Lunes por la tarde… Tomo 2. José Kentenich
Ahí tenemos, pues, la visita. El Señor visita la casa de Zaqueo.
Si observamos con más detenimiento el asunto, si queremos penetrar con nuestro intelecto la situación, tenemos que distinguir:
primero, la actitud del alma,
segundo, el encuentro, y
tercero, la bendición.
Veamos la actitud: ¿qué actitud tenía Zaqueo? Una actitud singular. Hace un momento dije que era un capitalista, que era muy rico. Pero no estaba apegado a esa riqueza, a las cosas materiales. Estaba exento de un apego desordenado al dinero y a los bienes, a las cosas terrenas.
¿Hemos de presentar pruebas de esta afirmación? En la Sagrada Escritura dice explícitamente que Zaqueo declara al Señor: repartiré la mitad de mis bienes entre los pobres. Y si he cometido alguna injusticia en mi servicio, en mi cargo, devolveré no sólo eso sino cuatro veces más9.
Está claro, entonces: a pesar de que era rico, no tenía un apego desordenado a la riqueza, a las cosas terrenas. Por eso, también es simbólico su gesto de dejar la tierra, de ascender a lo alto, de trepar a un árbol.
Una vez más pregunto por la actitud, la actitud interior de Zaqueo en este encuentro. A pesar de que tenía bienes y era rico, a pesar de que no estaba apegado a las cosas terrenas, estaba interiormente insatisfecho consigo mismo y tenía una gran aspiración de ir hacia lo alto, hacia algo más elevado, algo espiritual, algo religioso, algo profundo.
No raras veces encontramos también hoy en la vida que hay personas que son ricas pero que están totalmente insatisfechas en su interior. Es decir que los bienes no dan la felicidad.
Un ejemplo de Pullman,10 el inventor de las comodidades para dormir en los trenes. Evidentemente, era millonario, multimillonario. De él se cuenta que, un día, vio a un simple trabajador que tomaba muy contento su almuerzo. Dijo entonces Pullman: ¡si yo pudiese comer tan contento y tranquilo como este simple trabajador! ¡Cuántas dificultades, cuántas preocupaciones tengo para mantener y aumentar mi capital! Nunca puedo estar tranquilo.
Lo mismo se cuenta de Krupp,11 el «rey de los cañones». Su abuelo sufría de cáncer al estómago. Era también millonario y había atesorado mucho dinero. Pero no podía comer. Siempre temía que, si comía, sufriría una indisposición de estómago. Por eso, cuando veía comer a un simple trabajador, se sentía siempre insatisfecho y decía: ¡Qué hago yo con mis millones!
Como ven, el dinero y los bienes no procuran en sí la felicidad. Así lo encontramos también en Zaqueo. En su caso, notamos que no estaba apegado a las cosas terrenas, por lo cual tenía un fuerte anhelo de lo alto. Dice con gran claridad en la Sagrada Escritura que a toda costa quería ver al Señor12. Quería encontrarse con él. ¿Por qué quería encontrarlo? Esperaba de él una respuesta a la acuciante pregunta: ¿cómo puedo llegar a ser feliz? Ahí tenemos, pues, la actitud de Zaqueo.
¿Y cómo fue el encuentro? Una vez más, tenemos que preguntar a la Sagrada Escritura. Es un encuentro mutuo. Zaqueo subió presuroso al árbol. No se avergonzó de hacerlo: la gente, ¿qué dirá la gente? ¡Yo, el capitalista, subo al árbol frente a este desconocido y quiero verlo a toda costa!
Con gran anhelo mira desde el árbol al Señor que se acerca. ¿Y qué hace el Señor? Mira hacia arriba y lo ve. Los dos pares de ojos se encontraron y penetraron unos en los otros. Se encontró un corazón con el otro. Ambos sellaron una alianza de amor. Y lo que dijo la mirada del Señor lo expresó también su boca: baja rápido del árbol, que hoy tengo que hospedarme en tu casa. ¡Y qué rápido bajó Zaqueo! El Señor le dijo: ¡baja rápido! Hoy quiero hospedarme en tu casa.
