Historia y nación. Alexander Betancourt Mendieta
profesionales, que se caracterizan por los reparos que mantienen con el tema de la contemporaneidad, como se abordará más adelante.
La faena de Restrepo contó con los reparos que provinieron de sus primeros lectores, entre ellos el propio Simón Bolívar, que le endilgaron al escritor los problemas que conlleva el dedicarse a relatar los sucesos más inmediatos. En este aspecto, el libro de Restrepo constituyó un problema para los defensores de la historia como una disciplina que tiene por objeto solo lo añejo y que, al mismo tiempo, le reconocieron a esta obra el lugar de “texto fundador”.17
Las observaciones sobre la obra de José Manuel Restrepo plantean la pregunta acerca de las razones que le dieron después su preeminencia como “versión oficial” de los acontecimientos de la Independencia. Desde la posteridad se han hecho notorias las falencias de su texto, especialmente las que señalan tensiones entre la legitimidad de las acciones de los grupos dirigentes, las instituciones y el imperio de la ley enfrentadas a las amenazas de caos y anarquía que representaban “las castas” y “la plebe”. Estas tensiones permiten captar las grietas para la disidencia, aunque no hayan sido traspasadas. Un ejemplo preciso se encuentra en la década de los años ochenta del siglo XX cuando fue publicado el trabajo de Germán Colmenares: “La Historia de la Revolución por José Manuel Restrepo: una prisión historiográfica” (1986). En este texto el célebre historiador colombiano invita a preguntarse por la permanencia de una obra como la de Restrepo. Al respecto el historiador bogotano afirmaba:
Sería pretencioso indicarle a alguien que don José Manuel Restrepo es un historiador de primer orden. Pero nos parece que su Historia, casi contemporánea de los hechos que narra, es una proyección de esos hechos, se envuelve en su aura de prestigio y ha terminado por paralizar todo sentido crítico […]. Entre el historiador y los actores de su historia existía una complicidad, y aquél nos entrega con mucha aproximación la visión que los actores tenían de sus propios gestos o el valor que atribuían a sus pensamientos o a sus palabras. Cuando esto no ocurre, se debe a un fracaso en las intenciones del actor. A través de la obra de Restrepo los padres de la patria parecen haber construido su propio mito.
Aunque sus sucesores se han aplicado a ello con mucho empeño, la obra de nuestro más grande historiador se presta difícilmente a la controversia. Tratar de cazar aquí o allá, en ese fluir apretado de acontecimientos expuestos con un rigor cronológico inflexible, el gazapo de una inexactitud o de un juicio apresurado no solo constituye un ejercicio extenuante, sino que es una trampa inexorable: la de aceptar en su conjunto los esquemas interpretativos de Restrepo, sacrificando a la corrección de los detalles la posibilidad de una labor crítica de su empresa historiográfica […]. Aun para sus contradictores, la Historia de José Manuel Restrepo ha constituido hasta ahora un repertorio fijo e inalterable de los hechos, susceptible solo de reacomodarse en una interpretación diferente. Esta es una verdadera cárcel historiográfica que ha cerrado los caminos de la investigación a la infinitud de los hechos sociales.18
Las reflexiones de Colmenares plantean consecuencias importantes para un replanteamiento del quehacer histórico y la relectura de los “orígenes” de la República. Sugieren un horizonte distinto de lectura y de comprensión acerca de la labor de Restrepo; sin embargo, las observaciones de Colmenares no han alcanzado todavía el suficiente eco. Si bien estos señalamientos están acompañados de un trabajo empírico que plantea un modo de retar la permanencia de Restrepo en el espacio de la disciplina histórica colombiana, es palpable que la compilación no encontró resonancia en la comunidad de historiadores colombianos. Situación comprensible, de alguna manera, si se tiene en cuenta que la historia profesional no trabaja con asiduidad el periodo de la Independencia.
A pesar de todas las dificultades de orden político y epistemológico, la labor de José Manuel Restrepo ocupó el lugar de una obra pionera de la tradición histórica nacional colombiana. Contribuyó a marcar de manera muy clara la senda por la que transitó la escritura de la historia decimonónica colombiana, tanto en el modo de tratar el tema de la Independencia como en la concepción que le dio al oficio de escribir historia.
