esa familia? Como una vigorosa figura de varón y como una delicada e intocada figura virginal de lirio.
¿Qué significa una vigorosa figura de varón? Basta con que leamos lo que el Señor dice posteriormente sobre él. ¿No le había anunciado ya antes (el ángel) a Zacarías: «será grande ante el Señor»?24 ¿En qué consiste la grandeza de san Juan?
Grande es él en la apertura a Dios,
grande en la pequeñez,
grande en la madurez,
grande en la pureza.
¡Grande en la riqueza! Juan está totalmente abierto a Dios y a lo divino. Ésa es la verdadera santidad: estar abierto a Dios y a lo divino. Hoy se tiene un concepto totalmente diferente de grandeza y de riqueza. Se extiende la mano hacia la genialidad de la ciencia, la genialidad del arte, la genialidad de la técnica y de la industria. Seguro, también el santo puede ser un genio de ese tipo. Pero esa genialidad no lo hace santo. ¿Qué lo hace santo? ¿Qué lo hace rico? La apertura a Dios, (la capacidad) de ver a Dios a través de todas las cosas y de permanecer constantemente en contacto y en unión con Dios.
Ésta es la riqueza de san Juan: estar constantemente en contacto con Dios, en contacto con el Señor.
Él es grande en su riqueza, grande en su pequeñez. ¿Qué dice de sí mismo? Ni siquiera soy digno de desatarle la correa de sus sandalias, de las sandalias del Señor25.
Él es grande en su madurez. ¿En qué estriba la madurez, la madurez moral?