Como ven, la alianza se eterniza. El Señor quiere permanecer un día entero en su casa para consolidar la alianza de amor con él. Y el Señor sabe que las masas murmuran porque hace algo semejante. También hoy en día sucede de ese modo: si un capitalista hace algo bueno, se dice: sí, sí, tendrá sus intenciones, sus intenciones capitalistas. Pero no siempre es ése el caso, como tampoco lo fue esa ocasión.
Y ahora viene la gran frase: ¿qué dice el Señor? Hoy ha llegado la salvación a esta casa. ¿Qué significa «a esta casa»? Ha llegado la salvación a toda esta familia. Es decir, no sólo a Zaqueo, sino a toda la casa, a toda la familia.
Así aparece a menudo en la Sagrada Escritura. El padre que dirige la familia determina la actitud de la familia. Así lo vemos también más tarde, cuando el centurión fue a ver al Señor y quería ver curado a su hijo. El Señor lo curó, y, en vista de ello, el centurión creyó. Pero como era el padre de la familia, que determina la actitud de la familia, dice el Evangelio: toda la casa creyó con él13.
Entonces, ¿qué encuentro fue éste? Un encuentro de amor entre el Señor y toda la familia de Zaqueo.
¿Y cuál fue la bendición? ¿Qué efectos tuvo la bendición? Después, el Señor se separó, se separó exteriormente de la familia. Pero, interiormente, la familia permaneció fiel a él y a la alianza con él. La tradición nos relata que, posteriormente, el apóstol Pablo consagró obispo a Zaqueo14. Y podemos suponer que la misma actitud de fidelidad ante el Señor, la actitud de amor, fue mantenida por toda la familia. En efecto, según la concepción bíblica, el padre es símbolo de toda la familia.
Hoy ha llegado la salvación a esta casa. ¿A qué casa me refiero ahora? A la familia Horning. Hoy ha llegado la salvación a esta casa, a esta familia, pues toda la familia recibe hoy al Señor. En efecto, la alianza de amor con la Santísima Virgen es, en última instancia, una alianza con el Señor.
Si queremos, podemos detenernos ahora aquí y elaborar nuevamente los mismos puntos que escuchamos anteriormente. Preguntamos
primero, por la actitud,
segundo, por el encuentro,
tercero, por la bendición.
¿Cómo es la actitud? Si la actitud del padre marca la dirección de la actitud de toda la familia, ya sabemos, entonces, cuál es.
Zaqueo era rico. ¿Qué encontramos en este caso? Sin embargo, Zaqueo no estaba apegado a los bienes terrenos. Se esforzaba por incrementar su riqueza pero no estaba apegado a ella, sino que hacía beneficencia tras beneficencia. Regaló la mitad de sus bienes a los pobres.
La comparación es evidente: ¡cuánto bien hace la familia15 por los pobres, por la Iglesia! ¡Y con cuánta fuerza se mantiene libre la familia del materialismo moderno! No es que como hijos de Schoenstatt y familia de Schoenstatt no podamos ser ricos. Pero no debemos estar apegados, apegados de forma desordenada a Mammon, a la riqueza.
¿Cómo es el materialismo moderno aquí en Norteamérica? Sólo necesito mencionar dos palabras:
primero, es un afán por el estándar de vida y,
segundo, un fanatismo por el deporte.
¿Qué entiendo por afán por el estándar de vida? Es el fuerte impulso a elevar cada vez más el nivel de vida, el estándar de vida, a elevarlo más y más para comprender y adorar ese estándar de vida como si fuese una religión, como un dios.
Es evidente que cada cual debe vivir de acuerdo a su posición social. Está claro que quien pertenece a las clases de mejor posición económica tendrán un coche diferente que los demás. Pero una cosa es vivir de acuerdo la propia posición económica y otra es estar apegado a ese estándar de vida como a un dios, como a la religión.
No es difícil constatar