Historia y nación. Alexander Betancourt Mendieta

Historia y nación - Alexander Betancourt Mendieta


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posteriormente.

      El trabajo de Melo encontró un interesante eco en los esfuerzos de Bernardo Tovar Zambrano que publicó: “El pensamiento historiador colombiano sobre la época colonial” (1982). Este artículo es un extenso estudio sobre las obras históricas que estudiaron este periodo particular del pasado colombiano, pero que a pesar de su centralidad temática delineó, por primera vez, los momentos del quehacer histórico en Colombia, ya que menciona y analiza obras, autores, instituciones y publicaciones que se convirtieron en puntos de referencia básicas para el desarrollo de la historia en Colombia.

      A diferencia de estos importantes historiadores profesionales, el presente trabajo no supone la linealidad de la escritura de la historia. Es revelador que para los análisis de Melo y Tovar, que a veces caen en la enumeración y en la reseña, el desenvolvimiento de los estudios históricos se suceda de acuerdo al “avance” de la disciplina o a la recepción de las modas, como lo supone la idea del progreso. Sin embargo, una aproximación como la que aquí se propone, si bien está estructurada en un marco cronológico, no supone ni teórica ni temáticamente esta idea diacrónica. En las etapas que se abordan debe tener claro el lector que su existencia es simultánea a otras etapas, a la recepción de las corrientes de ideas, a los distintos modos de elaborar las interpretaciones del pasado. No se puede perder de vista, por ejemplo, que el mayor desenvolvimiento de los estudios de la Academia Colombiana de Historia se despliega al mismo tiempo que surgen y se difunden los escritos de Luis Eduardo Nieto Arteta, una producción con un horizonte completamente distinto de la Academia y con profundas implicaciones para el futuro de la escritura de la historia en Colombia. En este punto en concreto, quiero resaltar la consideración de la simultaneidad en este trabajo como un tapiz de fondo de estas interpretaciones.

      El quehacer de Bernardo Tovar Zambrano se plasmó ampliamente con la publicación historiográfica de más largo aliento realizada en el país como es La historia al final del milenio (1994). Esta obra editada por Tovar recoge los trabajos de los profesores del Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, con interesantes réplicas de profesionales extranjeros especialistas en historia de Colombia. Además, el trabajo lo complementan las útiles descripciones y análisis de obras publicadas sobre Colombia en Alemania, Inglaterra, Estados Unidos y Francia, rematadas por las colaboraciones de historiadores latinoamericanos sobre la producción histórica de países como Ecuador, Bolivia y México.

      El esfuerzo de La historia al final del milenio tiene como limitación la desigualdad de las colaboraciones que, a veces, pecan por quedarse en el plano meramente central de la Universidad Nacional; además, de asumir una actitud explícitamente descriptiva y de enumeración que es útil pero no necesariamente crítica. De todos modos, esta obra consagró e institucionalizó la necesidad de sintetizar los esfuerzos hechos por los primeros historiadores profesionales, llegados ya a la madurez, para ofrecer una especie de legado a quienes apenas se inician en el oficio. La historia al final del milenio describe y reúne de manera sistemática una producción que se hallaba dispersa por el mundo académico y editorial del país sin que se reconocieran todavía sus logros y sus vacíos.

      No obstante, la publicación de los trabajos que conforman La historia al final del milenio plantea una de las mayores dificultades de la comunidad de historiadores en Colombia: la ausencia de debate y diálogo crítico entre los historiadores profesionales. Este rasgo se comprueba con la recepción de tres esfuerzos individuales que no obtuvieron contestaciones, en el sentido del debate y la crítica, a pesar de los señalamientos decisivos que hicieron para el quehacer de la historia profesional colombiana. En primera instancia, se encuentra el interesante aporte del historiador norteamericano Frank Safford en el artículo: “Acerca de las interpretaciones socioeconómicas de la política en la Colombia del siglo XIX: variaciones sobre un tema” (1985). Este extenso ensayo reflexivo fue publicado en el principal medio de difusión de los trabajos históricos en el país, el Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura. Pese a su difusión y al cuestionamiento de una de las bases más sólidas en las que se fundamentaban muchos de los primeros estudios históricos profesionales sobre el siglo XIX, la relación mecánica entre la economía y los alineamientos políticos, no recibió ninguna réplica.