Definir el pasado nacional: las luchas interpretativas sobre el pasado
Las observaciones de Germán Colmenares indican que la obra de José Manuel Restrepo no ha sido releída y tampoco ha sido pensada en la tradición de escritura de la historia en Colombia. Por eso, no se le ha prestado suficiente atención a las múltiples implicaciones que suponen las ampliaciones cronológicas que se hicieron en la misma época que salió la segunda edición de la obra del escritor neogranadino. Tales ampliaciones eran necesarias debido a los límites cronológicos impuestos por Restrepo. Como toda periodización, la del escritor neogranadino es una muestra de la parcialidad de su labor histórica.19
La ausencia de todo el periodo colonial en la Historia de José Manuel Restrepo despertó el interés por los tiempos anteriores a la gesta independentista entre varios autores que escribieron en la época próxima a la segunda edición de la Historia. Este paso abrió la posibilidad de situar los comienzos de la colectividad nacional en un momento anterior; aunque la ampliación cronológica no contuviera diferencias en los principios interpretativos de la sociedad republicana que consagró José Manuel Restrepo. Es importante notar que ninguno de los autores que abordaron los periodos tratados por Restrepo entró en discusión con él en cuanto a los acontecimientos que describió con su pluma, excepto en las aclaraciones mínimas que se encuentran en el ámbito de las Memorias.
Poco antes de la segunda edición de la Historia salieron a la luz distintos escritos que tuvieron por tema los periodos no tratados por el escritor neogranadino. El coronel Joaquín Acosta publicó el Compendio histórico del Descubrimiento y Colonización de la Nueva Granada en el siglo decimosexto (1848) y José Antonio de Plaza escribió las Memorias para la historia de la Nueva Granada desde su Descubrimiento hasta el 20 de julio de 1810 (1850). Estas dos obras inscritas en el ámbito republicano abordaron de manera inédita el periodo del Descubrimiento y la Conquista; además, se convirtieron en baluartes de los estudios históricos sobre el periodo y también participaron de la pugna política e ideológica que se vivía en ese momento acerca del proyecto nacional mediante las interpretaciones que hicieron sobre el pasado.
El coronel Joaquín Acosta se propuso llenar un vacío que él notaba en las condiciones de la época como era el de recuperar “los hechos esenciales” de la historia antigua de la Nueva Granada oculta en las “fábulas” de los cronistas del siglo XV y XVI. Acosta emplea de manera clara una distinción entre las crónicas de la época colonial y la interpretación que pretende construir. Acosta supone un relato “más verdadero”; de ahí que a semejanza de Restrepo, pusiera en juego el ideal de un supuesto “historiador neutral” basado exclusivamente en los documentos, de los cuales reimprimió algunos en el apéndice. Varios de estos documentos, según señala en la Presentación de la obra, los pudo consultar en los archivos de Sevilla. Hay que tener presente que el general Joaquín Acosta viajó a Europa a fines de los años veinte y en los años cuarenta del siglo XIX.
Joaquín Acosta pretendió guardar ante los acontecimientos “la parquedad del juicio” y la supresión de cualquier discusión acerca de la mayor veracidad de una u otra fuente. El ideal rankeano de describir las cosas “tal como fueron” encarnó en las pretensiones meramente ilustrativas del coronel:
Si mi ánimo estuviera en la disposición en que se hallaba durante la guerra con España por la independencia, confieso francamente que no me habría creído con la suficiente imparcialidad para escribir esta relación, mas al leer los sucesos de la época á que me refiero, he visto por las impresiones de mi alma que no carecía de los sentimientos de justicia para hacerla al valor, sufrimiento y heróicas [sic] calidades de los intrépidos Castellanos que descubrieron y se establecieron en el Nuevo Mundo, y que las simpatías por los indígenas de aquel continente que tanta compasión deben inspirar á un corazón humano no serian parte para extraviar la pluma dirijida [sic] por una mano de origen español.20
Muchos