      Por su parte, Germán Colmenares publicó en la última etapa de su vida una serie de artículos sobre las preocupaciones que le despertaban los temas de reflexión historiográfica. Las consideraciones contenidas en su último libro: Las convenciones contra la cultura (1987) tenían como fundamento una serie de señalamientos desplegados en sus obras de historiador y en sus reseñas, y en particular en artículos como: “La Historia de la Revolución por José Manuel Restrepo: una prisión historiográfica” (1986), “Sobre fuentes, temporalidad y escritura de la historia” (1987) y el informe presentado al Instituto Colombiano para el Fomento de la Ciencia y la Tecnología (Colciencias), publicado póstumamente con el título: “Perspectiva y prospectiva de la historia en Colombia” (1991). Estos trabajos dejaron en claro que para el ilustre historiador, el examen de las ideologías y los valores implícitos en los libros de historia constituían una necesidad para los historiadores contemporáneos, ya que a través de ese análisis se podían confrontar y hacer evidentes “nuestras presunciones ideológicas” y “la inevitabilidad de nuestros valores”. Los alcances de estas reflexiones para el ámbito de los historiadores profesionales colombianos aún no pueden percibirse, de ello es sintomático que la publicación de los ensayos teóricos del historiador bogotano en la serie que lleva por título Biblioteca Germán Colmenares (1997), no contara ni siquiera con una presentación y menos con una reflexión acerca de su valor y pertinencia dentro de las tradiciones de escritura de la historia en Colombia.

      El último gran llamado polémico al quehacer de la escritura de la historia desde el interior mismo de la disciplina se debe a Jesús Antonio Bejarano. El economista e historiador publicó una serie de estudios historiográficos referidos a la producción de historia agraria y económica en Colombia, que fueron reunidos en Ensayos de historia agraria colombiana (1987) e Historia económica y desarrollo (1995). Sin embargo, dentro del espíritu de una preocupación más general por el quehacer histórico, es clarificadora la exposición de sus inquietudes en el extenso y provocador artículo: “Guía de perplejos: una mirada a la historiografía colombiana” (1997), que apenas mereció ciertas menciones superficiales en el Congreso Nacional de Historia del año 2000, pero que en general no despertó una respuesta crítica como la que merecía. Bejarano afirmaba allí la necesidad de “enjuiciar” la manera de hacer historiografía; es decir, “la capacidad para evaluar el estado de la disciplina”. Quizás sea este el momento de iniciar un diálogo vivificador con el historiador que fue víctima de las violencias colombianas.

      A diferencia de los balances realizados por estas importantes figuras de la producción histórica profesional colombiana, el trabajo que el lector tiene entre manos no tiene como finalidad la enumeración y catalogación de obras y autores. Tampoco constituye un intento de reflexión abstracta sobre la crisis de una disciplina. El escrito pretende abordar “textos innovadores” de la historia colombiana y cómo ellos participaron y enriquecieron una tradición cultural y de conocimiento sobre la realidad nacional. Entiendo por tales aquellos textos que en determinado momento constituyeron la síntesis de un desarrollo o inauguraron una determinada tendencia dentro del quehacer histórico en el país. Como elementos de ruptura dentro de una tradición de conocimiento, estos trabajos y sus autores abrieron nuevas vías temáticas y metodológicas a la escritura de la historia. Su innovación, por supuesto, debió ser discutida y trabajada por otros estudios posteriores, que hicieron de ellos hitos importantes dentro de la tradición histórica, por los avances y reacomodos que implicaron para el conocimiento del pasado; aunque ello no signifique la presencia constante y adecuada del debate y la lectura crítica dentro del gremio de los historiadores colombianos.

      Desde este aspecto conceptual y metodológico, parto de la certeza de que la escritura de la historia en Colombia se caracteriza por la coexistencia de diferentes corrientes que cohabitan en los espacios institucionales y públicos como tendencias excluyentes o, por lo menos, que ocupan estos espacios de manera simultánea sin dialogar entre sí. La ausencia del diálogo crítico entre estos modos de trabajar e interpretar el pasado colombiano plantea el problema de “la


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